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Estreno

Crítica de "Secretos de un escándalo": la melancolía de un marido abusado ★★★★★

Director: Todd Haynes. Guion: Samy Burch y Alex Mechanik. Intérpretes: Natalie Portman, Julianne Moore, Charles Melton, Cory Michael Smith. Estados Unidos, 2023. Duración: 113 minutos. Drama.

Un fotograma de "Secretos de un escándalo"
Un fotograma de "Secretos de un escándalo"Imdb

En el origen mitológico de los espejos estaba el reflejo del rostro de Narciso en el agua. Ese reflejo, como percibe el filósofo Gaston Bachelard, sea ambivalente, porque resulta de una superficie inestable, móvil, dinámica. Serán esos espejos líquidos los que le interesan a Todd Haynes, los que generan reflejos ondulados e inasibles, que revelan lo que hay detrás, como en el espejo del “Orfeo” de Cocteau, como si soñáramos en una pecera.

Qué raro hablar de modelos surrealistas en una película tan apegada a lo mundano como “Secretos de un escándalo” (horrible traducción para “May/December”), pero, claro, la puesta en abismo especular de sus capas formales y narrativas nos invita a que nos sumerjamos en ella, a que la penetremos, como si fuera una sima o un pozo que nos devolverá una imagen deforme de lo real, una imagen acaso de nuestra extrañeza, tal vez la que representa a un cine que quiere apartar la mirada cuando se avergüenza de lo lejos que ha llegado.

“Secretos de un escándalo” es, toda ella, el reflejo distorsionado de una noticia de tabloide, la historia real de la profesora Mary Kay Letourneau, que fue condenada a prisión por tener relaciones sexuales con un alumno de trece años (con quién se casó y formó una familia). Décadas después del escándalo, el ama de casa (magnífica Julianne Moore) que hizo del abuso a un menor un amor a vida o muerte recibe la visita de una actriz (inquietante Natalie Portman) que quiere convertirse en su reflejo en una película que adaptará su vida. Personaje y actriz se mirarán en el espejo de la cámara mientras se maquillan, como dos clones que compiten por habitar un universo donde lo real y lo simulado, el rostro y la máscara, son el anverso y reverso de una misma imagen.

La propia película se desdobla, de una manera insólitamente agresiva, como si fuera un cuerpo que ensaya distintos personajes ante un espejo, acentuando el carácter performativo de su múltiple red de sentidos: ahora poniendo cara de “Persona” de Bergman, ahora en la incómoda postura de un telefilme de sobremesa, ahora rasgada por el leitmotiv musical de “El mensajero” de Losey, que puede convertir una escena cotidiana en una invitación al horror suburbial. Lejos de distanciarnos, el filme desarticula este laberinto de simulacros cambiando de piel con la misma fluidez con que los capullos que cría el marido que fue abusado, ahora un treintañero melancólico, se convierten en mariposas. Hay algo en verdad conmovedor en ese personaje, interpretado con una desarmante honestidad por Charles Melton.

Haynes nunca lo trata con condescendencia ni tampoco lo reduce a su papel de víctima, porque es el único del trío protagonista que no siente la necesidad de interpretar nada, aunque en su mirada existan todas las vidas que se ha perdido por comprar una idea de felicidad que no le correspondía ni por edad ni por experiencia vital. Si, como ocurría en “Safe” o en “Lejos del cielo”, películas con las que podría formar una extraordinaria trilogía, se trata de deconstruir un modelo de familia, con el ama de casa con principal elemento en crisis, pero también de desmontar el género (el melodrama) que lo ha sostenido como estructura de control moral y de cuestionar así la malla de prejuicios de nuestro tejido social, “Secretos de un escándalo” posiblemente deviene el más difícil de los filmes de Haynes, el que trabaja de una manera más sofisticada sus calcos y relecturas. El resultado es una película extraña y perturbadora, imprevisible y meándrica, de lo mejor que podrán ver este año.

Lo mejor:

Su estructura abismal y especular, disfrazada de la simplicidad feísta de un telefilme de sobremesa soñado por Bergman.

Lo peor:

Sus códigos estéticos y morales no siempre son fáciles ni de descifrar ni de digerir