Crítica de "Nuestro día": como un gato que sueña ★★★★
Dirección y guion: Hong Sang-soo. Intérpretes: Kim Min-hee, Ki Joo-bong, Song Seon-mi, Park Mi-so, Ha Seong-guk. Música y fotografía: Hong Sang-soo. Corea del Sur, 2023. Duración: 84 minutos. Drama.
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A veces el cine de Hong Sang-soo funciona como un acertijo, como aquellas viñetas idénticas que, comparadas, revelan sus diferencias, aunque aquí tal vez sea al revés, y en la diferencia haya que detectar el retorno de lo mismo. ¿Qué es lo que conecta las dos historias paralelas de “Nuestro día”? Es posible que transcurran en una temporalidad simultánea, quizás incluso en el mismo barrio. ¿Serán vecinos la actriz enamorada de su gato y el poeta que se resiste a llevar una vida sana por el bien de su salud cardíaca? La clave siempre está en las palabras, acaso en el título: ese “nuestro” que implica que los personajes tal vez se conozcan y sepan, de algún modo, que están mostrando su vida al espectador para que la haga suya. “Nuestro día” es también el nuestro.
O lo sería si siguiéramos la dinámica del universo de Hong Sang-soo, donde los dilemas cotidianos, la conversación de sobremesa, las divagaciones sobre el arte y la existencia bajo el influjo del soju y los cigarrillos, son moneda común. El espectador fiel a Hong puede tener la impresión de estar viendo siempre la misma película, sobre todo teniendo en cuenta que el cineasta coreano estrena dos o tres títulos al año, pero ahí reside la radicalidad de su propuesta estructuralista, la de detectar las sutiles diferencias, o las infinitas variaciones, que un mismo estilo puede adoptar partiendo de las partículas elementales de lo real. En “Nuestro día” hay la novedad de los intertítulos, que, de algún modo, sintetizan la subjetividad de los protagonistas, pero el auténtico reto es dejarse impregnar por el modo en que las dos historias -mínimas, con apenas conflicto: un gato que se pierde, un estudiante acaso demasiado inquisitivo- dialogan entre sí.
Cada historia está situada en un apartamento. Cada historia está protagonizada por tres personajes. En el centro, un artista en crisis: por un lado, una actriz (Kim Min-Hee, musa y productora de los filmes de Hong) desencantada de las exigencias de su trabajo, que encuentra tedioso y mecánico; por otro, un poeta (Ki Joo-bong, habitual alter ego de Hong) que se pregunta si el secreto de la creación, lo que llamaríamos el auténtico sentido de la vida, no está sino en las pequeñas cosas. Ambos responden a la visita de la juventud, que carga con una mochila de interrogantes y clichés sobre lo que significa el arte que la actitud cínica de una y modesta del otro desarticulan en un intercambio de ideas que parece definir lo que el propio Hong piensa sobre su obra.
Mientras tanto, los ecos entre las dos historias parecen resonar en los detalles -una guitarra, el amor por la salsa picante en el ramen- para confirmar que sí, que la singularidad y la belleza están allí donde normalmente nuestra atención no se detiene, perdidos en un plano general que juega a confundirnos. Al final, todo es mucho más sencillo de lo que parece: como un gato que ha encontrado su escondite preferido, arrebujado en el calor de la siesta, soñando, tal vez el verdadero arte se desparrama, cómodo, cuando puedes sentarte en la azotea, fumarte un cigarrillo y no pensar en nada. Ese es, después de todo, el arte de ser feliz.
Lo mejor:
Tiene uno de los finales más optimistas y luminosos de la obra de Hong Sang-soo.
Lo peor:
Que los vínculos entre las dos historias parezcan más obtusos de lo habitual.