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Arte, Cultura y Espectáculos

David Wojnarowicz, ¿cómo deberíamos vivir?

El Reina Sofía inaugura la primera gran muestra de este siglo dedicada al artista estadounidense, patrón de los marginados y crítico de una sociedad que se tapaba los ojos ante la epidemia del sida

"Sin título (Genet retratado por Brassai)", de Wojnarowicz
"Sin título (Genet retratado por Brassai)", de Wojnarowiczlarazon

El Reina Sofía inaugura la primera gran muestra dedicada al artista estadounidense, patrón de los marginados y crítico de una sociedad que se tapaba los ojos ante la epidemia del sida

Estados Unidos: donde el individuo lo es todo pero nadie quiere ser un individuo. Formar parte del "mainstream"es el sueño americano; la diferencia, la desviación, se pagan caro. Así entendió David Wojnarowicz su sociedad. Por ello dedicó los pocos años de vida artística que tuvo a rescatar a los marginados de los callejones a los que el sistema les había relegado. Él, que prácticamente se crió en las calles, hizo de los espacios abandonados de Manhattan, como los muelles de la 34 y el Meatpacking District, un gran laboratorio artístico. Fue primero poeta, pero también pintor, fotógrafo, músico y escritor. Todas esas expresiones de Wojnarowicz llegan ahora al Museo Reina Sofía en "La historia me quita el sueño", la primera retrospectiva de esta magnitud que se le ha dedicado desde 1999.

En su presentación de Wojnarowicz, Manuel Borja-Villel recordaba la importancia que tuvieron para él Rimbaud y Jean Genet y cómo de los franceses había tomado la noción de la imposibilidad de separar la vida del arte. Al recorrer la muestra, que reúne más de 200 obras, también resulta imposible no encontrar en ellas las experiencias vitales de Wojnarowicz.

En las fotos que tomó de Peter Hujar cuando éste acababa de morir de sida descubrimos a su mentor, amante y amigo, el hombre que le convenció de que era un artista. Las imágenes de Cristo crucificado y cubierto de hormigas o inyectándose heroína nos recuerdan que Wojnarowicz fue educado en la fe católica por unos padres ausentes, en las mejores de las épocas, y alcohólicos y abusivos en las peores.

En "One Day this Kid"("Un día este niño"), vemos al propio artista de pequeño y, a su alrededor, en palabras, una descripción casi exacta de lo que fue su vida, de los miedos que le atormentaron como homosexual en la América de la homofobia y la epidemia del sida: “Un día, este niño crecerá. Un día, este niño conocerá algo que causa una sensación equivalente a la separación de la tierra de su eje. Un día, este niño llegará a un punto en el que sentirá una división que no es matemática. Un día, este niño sentirá algo despertarse en su corazón, en su garganta, en su boca (....). Un día, este niño hará algo que provocará que los hombres que utilizan los uniformes de sacerdotes y rabinos, hombres que habitan ciertos edificios de piedra, exijan su muerte (...)”.

Los collages en los que combina posters, falsos billetes y todo tipo de elementos que encontraba en las calles, así como las pinturas realizadas sobre tapas de basureros de metal, recuerdan igualmente que Wojnarowicz se educó como artista en la calle. Fue un autodidacta que despreció siempre a las autoridades y que no dudó en criticar a voz en cuello la indiferencia del gobierno estadounidense frente a las miles de personas que morían cada año de sida en los ochenta, muchos de ellos amigos suyos. "Si quieren acabar con el sida, maten a los gays", se lee en uno de sus cuadros. La frase es de un político de la época que se expresó de este modo en una entrevista para la radio. Debajo de sus palabras, pisoteado, el luto: los pies, las manos y la boca retorcida de dolor de Peter Hujar.

Los comisarios de la muestra, David Breslin y David Kiehl, que han trabajado durante años para hacerla posible, encuentran en la obra de Wojnarowicz un planteamiento ético además de estético. El artista, que falleció también por complicaciones derivadas del sida en 1992, fue un ecologista mucho antes de que el término se popularizara, cuestionó los principios de nuestra civilización y el rumbo que hemos tomado como sociedad y apeló a la tolerancia, al respeto por el "otro". Plantea, dicen Breslin y Kiehl, un pregunta tan sencilla como esencial e incómoda: ¿Cómo deberíamos vivir?