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Cataluña

Cuando Dalí quiso ser Dios

En 1971, el pintor reflotó una idea de ópera que tramó con Lorca antes de la Guerra Civil. LA RAZÓN, revisando el archivo de Manuel Vázquez Montalbán, elegido para hacer el libreto, ha encontrado textos con controvertidas opiniones dalinianas, como loas a Franco y Charles Manson.

Una instalación con imágenes de Salvador Dalí en una exposición en Lieja (Bélgica) en 2016
Una instalación con imágenes de Salvador Dalí en una exposición en Lieja (Bélgica) en 2016larazon

LA RAZÓN encuentra, revisando el archivo de Manuel Vázquez Montalbán, textos con controvertidas opiniones dalinianas, como loas a Franco y Charles Manson.

La última vez que se escribieron, poco antes del estallido de la Guerra Civil, Salvador Dalí le comentó a su querido amigo Federico García Lorca que podrían volver a colaborar escribiendo juntos una ópera alrededor de Luis II de Baviera y Wagner. El asesinato del poeta hizo que el proyecto no se llevara a cabo y que Dalí se quedara sin ópera... hasta 1971. En ese año, Oriol Regàs, el inteligente empresario de la «gauche divine», firmó un contrato con el pintor surrealista para realizar una obra musical a partir del universo daliniano.

Se titularía «Être Dieu», es decir, «Ser Dios», y tendría música de Igor Wakhévitch. La obra necesitaba un libretista que supiera transformar en textos las muy dispersas ideas del artista de Figueras. El encargado de hacer realidad ese complejo trabajo fue el escritor Manuel Vázquez Montalbán. Desde diciembre de 2016, la Biblioteca de Cataluña guarda en sus fondos los papeles personales del padre del detective Pepe Carvalho. Es ahí donde este diario ha podido consultar los relativos a «Être Dieu». Junto con una copia del libreto y un boceto del «dramatis personae» de la ópera, ha aparecido una copia de la transcripción de las reuniones de Vázquez Montalbán, Regàs y el productor musical Alain Milhaud con Dalí y Gala en el Hotel Meurice de París en enero de 1972. Fueron tres días en los que el pintor fue explicando sus ideas, las mismas que debía usar para elaborar el libreto de la ópera. El documento de 16 páginas, titulado «El canto de las flores», nos permite conocer de primera mano cómo fue el trabajo conjunto entre el novelista barcelonés y el pintor más famoso de Figueras.

En la primera reunión se empezó discutiendo sobre una de las respuestas que Dalí daba en la obra a un grupo de niños que le preguntaban por qué pintaba tan pocas flores. El surrealista respondió, según el documento: «Las flores son el desastre de la creación: un error monstruoso. Todo lo que está soportado por el verde es horrible. Horror de la clorofilia. Mi mejor amigo, Lorca, había hecho un poema infame: “Verde que te quiero verde”». Dalí propuso que el poema se recitara íntegramente, pero dando su personal réplica. De esta manera, cuando se dijera el famoso verso lorquiano, él contestaría con un «blanco que te quiero blanco» porque «las únicas flores legítimas son las flores blancas. Todas las que perpetran los colores son peores que la erisipela y las innobles enfermedades de la piel». El poeta granadino seguía siendo una obsesión para Dalí en 1972 hasta el punto de concebir la ópera como algo de «Lorca y antiLorca. Porque lo importante es hacer cosas que sean tan controversiales que todo el mundo se tenga que enfadar, si se hace expresamente».

Contra Charles de Gaulle

En las conversaciones con Dalí van apareciendo los nombres de los personajes reales que podrían formar parte de la trama de la ópera. Eso da pie a que el pintor pueda hacer un comentario sobre ellos. Es el caso del general Charles de Gaulle, que es «una carne de gallina horizontal que lo que él mismo ha definido como siendo la Europa de las Patrias porque, como cada vez que surge la idea de la patria, sea de uno o de otro, pone la carne de gallina. Y un comentario muy bonito de Buñuel: “No puedo soportar lo que son los militares y las espadas, etc., pero, de repente, me encuentro en un café sin pensar en nada y pasa una banda tocando cualquier himno, por ejemplo “La Marsellesa”, la Marcha Real, etc., o en un teatro, al empezar, la gente se pone en pie mientras que tocan el himno de Estados Unidos, y es para mí irresistible, se me pone la carne de gallina y casi lloraría”. Eso es muy bonito por parte de Buñuel».

Más controvertida es su opinión sobre Charles Manson, el autor intelectual de los asesinatos de Sharon Tate y sus amigos hace ahora cincuenta años. Dalí quería que su nombre estuviera en la ópera. «Manson es la persona que más admiro de todas... Gil de Rey ha hecho campaña con Juana de Arco. Mató trescientas criaturas, cuando Manson solamente mató seis retorciendo el cuello de estas criaturas y torturándolas, porque solamente podía eyacular haciendo estas cosas, pero después se arrepintió y él mismo pidió ser quemado, pero su arrepentimiento fue tan sentimental que los padres de las criaturas corrían por las calles pidiendo que no fuese quemado. Para mí es el ser perfecto, porque desde el infierno pasó al cielo cumpliendo el ciclo completo. Manson es un criminal de época democrática, porque los seres de las épocas democráticas son seres inferiores y mediocres».

Llegados a este punto, y por si puede ser útil para el libreto, Dalí admite que nunca ha sido un hombre de acción sino un cobarde. A Vázquez Montalbán le reconoció que cuando era un alumno del colegio de Figueras y veía a sus compañeros comiendo pan con chocolate, se ponía tras ellos y les sacudía muy fuerte. Eso provocaba una persecución, pero el niño Dalí siempre lograba escaparse hasta que un día fue alcanzado. «Entonces, Dalí se puso de rodillas pidiéndole perdón y tirándole 25 pesetas. Su compañero se precipitó a recoger las 25 pesetas y él se fugó otra vez». Eso provoca que Dalí vuelva a argumentar sobre el concepto del mal considerando que «los seres que nunca se arrepienten son seres extraordinarios. La prueba es que también la gente que roba bancos y comete crímenes tiene caras extraordinarias y se parecen a Baudelaire y Rimbaud. Es por eso que estoy en contra de la pena de muerte, porque nadie está capacitado para juzgar si los criminales son seres excepcionales o no».

La ópera, tal y como se acabó grabando, reúne varias de las obsesiones de Salvador Dalí, aunque no pasaron del disco porque no se llevó a escena. Hoy resulta divertido escuchar al artista cantar algunas de las canciones picantes que debió aprender en el Figueres de su infancia y juventud o recitar algunos versos de Joan Salvat-Papasseit, uno de sus poetas de cabecera. Otra cosa son, en este «Être Dieu», sus extrañas glosas aplaudiendo a José Antonio Primo de Rivera. En este sentido, y estamos en los últimos años de la dictadura, Vázquez Montalbán no dejó escapar la oportunidad para interrogar al divino sobre sus encuentros con Franco. El pintor apunta que solamente se han visto dos veces. «Lo que me ha llamado poderosamente la atención es la memoria que tiene Franco, porque después de quince años se acordaba de todo y lo que me ha llamado poderosamente la atención, la última vez que le he visto, en casa del señor Mateu, es que llegó en helicóptero, del cual salió un viejecito caminando así...». Llegados a este punto se acabó la cinta con la grabación. Pese a ello, Vázquez Montalbán tomó nota de la definición que hizo Dalí de Franco, refiriéndose a él como «uno de los últimos místicos que existen».

El pintor pedía abrir «casas de putas por todas partes»

Vázquez Montalbán preguntó a Dalí por sus primeras medidas si fuera jefe del Gobierno, además de suprimir la libertad. El pintor respondió que «abrir las casas de putas. Habría que abrir casas de putas por todas partes». En su explicación, Dalí demuestra un gran conocimiento, aunque a su manera, de la historia de la prostitución: «Las casas de putas fueron instauradas en Francia por la dinastía de los Luises, concretamente por San Luis y, por eso, se encontraban siempre detrás de las catedrales. Las monjas tenían las llaves y los hombres, al salir de las casas de putas, volvían a sus hogares con, evidentemente, un sentimiento de culpabilidad. Entonces, el hombre era mucho más cariñoso con su esposa y con los niños, no tenían necesidad de tocar el culo a la criada. Era, por lo tanto, una institución altamente moral».