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Estreno

Crítica de "Romería": diario de una generación perdida ★★★★ 1/2

Dirección y guion: Carla Simón. Intérpretes: Llúcia Garcia, Mitch, Tristán Ulloa, Celine Tyll, Miryam Gallego, Janet Novás, José Ángel Egido. Música: Ernest Pipó. España, 2025. Duración: 115 minutos. Drama.

Un fotograma de "Romería"
Un fotograma de "Romería"Imdb

Si entendemos “Romería” como la tercera parte (ampliada por un delicado y estimulante satélite, el corto “Carta a mi madre para mi hijo”) de una sentida ficción autobiográfica, comprenderemos con mayor atino la belleza del gesto de Carla Simón, que, en la escritura de cada capítulo, ha añadido una forma distinta de abordarse a sí misma, de reflexionar sobre la memoria y el legado familiar, de gestionar la experiencia de un pasado, de unos espacios, de una conciencia de pertenecer, que muta con cada fase de la vida.

Así las cosas, la expedición de esta Carla Simón post-adolescente llamada Marina (Llúcia Garcia), que viaja a Vigo para obtener un documento de reconocimiento paterno que le permitirá obtener una beca para estudiar cine, se convierte en el proceso de indagación, fragmentario y a menudo contradictorio, sobre ese padre biológico con familia adinerada al fondo que amaba el mar y la libertad, y que fue ocultado con vergüenza cuando el sida hizo estragos en su cuerpo, una víctima más de toda una generación castigada por la maldición de la heroína.

Simón encuentra un difícil equilibrio entre el punto de vista de su protagonista, su alter ego, siempre hambrienta de curiosidad, y un doble retrato coral: el de la burguesía hipócrita que sigue silenciando el recuerdo de sus ovejas negras y el de esa generación, en la que conviven fantasmas y supervivientes, que aún arrastra su osadía entre las ruinas de lo que pudo ser y no fue. Así las cosas, entre el rigor observacional de una mirada escrutadora, que singulariza, y las voces múltiples que desbordan el retrato de los ausentes -de sus padres biológicos, que se amaron con locura-, se despliega lentamente el universo de “Romería”, puntuado -y puntualizado- por la lectura del diario de la madre de la protagonista, que sirve como portal a otro tiempo.

Una de las grandes virtudes de la película es que es que esas líneas escritas a vuela pluma, basadas en cartas de la madre de Simón, nunca dejan paso a una interpretación nostálgica del pasado, sino que funcionan como piedras que marcan el camino hacia el lugar donde todo empezó, donde la memoria se hizo ficción poética para quien la está contando, y para quien la escucha como un relato que, en el hermoso acto final del filme, abre sus carnes para el espectador sin ilustrar nada más que las impresiones de un amor que fue, y se reinventó en la imaginación de su autora.

Lo mejor:

El tránsito, la evocación onírica hacia el pasado imaginado de los padres de Marina/Simón.

Lo peor:

A veces su contención se convierte en reticencia, y dificulta el relieve dramático de algunas escenas.