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Estreno

Crítica de "El maestro jardinero": el pasado está en la piel ★★★★

Dirección y guion: Paul Schrader. Intérpretes: Joel Edgerton, Sigourney Weaver, Quintessa Swindell, Esai Morales, Victoria Hill, Eduardo Losan, Rick Cosnett. Estados Unidos, 2022. Duración: 111 minutos. Thriller.

Un fotograma de "El maestro jardinero"
Un fotograma de "El maestro jardinero"Imdb

Es hermoso que, en una carrera fuertemente marcada por una visión del mundo extremadamente nihilista, ahora deslumbren las flores. Como bien dice Narvel Roth (Joel Edgerton), la jardinería significa creer en el futuro, y Schrader, siempre sirviéndose del espejo de sus antihéroes, ha decidido que, en su nueva variación del credo bressoniano (con “Diario de un cura rural” y “Pickpocket” como piedras filosofales), se impone la fe en las segundas oportunidades.

El tenebrismo cristiano-lisérgico de “El reverendo” y la melancolía vengativa de “El contador de cartas” desembocan, en la magnífica “El maestro jardinero”, en un espacio de posibilidad –“Amor Vincit Omnia”- que convierte el jardín en una metáfora del ciclo de la vida. Si los personajes de Schrader necesitan de rituales (las plegarias, el póker) para asustar a su pasado, cuidar las flores, plantarlas y hacerlas crecer supone, para Roth, crear un sistema que pone en orden el caos de lo que un día fue su existencia. Es una penitencia preciosa: no depende ni del azar ni de lo invisible, y su objetivo es la belleza. Ahí está el rasgo distintivo de este hombre ilustrado (literalmente: en su piel está inscrito su pasado) que, como aquel cura imaginado por Bernanos, necesita escribir para exorcizar sus fantasmas.

El pasado, claro, siempre vuelve. Es aquí donde Schrader se arriesga más, al convertir a Roth en sujeto político, atrapado entre el supremacista blanco que fue y el monje floral que ahora es. Si “El contador de cartas” incidía en el horror de Abu Ghraib, “El maestro jardinero” reflexiona sobre el legado del racismo -también encarnado en esa figura de autoridad, a la vez protectora y amenazante, que es Sigourney Weaver- en la sociedad norteamericana, imaginando un escenario, feliz idea, en el que el fanatismo es neutralizado por un sentimiento amoroso que es, también, un antídoto contra la intolerancia.

Lo mejor:

Arroja un rayo de esperanza en el universo de Schrader, acostumbrado al pesimismo.

Lo peor:

A veces su agenda política pone en peligro la verosimilitud de la transformación moral del personaje.