Museo del Prado

De Isabel La Católica a Alfonso XIII

Juan de Flandes pintó este célebre retrato de la reina Católica, austera e imponente, hacia 1500-1504
Juan de Flandes pintó este célebre retrato de la reina Católica, austera e imponente, hacia 1500-1504larazon

Juan de Flandes, Mengs, Ribera, Velázquez y Goya, entre otros, arropan una exposición que tiene a Antonio López como gran reclamo.

Sabía Antonio López que en este trayecto a través de la historia del retrato que es casi la de la pintura, al cabo iba a compartir escenario con los mejores maestros. La nómina de compañeros de viaje es apabullante. Además de por la técnica que exhiben, por lo que son capaces de transmitir desde la tela. Juan de Flandes, que es a quien se ha elegido para ser el alfa de esta exposición, nos presenta a una Isabel la Católica (hacia 1500-1504) tan austera como impactante, ya que es ese retrato de busto la imagen que de ella nos ha transmitido la historia, la que forma parte de nuestra retina. Austera, pues, en levísimo escorzo. Ella, sola y sin fondo que nos desvíe la atención, un retrato que por configuración, trazado y composición nada que ver tiene con el que se exhibe de Felipe V a caballo, obra de Van Loo, que pinta a un monarca en majestad, guerrero y ganador, batallador y vencedor, que mira al espectador retándole a que no aparte la vista de él. El cabello al vuelo, asiendo la brida del equino, que luce también esplendoroso. Y de fondo, prácticamente a sus pies, la contienda, el eco de la batalla, la victoria y el éxito, se presuponen, al ver el rostro del monarca. Casi se pueden escuchar (no exageramos) el ruido de las espadas. De los Trastámaras a los Borbones, como bien se dice en el estupendo catálogo de la exposición, la monarquía española ha influido notablemente en la conformación de un género pictórico como es el del retrato, que han plasmado los más grandes maestros de cada época. En este amplio arco que arranca en el siglo XV con una imagen sobria de Felipe el Bueno firmada por el taller de Roger van der Weyden nos topamos con emblemas como el retrato de Sor Ana Dorotea de Austria, de la mano de Rubens, o con el único lienzo ecuestre de José de Ribera, uno de las sorpresas de la muestra y que muestra a Don Juan José de Austria a caballo.

Un Velázquez de 8 centímetros

Para corroborar la teoría de que el tamaño no importa se exhibe un óleo sobre papel de autoría velazqueña de apenas 8 centímetros de altura. El detalle de las vestimentas y ornamentos (las telas, las joyas) de los retratados merece una consideración, pues si la cara es el espejo del alma, la ropa ofrece una información exhaustiva de quien la luce, como en el caso del óleo de Jorge de la Rúa de «Isabel de Austria, reina de Francia», de 1573, cuya sola presencia merecería una visita a esta exposición, como lo son también los de Bartolomé González (ambos de 1621) que inmortalizan a Margarita de Austria y Felipe III. Los príncipes niños son también un hallazgo de la exposición (como los retratos de Giuseppe Bonito) o la elegantísima presencia de Anton Raphael Mengs. Goya atrapa al espectador, que puede encontrar en los lienzos de Juan Bauzil («Carlos IV de espaldas», de 1818) y en la rotunda nodriza de Isabel II, Francisca Ramón (pintada por Vicente López Portaña), dos de las singularidades del recorrido junto con la Infanta María Isabel de Borbón, de 1866, vestida con un traje azul de ensueño, obra de Vicente Palmaroli. En la penúltima sala (si sigue un orden cronológico), un modernísimo Alfonso XIII a caballo pintado por Ramón Casas, sencillamente impresionante. Y en la última, junto al maestro de Tomelloso, una técnica mixta de Dalí fechada en 1979.