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Crítica de "The Quiet Girl": mirada de cristal ★★★★☆

Director: Colm Bairéad. Guion: C. Bairéad según la historia de Claire Keegan. Intérpretes: Catherine Clinch, Carrie Crowley, Andrew Bennett, Michael Patric. Irlanda, 2022. Duración: 95 minutos. Drama.
Un fotograma de "The Quiet Girl"
Un fotograma de "The Quiet Girl"Imdb
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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¿Por qué son las niñas las que saben mirar? En la tradición de películas como “El espíritu de la colmena”, “Cría Cuervos” o “Verano 1993”, la protagonista de “The Quiet Girl” se ha acostumbrado a mirar porque es invisible. Es el poder, diríamos que el arma de resistencia, de los que callan. Ese silencio pétreo es un mecanismo de selección natural: los que perciben en él la melancolía, la necesidad de afecto, pero también la lucidez, comprenderán que esa mirada vale más que mil palabras.
A pesar de que Cáit (notable Catherine Clinch) crece sumida en la hostilidad, en un ámbito familiar que no la entiende y un entorno escolar que la rechaza, su hermosa manera de ver el mundo impregna a la película, ambientada en la Irlanda de los ochenta y hablada en gaélico, de una textura preciosa, que no preciosista: una imagen clara, como reflejada en el agua, enmarcada en el formato 4:3, que estalla en colores brillantes y definidos en cuanto Cáit se traslada a vivir durante un verano a la casa de la prima de su madre, casada con un lacónico granjero.
“The Quiet Girl” es un filme de una contención tan subjetivada que cualquier asomo de cálculo -pensamos en el funcional personaje de la vecina, algo tosco en su construcción- es asumido por la lógica del relato: después de todo, los personajes han decidido, de un modo u otro, reprimir su tristeza, diseñando su presente más en función de lo que silencian de lo que revelan. Finalmente, es hermoso que la catarsis vuelva a evitar la palabra: para un personaje que ha hecho de la observación su manera de estar en el mundo, la rebelión no puede manifestarse de otro modo que a través del movimiento y el abrazo.
Lo mejor
La textura diáfana, cristalina, de sus bellas imágenes, teñida de la mirada melancólica de la protagonista.
Lo peor
El personaje de la vecina, que cumple una función demasiado obvia en el desarrollo del relato.