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¿Dónde está enterrado Luis XI de Francia?

larazon

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Apodado el Prudente, el rey Luis XI de Francia nació el 3 de julio de 1423, pero desde muy joven tuvo ya verdadero pánico a la muerte. Era hijo de Carlos VII y pertenecía a la Casa Real de Valois, cuyos miembros eran sucesores de la dinastía de los Capetos, primero en la guerra contra los ingleses y después en Italia y contra los Habsburgo. El final de Luis XI fue bastante lúgubre: quedó sumido en la devoción, encerrado en su castillo de Plessis-les-Tours, donde le asistía espiritualmente su confesor y futuro San Francisco de Paula.
Cuando sintió de cerca su propia muerte, el monarca manifestó la voluntad de hallar su último asilo en la nave del Santuario de Cléry, convertido en una de las más hermosas basílicas de toda Francia. Luis XI no se contentó con designar el lugar exacto de su sepultura, sino que encomendó a uno de los encargados de sus finanzas que negociase el precio del mausoleo con un orfebre de Colonia y con un fundidor. Desde 1473, diez años antes de su muerte acaecida el 30 de agosto de 1483, Luis XI había pensado ya en su tumba.
Excomunión
Con ayuda de su confidente Bourré du Plessis, contrató al pintor Colin d’Amiens para que elaborase bajo sus indicaciones su regio retrato con traje de cazador y con los rasgos de un vigoroso joven, pese a ser ya un cincuentón. Su acreditada necrofobia no le impidió así a Luis XI preparar su propia tumba en vida y acostarse incluso en ella varias veces para convencerse de que estaba hecha a su medida. Tan preocupado estaba porque se respetase el lugar de su sepultura que obtuvo una Bula Papal de excomunión contra quien intentase cambiarlo.
Pero la amenaza de excomunión no logró que su último sueño y el de su segunda esposa Carlota de Saboya, con quien había contraído matrimonio tras enviudar de Margarita Estuardo en 1451, se respetase como Dios mandaba.
Transcurrido medio siglo desde el enterramiento, el regio mausoleo sufrió los golpes de vandalismo triunfante. Algunos bárbaros hugonotes, destacados del grueso de las tropas, se dirigieron a Cléry. Pero la sepultura del rey Luis XI pareció librarse al final de los iconoclastas. Llegados a la época revolucionaria, todo emblema que recordase a la realeza debía desaparecer. Y por supuesto, la tumba de Luis XI tampoco podía escapar a la profanación de los descamisados en 1792.
Desde entonces, sabemos por un artículo de Aurélien publicado en el «Journal du Loiret», el 18 de diciembre de 1897, que se descubrieron dos esqueletos casi completos en el sarcófago de Luis XI. ¿Puede asegurarse entonces con rigor a quiénes pertenecen todas esas osamentas...?
En 1897 varios expertos anatómicos se presentaron en Cléry y pudieron comprobar allí que los esqueletos examinados correspondían a los de un hombre y una mujer, y que los cráneos mezclados con los huesos pertenecían a los dos cuerpos reunidos en el mismo sepulcro. Ambos cráneos estaban seccionados, en señal de que los cadáveres habían sido embalsamados en su día.
Cráneos con suturas
El hecho de que los dos cuerpos hallados en el interior del mismo sarcófago hubiesen sido embalsamados, nos proporciona ahora una valiosa pista de que debía tratarse de una pareja regia o al menos renombrada en su época.
Respecto a la edad, y de acuerdo con las suturas de los cráneos, los expertos anatómicos concluyeron que el difunto varón debía tener alrededor de sesenta años, y que la mujer aún no había cumplido los cuarenta. Advirtamos que Luis XI falleció justo con sesenta años y que Carlota de Saboya lo hizo con treinta y ocho.
Comparando la calavera y los maxilares de Luis XI con algunos de sus retratos auténticos, los expertos hallaron un parecido indudable. A falta de evidencias, se halló otra que revestía incluso más valor. Sabido era que el corazón de Luis XI fue separado del cuerpo y trasladado a Saint-Denis. Pues bien, pudo comprobarse que el esternón del esqueleto masculino atribuido al monarca fue seccionado con una sierra, lo cual constituía un claro indicio de que se extrajo durante el embalsamamiento. Por si fuera poco, se aseguró que Albert Auguste Gabriel Hanotaux, antiguo hombre de Estado e historiador francés, le confió al general Denis Auguste Duchêne: «Es imposible negar que sean Luis XI y su segunda esposa Carlota». ¿Tan seguros estaban todos, pues, de la identificación de los dos regios cadáveres tras los actos de vandalismo registrados en 1562 y 1792? La prudencia nos aconseja, por si acaso, el beneficio de la duda...
Polémico reinado
Luis XI se ocupó de los asuntos eclesiásticos revocando la Pragmática Sanción de 1438, gracias a la cual las sedes episcopales francesas eran electivas; y firmando un concordato con el Papa Sixto IV por el que se arrogaba el derecho de nombrar él mismo a los obispos. Licenció a los consejeros de su padre, sustituyéndolos por personas de baja extracción social y muy influenciables, como su barbero Olivier le Daim y su médico Coctier y La Balue, a quien designaría cardenal antes de encerrarlo largos años en una jaula de hierro.
Para colmo, subió con desmesura los impuestos para pagar las deudas con el duque de Borgoña, a quien había obligado a vender las ciudades de la Picardía. Esta iniciativa le hizo tan impopular, que los grandes feudatarios, guiados por su hermano el duque de Berry, se coaligaron contra el rey apoyados por el heredero de Borgoña, Carlos el Temerario.