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División en el 8-M: claves para entender por qué Irene Montero ha enfrentado al feminismo

Nos acercamos al 8M con el movimiento feminista erosionado y dividido entre aquellas defensoras de la figura de Irene Montero y facciones que rechazan con rotundidad las políticas que se están llevando a cabo desde el Ministerio de Igualdad
Este 8 de marzo vuelve a convocarse en Madrid una multitudinaria marcha por el Día Internacional de la Mujer
Este 8 de marzo vuelve a convocarse en Madrid una multitudinaria marcha por el Día Internacional de la MujerAlberto R. RoldánLa Razón

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El feminismo llega a este 8M de 2023 fragmentado como nunca. Incluso enfrentado, me atrevería a decir. Tras aquel locurón de 2020, empeñada Irene Montero en que su primer 8M al frente de Igualdad fuese el gran triunfo del movimiento social, su particular fiesta grande, como si acabara de eclosionar (antes de Irene Montero todo era nada: todas las cosas por ella fueron hechas, y sin ella nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. San Juan 1:1 - 3) e impermeable a las advertencias sanitarias; ahora, en el que muy probablemente sea su último 8M en el cargo, llega este completamente dividido. Casi una treintena de concentraciones y marchas tendrán lugar en Madrid ese día y aunque la Comisión 8M de Madrid hacía hincapié en la diversidad del movimiento, lo cierto es que hay una brecha irreconciliable. En estas mismas páginas la jurista Paula Fraga, reconocida feminista, afirmaba que este ministerio de Igualdad es lo peor que le podía haber pasado a las feministas. ¿Las principales fricciones? Una de ellas, quizá la más sangrante para el feminismo clásico, es la Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, conocida como la Ley Trans. «Es un disparo a la línea de flotación de las políticas feministas», sostenía Fraga.
«Esta ley viene a sustituir sexo por identidad de género. Ser mujer o ser hombre ya no tiene que ver con nacer con sexo femenino o con sexo masculino, sino con aquello con lo que tú te identifiques. Se comprometen, pues, ya no solo las políticas cuya base configurativa sea el sexo, sino las estadísticas, la ley orgánica de violencia de género, las políticas relativas a igualdad», apuntaba. Desde el Movimiento Feminista de Madrid, también contrario a la Ley Trans, se pedía la dimisión de la ministra por «por su pésima gestión en las políticas de igualdad», al tiempo que desde la Comisión alardeaban de ser quienes asistirían a la convocatoria con la bandera trans «más alta y más grande».
Otro de los puntos de fricción es la Ley del Solo sí es sí. Alumbrada al calor de la indignación y la rabia popular ocasionada por el caso de la Manada, la ocurrencia morada del momento fue poner el consentimiento en el centro, obviando que el consentimiento ya figuraba en el centro desde mucho antes. Las consecuencias del capricho con ínfulas de la Montero, desoyendo las advertencias de juristas, expertos e, incluso, las del propio Consejo General del Poder Judicial, que ya alertaban de las revisiones a la baja que provocaría esta ley en las condenas en las que se impusieron penas máximas con la regulación anterior, no se hicieron esperar demasiado.
Manifestacion por el 8M en Madrid©Gonzalo Pérez MataLa Razón.
Con más de 70 agresores sexuales excarcelados y más de 700 condenas rebajadas, desde la formación morada se continúa insistiendo en que la Ley es impecable y que el problema son los jueces machistas, que la aplican mal adrede. «Por fastidiar», como diría un niño pequeño y mimado en lugar de asumir el error. Con una mano defienden que es perfecta y con la otra que buscan soluciones desde el principio. Lo que ellos llaman «cabalgar contradicciones». La abolición de la prostitución o la gestación subrogada son otros de los temas en los que no hay manera de encontrar acuerdos, donde las discrepancias parecen irreconciliables. «Cuando casi un millar de violadores han visto rebajadas sus condenas y casi un centenar están en la calle», explica Sonia Sierra, doctora en Filología Española, articulista y feminista, «lo lógico es que hubiera una protesta masiva pidiendo que se cambie la ley. Sin embargo la manifestación mayoritaria o, como mínimo, la oficial en Madrid es para pedir que la ley se quede igual. No entiendo con esto a qué feminismo representan ni tengo muy claro entonces qué es lo que vamos a celebrar el 8M, porque ahora mismo ser mujer es un sentimiento. ¿Tiene sentido defender un sentimiento?».
Desde el feminismo clásico se acusa al encabezado por la ministra de usurpar el nombre del feminismo para llevar a cabo políticas neoliberales que son en realidad contrarias a los derechos de las mujeres. Desde este se señala a estas de transfobia y de ser una escisión minoritaria que no representa a las mujeres, que serían todas, todos y todes.
«Desde que está Irene Montero en el Ministerio de Igualdad, cada año se devalúa un poco más el 8M. Las reivindicaciones para las mujeres son necesarias, pero no creo que las estén enfocando bien. Hay luchas que están pendientes y sin embargo cada año con esta mujer al frente las manifestaciones son peor. Desde que se empeñó en convocar a las mujeres en la calle haciendo caso omiso de las alertas sanitarias porque quería su gran baño de masas, mostrando una gran irresponsabilidad, cada año hemos acudido más divididas. Porque el feminismo clásico está cada vez más en desacuerdo con las políticas de este Ministerio. No deja de ser curioso que este gobierno, que es el más feminista de la historia según ellos mismos, tenga una forma de defender a la mujer tan difícil de entender», apunta. «Nadie ha hecho más daño al feminismo español que Irene Montero y su cuchipanda del Ministerio de Igualdad», afirmaba en uno de sus artículos Sonia Sierra.
Y se reafirma en ello: «La sensación es la de que, en realidad, la mujer no les importa nada. El último caso es sangrante: unas niñas que intentan suicidarse, una lo consigue, por un caso de xenofobia. Que en las cartas de las niñas se refieren a sí mismas en femenino, que los padres han manifestado su disgusto porque se refieran a una de ellas como Iván cuando se llamaba Alana… Y ellas lo instrumentalizan para señalarlo como un caso de transfobia, obviando que a dos mujeres las acosaron por ser argentinas y no hablar catalán. Y esto sería solo un ejemplo más».
La ministra de Igualdad, Irene Montero
La ministra de Igualdad, Irene MonteroMARISCALEFE
Y si a un lado está el feminismo «oficial», por llamarlo de alguna manera, que sería el de Irene Montero (el empecinado en sostenella y no enmendalla), y al otro el clásico, que se defiende ante el ataque a todo aquello que sostiene las políticas y medidas que se sustentan sobre la diferencia de sexo, y que históricamente era el más próximo al PSOE, es este el que no tiene más remedio que colocarse al frente de una tercera columna en esta contienda: ni con Irene Montero, lo que podría lastrarle electoralmente por el desapego de las feministas, las suyas de siempre; ni manifiestamente en contra, junto a estas, para no enfadar a la Ministra y evidenciar todavía más, si es que eso es posible, las diferencias entre los socios de gobierno.
Así que, obligadas a hacer encaje de bolillos, las ministras del PSOE se van a ver este 8M obligadas a no aparecer tras la misma pancarta que Montero y Belarra, pero tampoco abiertamente contrarias a sus postulados, pero tampoco llevando la contraria al feminismo clásico. Por si no fuera suficiente, justo el día de antes se debatirá en el parlamento sobre la reforma de la Ley del solo sí es sí, que el PSOE se vio obligado a registrar en solitario por la falta de acuerdo con los morados. Y estos, ahora, amenazan con votar en contra si PP y Vox apoyan con sus votos la reforma. Se avecina un 8M movidito.