Crítica de "El teorema de Marguerite": la soledad de los números primos ★★★
Dirección: Anna Novion. Guion: Anna Novion, Mathieu Robin y Marie-Stéphane Imbert. Intérpretes: Ella Rumpf, Jean-Pierre Darrousin, Julien Frison, Sonia Bonny. Francia, 2023. Duración: 113 minutos. Drama.
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La conjetura de Goldbach débil (o ternaria) dice que cualquier número impar mayor que cinco es igual a la suma de tres números primos. Este teorema, que parece axiomático por definición, ha volado la cabeza de centenares de matemáticos que llevan desde finales del siglo XVIII intentando demostrarlo. Si los números ponen orden en el infinito del universo, también buscan una verdad que a veces resulta inasible, irreductible, por muy bella que sea, en una avalancha de fórmulas escritas en una pizarra.
Si esa verdad tiene que ver con desvelar el enigma de lo humano, ¿por qué no convertir esa conjetura matemática en un ‘macguffin’ que estructura la narrativa de una película como “El teorema de Marguerite”? Tal vez es concederle demasiado crédito a un relato que acaba ahogado en los clichés de la científica poseída por la luz del genio, pero es tentador pensar en Marguerite, doctoranda en matemáticas que abandona bruscamente su carrera incapaz de aceptar su fracaso, en ese “número impar” de Goldberg, y en los tres personajes (su compañera de piso, su director de tesis y su rival en el estudio) que orbitan a su alrededor, y que ayudan a que salga de su burbuja, en los “tres números primos” que, sumados, resolverán su ecuación vital.
Es una pena que Anna Novion decida caracterizar a Marguerite como la típica empollona antisocial, que nunca cruza la mirada con sus interlocutores, con el pelo lacio y pegado al cráneo, y las gafas de rigor. Hay algo de arquetípico que resta eficacia a la curiosidad que despierta su nula gestión de las emociones, su brusquedad en el trato y en el gesto, potenciadas por la eficaz interpretación de Ella Rumpf. A medida que su contacto con el mundo -su primer orgasmo, su conversión en experta jugadora de partidas clandestinas de mahjong- parece abrirle la posibilidad de un relato que se aleje de los números, Novion prefiere devolverla a las pizarras a través del amor, como si el mensaje de la película tuviera que ver con limar las aristas del personaje, con hacerlo más asequible, con redondear los decimales que la hacen inexacta.
Lo mejor:
El poder de fascinación que ejercen las matemáticas como lenguaje secreto e indescifrable.
Lo peor:
Que la película no logre evitar los tópicos del genio cegado por la obsesión de su trabajo.