Crítica del XXX Ciclo de Lied en la Zarzuela: Paisaje vocal envolvente
Canciones de Ravel, Finzi, García Abril, Parera Fons. Intérpretes: José Antonio López, barítono. Daniel Heide, piano. Madrid, Teatro de la Zarzuela, 12-II-2024. XXX Ciclo de Lied
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Accedía por primera vez a este ciclo liederístico el barítono murciano José Antonio López (1973), cantante versátil e inteligente que se encuentra a punto de cumplir los 50 en un magnífico estado de forma. La voz, bien emitida, por derecho, robusta, pastosa, redonda, puede alcanzar por momentos espléndidos estados de plenitud. La emisión, bien asentada, tiene siempre el apoyo necesario para elevarse sin problemas. Lo caracteriza un vibrato sostensible pero justo, que él controla. El grave es sonoro y firme y el agudo, no especialmente brillante y sin una ideal penetración, mantiene la homogeneidad del espectro. López maneja bien sus recursos y ofrece un canto sólido y seguro, puede que no especialmente refinado o variado. Es amigo de abordar el estudio de obras contemporáneas, pero también de sumergirse en partituras antiguas, Bach y Mozart incluidos.
En este recital, apartado en buena parte de lo habitual y con un ciclo que veía la luz por primera vez, escrito por el siempre inspirado Antoni Parera Fons sobre versos del poemario de Pedro Salinas «La voz a ti debida», López brindó sus mejores armas y supo recrear las inspiradas estrofas envueltas en ese lirismo al que accede tan fácilmente el compositor, capaz de otorgar variedad, melodismo del mejor cuño, conciso dramatismo e intimidad muy propia del espíritu del poeta. Especialmente inspirada fue «¡Qué gran víspera el mundo!», singularmente los últimos versos, musitados por el barítono. Previamente López había ofrecido tres canciones del nostálgico ciclo de «Valldemosa» sobre poemas de Rosales, Hierro y De Diego, de García Abril, de estructura asimismo muy libre, en el que todo estuvo cuidadosamente expuesto. En los versos de la «nº 7, Intermezzo IV» de «Preludios de Mallorca», el barítono mostró su lado más delicado («Soñar, callar, soñar, tal el destino…»). Aplaudimos sus hábiles reguladores en la variada y colorista «No temáis más el calor del sol».
Un empleo más ostensible de la media voz, del toque imitativo habríamos querido en las «Historias naturales» de Ravel, en donde el lirismo y la flexibilidad deben primar. Y la voz de López es en exceso robusta, poco espirituosa para alcanzar los matices de un Bernac o un Bacquier. Hay que aplaudir el esfuerzo y la aplicación; incluso algunos momentos brillantes y bien acentuados, con delicadezas inesperadas. Convincente en las tres piezas de «Don Quijote a Dulcinea» del mismo Ravel, donde pianista y barítono desplegaron un excelente juego de intensidades. La «Canción báquica» especialmente fue delineada con entusiasmo y hábiles contrastes dinámicos. Sin dejar de aplicar ciertos acentos cercanos a lo sensual. Estupenda la labor desde el teclado de Daniel Heide, atento, variado, contrastado, pegado a la voz como un guante. Gran labor. Como la de la musicóloga Nerea Noheda en sus estupendas y analíticas notas al programa. López dejó un regalo: una sutil interpretación de la «Nana» de Falla.