Crítica de "Rodeo": la moto entre las piernas ★★★

“Rodeo” se debate entre el registro de una energía, de un cuerpo que vibra entregado a la velocidad, y el retrato de un personaje al límite. Le cuesta decantarse por alguna de las dos opciones. Es más convincente en lo primero que en lo segundo. Lola Quivoron parece imbuirse del espíritu de la “Rosetta” de los Dardenne cuando filma a Julia resistiéndose, siempre en liza con cuerpos masculinos que intentan noquearla o decirle lo que tiene que hacer, para luego lanzarse con ella a la carretera en pleno arrebato, fascinada por su sonrisa de pelo largo. Dice Julia (excelente debut de Julia Ledru) que nació con una moto entre las piernas, y eso es lo único que le importa, a ella y a Quivoron: existe solo en presente, y su interacción con una banda de motoristas, en la que se integra por su habilidad como ladrona sobre ruedas, no consigue alicatar su psicología.

Sí, sabemos que es dura por fuera y blanda por dentro, pero, por lo demás, es pura opacidad: la película funciona mejor cuando adopta un registro documental, compartiendo el aire cargado de testosterona que Julia respira sin pestañear, y captando las dinámicas de la banda, que cuando doblega su rebeldía por la amistad con la única mujer vinculada con el grupo, o cuando opone su descarnada realidad con la de un fantasma protector. Ese desvío hacia lo fantástico es lo más dudoso de una película que vuela cuando aprieta el acelerador.

Lo mejor:

El placer con que Quivoron filma a su musa, la impresionante Julia Ledru.

Lo peor:

La deriva espectral y la opacidad del personaje, que a veces se convirte en oquedad.