David Robert Michel: «La privacidad parece ya algo arqueológico»
Consagrado en el Festival de Cannes, estrena «Lo que esconde Silver Lake», un thriller protagonizado por Andrew Garfield, que interpreta a un detective «amateur» que se adentrará en los secretos de una sociedad que aparentemente no esconde nada
Consagrado en el Festival de Cannes, estrena «Lo que esconde Silver Lake», un thriller protagonizado por Andrew Garfield, que interpreta a un detective «amateur» que se adentrará en los secretos de una sociedad que aparentemente no esconde nada.
Podría pasar por un joven David Foster Wallace o, en su defecto, por un «millenial» tardío. Con 44 años y tres largometrajes en su haber, David Robert Mitchell ha emprendido una carrera meteórica comparable a la que, hace una década, llevó a Richard Kelly desde las escarpadas cumbres del cine de culto («Donnie Darko») hasta los abismos de la consagración estrepitosa en la sección oficial del Festival de Cannes («Southland Tales»). «Lo que esconde Silver Lake» no es tan desmesurada co-mo la epopeya posmilenarista de Kelly, ni su acogida en Cannes fue tan negativa, pero las expectativas generadas por su puesta de largo estaban tan altas como con la película de Kelly.
Como James Gray o Jeff Nichols, David Robert Mitchell es uno de esos cineastas norteamericanos que el certamen francés ha acogido como hijos adoptivos. Su ópera prima, «The Myth of the American Sleepover», realizada con unos exiguos 30.000 dólares, se lanzó en la Semana de la Crítica. Cuatro años después, en la misma sección, irrumpe «It Follows», con su extraordinaria puesta en escena de lo invisible modelada en un ejemplar ejercicio de terror adolescente.Se convirtió en el «hype» del Festival, el camino hacia la competición oficial estaba cerca. En la azotea de un exclusivo hotel de la Croisette, el pasado mayo, David Robert Mitchell nos explicó, entre indolente y emocionado, las claves de este «neonoir» extraño, persuasivo, irónico e inquietante, protagonizado por Sam (Andrew Garfield), un tipo sin oficio ni beneficio que, en su nueva faceta como detective «amateur», descubre una ciudad-jeroglífico anegada de secretos de ultratumba.
–A riesgo de resultar tópico, es obvio que Los Ángeles es un personaje más del filme.
–Tal vez mi fascinación por Los Ángeles proviene de que soy de Michigan. Al fin y al cabo, soy de provincias (risas). Llevo varios años viviendo allí, y es, en sí misma, una ciudad de ficción. No solo por las películas que se han rodado allí, ni porque la identificamos de inmediato con Holly-wood, sino porque da la impresión de que en cualquier casa, no importa si en Beverly Hills o South Central, está ocurriendo algo que se nos oculta deliberadamente y que merece ser contado. La película nació de ese impulso: de imaginar lo que la ciudad esconde. Por eso también es la historia de un espacio, de un lugar concreto. Quería ser muy específico con los barrios, con los sitios que visita Sam.
–La película remite a una mitología cinematográfica asociada a la ciudad. Ese sol y, por debajo, esa oscuridad...
–Claro, es un relato típicamente angelino, del mismo modo que lo es «Doble cuerpo» o «La dalia negra», de Brian de Palma. Los Ángeles es una ciudad llena de meandros: cruzas una calle y ahí tienes otro mundo, otra dimensión de la realidad. Me gusta experimentar con los géneros. Posiblemente es la conexión que tiene la película con mis anteriores trabajos. «The Myth of the American Sleepover» era mi versión de la comedia adolescente. «It Follows», del cine de terror. Esta es una historia de detectives, un «film noir» donde el investigador se deja llevar por la interpretación de los signos que se encuentra a su paso. Por muy obsesivo que parezca, Sam empieza siendo un personaje pasivo, no tiene un deseo concreto.
–En «Lo que esconde Silver Lake» hay cientos de referencias a la cultura popular. A través de ella se teje una red conspirativa que a veces parece transcurrir en la mente del protagonista.
–La conspiración es muy contemporánea. Tal vez es lo que nos une a la atmósfera de desprotección e inseguridad que tan bien retrató cierto cine de los setenta, aunque nunca pensé en hablar de la civilización del presente. No me gustan las declaraciones de intenciones, no se me dan bien. Si me obligas, te diré que ahora todas las teorías de la conspiración carecen de ideología, navegan por internet con la misma vehemencia. Si quieres que interprete la película en ese sentido, supongo que quería que la historia de Sam nadara a contracorriente: es decir, en una sociedad tan proclive a mostrar lo íntimo, donde la privacidad parece algo arqueológico, pasado de moda, me resultaba interesante crear un personaje que intenta descifrar enigmas que se resisten a ser descifrados, solo para que, al final, se diera cuenta de que no hay respuestas claras a sus preguntas.
–Da la impresión de que fue una cinta complicada de escribir. Cada detalle cuenta, aunque el espectador no sepa su lugar en el rompecabezas.
–Al contrario, la escribí en un estado febril, no creo que tardara un mes en acabar el guión. Fue muy divertido encajar todas las piezas. Me gustaría pensar que es una película que tienes que ver más de una vez para captar todas sus capas, para percibir lo que ocurre por debajo de su superficie. En realidad, era un guión que estaba escrito mucho antes de estrenar «It Follows», pero me di cuenta de que no estaba preparado para rodarlo sin el presupuesto adecuado. Era muy ambicioso.
–Andrew Garfield es uno de esos actores que luchan contra su propio físico. Como Leonardo DiCaprio, parece bendecido por un sempiterno aspecto juvenil, aunque eso puede convertirse también en su peor maldición. Hay cierto despiste en su mirada que a veces le hace perturbador...
–Necesitábamos a alguien con carisma, que cayera bien al espectador, incluso cuando sabes que está haciendo cosas que, desde fuera, le hacen parecer un loco peligroso. Sam es un «voyeur» que, un día, decide dejar de mirar para pasar a la acción.
–No es casual que, cuando la web ioncinema le pidió la lista de sus quince películas favoritas de la historia del cine, «La ventana indiscreta» ocupara la primera posición...
–¡A quién no le encanta Hitchcock! De todos modos, esa lista podría ser completamente distinta a día de hoy. Mis gustos son muy eclécticos. Recuerdo vivamente, no recuerdo si la incluí, la primera vez que vi «El amor en fuga» de Truffaut. No sabes cómo me identifiqué con Antoine Doinel. Luego recuperé las otras películas del personaje, y aunque las hay mejores, sigo sintiendo un gran afecto por esa. No sé, Doinel es, a su modo, un «voyeur», ¿no?