Cuando la memoria se demuestra andando
César Antonio Molina presenta «Todo se arregla caminando», el VI volumen de una serie dedicada a sus viajes, que mezcla la reflexión, la literatura y la historia
César Antonio Molina presenta «Todo se arregla caminando», el VI volumen de una serie dedicada a sus viajes, que mezcla la reflexión, la literatura y la historia
César Antonio Molina va glosando los viajes, andanzas, recorridos, vagabundajes y excursiones en unos volúmenes muy cuidados y eruditos. Unos libros abiertos al diálogo y la reflexión que beben de la crónica, el viaje, la literatura, el comentario y la historia, y que, poco a poco, van conformando unas «memorias ficticias» que son un poco, también, un fresco de las lecturas, gustos, tentaciones y debilidades del autor. Unas páginas enjundiosas donde la ciudad, la naturaleza, la ruina arqueológica o el monumento icónico se codean con los personajes y cartografías que ha dado la ficción y que se han imbricado con la realidad hasta formar un curioso tapiz de nudos indisolubles. «He buscado los espacios del misterio», recuerda el autor al hablar de la ermita mozárabe de San Baudelio de Berlanga, en Soria, una arquitectura marcada por la presencia de las tres culturas monoteístas presentes en la España medieval.
Religión y filosofía
«Soy un agnóstico muy creyente –bromea el escritor–. A través de la razón –puntualiza después–, hay que entender el simbolismo. Las religiones son creaciones de la cultura y la civilización. Uno de los problemas de la sociedad contemporánea es que ha prescindido de esos conocimientos. Las religiones pertenecen a una filosofía, una historia del arte, una literatura, una música. Entrar en una catedral es entrar en una cultura, pero hay que enseñar cuáles son los elementos de esa cultura. No se enseñan éstos para creer, sino para entender lo que significaban y lo que significaron. El problema está en la educación. Las humanidades han medio desaparecido. Mucha gente entra en un museo y no reconoce los personajes de los cuadros. Hay que tener conocimientos para respetar y proteger ese legado del pasado, que es la identidad de un país. Prescindir de las humanidades es prescindir de nuestra identidad, de un país y un trabajo civilizador».
–Mucha gente viene a Madrid para visitar el estadio Bernabéu. ¿Cómo lo ve?
–Yo voy a buscar dónde vivió Nabokov porque él me ayuda a entender por qué estoy en el mundo. Sus libros me explican cómo es la vida, cómo se puede vivir y cómo hay que afrontar la muerte. El que va al Bernabéu va a ver la nada. ¿Qué experiencia de vida proporciona un estadio? El dinero de unos jugadores de fútbol que ganan más dinero que los médicos que nos salvan la vida, los fanatismos que fomentan... el deporte es una cultura, pero, en concreto, éste es una industria del entretenimiento. Me parece inconcebible que se conozca más a Messi que a Velázquez. O que no se haya leído a Cervantes.
En «Todo se arregla caminando», que publica Destino, César Antonio Molina regresa a Italia (Nápoles, Bolonia...), pero también barzonea por España, Marruecos, Suiza y Portugal, saca de esos lugares, el capítulo de una historia, el nombre de un rey con mala fortuna, la presencia de un poeta. En sus palabras asoma su preocupación por el desinterés, cada vez mayor, que existe por la cultura. «¿Por qué todo es contra el pensamiento, el individuo y todo es a favor de la masificación, la pérdida de libertad, saber y memoria? Las humanidades son las que nos hacen pacíficos, nos forman como personas. Una democracia tiene que enseñar bien a sus ciudadanos. Las malas democracias son las que no educan a los ciudadanos. Y hay una que no ha sabido educarlos, que ha marginado las humanidades. Si a una persona le quitas su arte, su cine, su cultura, no sabría decir a qué nación pertenece. Ahora está calando entre nosotros la fiesta de Halloween. Pero nosotros teníamos nuestros días de difuntos y santos. Viene algo de lejos y nos invade porque nuestra estructura cultural ha sido masacrada. De la falta de identidad provienen muchos males».
–Ahora, en España, varias...
–Es inconcebible que sean incompatibles el presidente de una comunidad autónoma y el presidente de Gobierno cuando hablan de su país. Cada uno habla de una historia diferente porque cada comunidad autónoma tiene la suya. En Francia no sucede eso porque se valora la cultura. Aquí la cultura molesta, es incómoda, da la lata y, entonces, es cuando sobrevienen los fantasmas. Si no te molestas en enseñar la Constitución, el amor a la libertad, que hubo una dictadura y una guerra civil, pues muchos dirán que hasta que ellos llegaron no existía el mundo. Pero la culpa es tuya, que no has enseñado a apreciar la democracia y lo que no se conoce, se desprecia. España se odia a sí misma, no sabe qué es, no tiene una idea de la historia del país. Y esto es terrible.
–¿Y qué hacer?
–Cuando se hizo la Constitución se debió llegar a un pacto sobre cómo tenemos que explicar la historia. Esta tarea la han hecho los políticos, pero la mayoría de ellos carecen de conocimientos para esto. Este cometido tendría que haber recaído en los historiadores. Habríamos tenido que hacer una historia de España para todos, de común acuerdo. Antes, creíamos que la democracia también traería la cura definitiva de España, porque la democracia es consenso. Se pensó que se iba a extender a todos los demás, pero ahora tenemos una nación que no conoce su pasado; un país con 18 historias diferentes es incompatible. Y este es el mismo problema que existe en este momento en la Unión Europea, que aún afronta un problema de identidad cultural. Quizá ha llegado el momento de explicar que las guerras del Viejo Continente han sido todas guerras civiles. Un conflicto de un país contra sí mismo. Eso despertaría unas conciencias que son necesarias.
César Antonio Molina, que admite su falta de conformidad con el homenaje del Congreso de los Diputados a Cervantes, que reivindica a el «Quijote» como enciclopedia del saber, muestra cierta resignación y advierte de que «la cultura está dejando de ser un elemento del ser humano. Estamos en un instante de acultura y puede venir una época sin cultura».