Crítica de "El piloto": Macgyver en las nubes ★★★☆☆

En “El piloto” Gerard Butler parece un sumatorio de todos los héroes que han mantenido el tipo a cuarenta mil pies de altura. Como el “Sully” de Tom Hanks, podría aterrizar un avión con los ojos vendados. Como el Liam Neeson de “Non Stop (Sin escalas)” podría neutralizar a un terrorista con un alambre y una linterna a pilas. A su lista de modelos de conducta añadiríamos al Wesley Snipes de “Pasajero 57”, a la Lauren Holly de “Turbulence”, al Harrison Ford de “Air Force One”, y nos quedaríamos cortos, porque Butler no solo tiene que demostrar su dignidad heroica y atormentada, perdido entre las nubes.

La singularidad de “El piloto” radica en su estructura bipolar: después del aterrizaje forzoso de un avión que surca los cielos asiáticos la noche de fin de año, la película se convierte en una de secuestros, subvirtiendo por el camino el papel del supuesto villano (el criminal que viajaba en el vuelo como pasajero custodiado) y poniendo a prueba la pericia (Butler como alter ego del MacGyver televisivo) y la capacidad de sacrificio de su personaje en una selva filipina atestada de sangrientos guerrilleros. Jean François-Richet, autor de un estimable ‘remake’ de “Asalto a la comisaria del distrito 13” y especialista en resucitar estrellas del cine de acción en declive (Mel Gibson en “Blood Father”), firma una película con cierto aroma ‘vintage’, de la que agradecemos su modestia, pero a la que le faltarían las toneladas de locura de “Serpientes en el avión” para convertirse en definitivo placer culpable.

Lo mejor:

La secuencia del avión surcando una tormenta de mil demonios.

Lo peor:

Cualquier película de Chuck Norris de los ochenta le da mil vueltas.