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Crítica de "El sucesor": la herencia del mal ★★★ 1/2

Dirección: Xavier Legrand. Guion: Alexandre Postel. Intérpretes: Marc-André Grondin, Yves Jacques, Louis Champagne, Anne-Elisabeth Bossém, Blandine Bury. Francia, 2023. Duración: 107 minutos. Drama familiar.
Un fotograma de "El sucesor"
Un fotograma de "El sucesor"Imdb
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Xavier Legrand utiliza dos signos, uno formal y otro corporal, para alfombrar el camino a la perdición -o a la sucesión del título- de Ellias (excelente Marc-André Grodin), el diseñador de moda en la cresta de la ola que protagoniza este perturbador thriller psicológico: en los créditos, un desfile de moda en espiral, que sirve de anuncio al descenso a los infiernos, de lo periférico a lo esencial, que contará el filme, y ese dolor inconcreto, entre el pecho y el corazón, que oprime a Ellias antes de conocer la noticia de la muerte de su padre, noticia cambiará su vida para siempre.
“El sucesor” habla, como ya lo hacía la notable “Custodia compartida”, de la onda expansiva del mal en un universo familiar condicionado por la masculinidad tóxica, aunque aquí el interés radica en reflexionar sobre si la infamia es capaz de perpetuarse a través de la ausencia, si sus huellas son suficientemente poderosas como para condicionar a sus herederos. Es obvio que Legrand cree en la filiación como una condena a cadena perpetua, y “El sucesor” está construida como un teorema para demostrarlo.
Al final del primer acto, cuando Ellias, que ha vuelto a Canadá para ocuparse del funeral de un padre con el que había cortado toda relación, abre una puerta secreta, la película da un brusco volantazo que pone contra las cuerdas la verosimilitud del relato. Y, sin embargo, esa ruptura no solo la convierte en un thriller tenso e inesperado sino también nos obliga a reinterpretar al personaje, que se deja llevar por un destino escrito por la maldad del padre. Legrand se rige por la lógica de la fatalidad genética, forzando al espectador a que descubra al mismo tiempo que Ellias la oscuridad que oprimía su pecho. Tal vez carga las tintas, pero el viaje no puede ser más doloroso.
Lo mejor:
El nihilista discurso sobre las perversas estrategias del mal para perpetuarse de padres a hijos.
Lo peor:
Un giro de guion que desafía la verosimilitud del relato hasta límites discutibles.