Crítica de "El viejo roble": la clase obrera va al paraíso ★★
Dirección: Ken Loach. Guion: Paul Laverty. Intérpretes: Dave Turner, Ebla Mari, Claire Rodgerson, Trevor Fox. Gran Bretaña-Francia-Bélgica, 2023, 113 min. Género: Drama.
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Dirección: Ken Loach. Guion: Paul Laverty. Intérpretes: Dave Turner, Ebla Mari, Claire Rodgerson, Trevor Fox. Gran Bretaña-Francia-Bélgica, 2023, 113 min. Género: Drama.
Que el paladín del realismo social británico esté cada vez más cerca de hacer películas de ciencia-ficción puede resultar sorprendente. Es tal la añoranza de Loach por la solidaridad de la clase obrera que es capaz de inventársela en el contexto de un país cuya alarmante deriva xenófoba encierra a sus refugiados en campos de concentración flotantes. A la vista de lo que propone “El viejo roble”, tal vez podamos esperar que la próxima película de Loach explique que la pobreza de los supervivientes del capitalismo neoliberal, aquellos que habitan las ruinas de la Inglaterra gris y vaciada, justifica que participaran activamente en el triunfo del Brexit. Son las paradojas de una nostalgia politizada, de alguien que envía cartas a los Reyes Magos como si creyera que se van a cumplir sus deseos.
El problema de “El viejo roble” no es tanto su ingenuo idealismo sino el modo en que este se construye ante nuestros ojos, en forma de oxidado mecano. Si el héroe del filme, el dueño de un pub irlandés en un pueblo del norte de Inglaterra, se erige como un santo mártir, un ángel protector de los refugiados sirios que son rechazados por una comunidad que solo parece unirse para odiar al diferente, es porque la película está empeñada en doblegarse a las fórmulas de manipulación emocional de los más rancios manuales de guion. Si por exigencias de su colaborador habitual en el libreto, Paul Laverty, la maldad del colectivo ha de transformarse en bondad comunitaria, aunque eso contradiga radicalmente la lógica del relato, adelante con ello. Loach le canta a su público lo que quiere oír porque, después de tantos años, es incapaz de renovar su repertorio de manifiestos proletarios. La esperanza exige un cambio, pero él se resiste a cambiar de discurso.
Lo mejor: Dave Turner y Ebla Mari, actores que son capaces de impregnar de verdad una plantilla de clichés.
Lo peor: que las bondades de su mensaje político sean tan maniqueas y tramposas.