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Arte

Dubái, capital del arte de los millonarios rusos

Analizamos la razón del súbito crecimiento de las ventas de arte a coleccionistas rusos en los Emiratos

En Dubái se ha levantado el que pretende ser el museo de arte del futuro, que ahora puede beneficiarse de la visita de rusos que huyen de Moscú
En Dubái se ha levantado el que pretende ser el museo de arte del futuro, que ahora puede beneficiarse de la visita de rusos que huyen de MoscúAgencia EFE

Un estudio realizado por Art Basel y UBS acerca del comportamiento del coleccionismo de arte durante 2022 ha revelado el fuerte incremento de compras de obras de arte y objetos de lujo, por parte de coleccionistas rusos, en los países del Golfo Pérsico. La frecuencia de vuelos privados entre Rusia y los Emiratos Árabes ha llegado a crecer hasta en un 14 % entre marzo y junio del pasado año. Vera Alkhova, quien dirige un canal de Telegram en lengua rusa que cubre la escena cultural en esta región del Oriente Medio, afirma que «la mitad de Moscú está ahora en Dubái». Los «relocalizados» –que es así como se denomina a todos aquellos que han dejado Rusia durante los últimos meses– necesitan decorar las paredes de sus casas, lo cual se traducido en un boom del mercado artístico de Dubái durante el último año.

¿Cuál es la razón de este súbito crecimiento de las ventas de arte a coleccionistas rusos en los Emiratos? Evidentemente, el contexto internacional marcado por la guerra de Ucrania. A diferencia de los países occidentales, los Emiratos Árabes no han impuesto sanciones a los ciudadanos rusos. Si a esto sumamos que, desde hace más de una década, Dubái se ha convertido en uno de los «hub» más importantes del mercado del arte a escala mundial, es fácil inferir que toda la actividad compradora que anteriormente realizaban los multimillonarios rusos se ha trasladado al Golfo Pérsico. Además, no hay que olvidar que el mundo del arte se ha confirmado, durante las últimas décadas, como una de las principales lavadoras de dinero negro.

Como no dudan en reconocer los especialistas en este campo, el negocio del arte es –junto con las drogas y la prostitución– la actividad económica más turbia que existe. Si, en cualquier subasta, la identidad de los compradores suele resultar desconocida incluso para el mismo vendedor -una densa capa de abogados, representantes, marchantes, etc. suelen esconder el nombre del coleccionista-, imaginemos cómo será la permisividad en un territorio como el de los Emiratos, en el que las reglas siempre son marcadas por quien más dinero tiene. La cantidad de dinero negro ruso que se tiene que estar blanqueando, en estos momentos, en Dubái tiene que ser irreproducible en números. Y, en esta migración en masa de coleccionistas rusos a Dubái, ¿cuál es el papel jugado por las grandes empresas occidentales del mundo del arte? ¿Habrá quien se aproveche de la ausencia de sanciones a Rusia que existe en este territorio para sacar tajada y no perder el tren de las obscenas cantidades de dinero que se están invirtiendo? Solo un dato que puede ponernos sobre la pista: Christie’s ha incorporado recientemente a su oficina de Dubái a un miembro de su equipo que habla ruso. La multinacional subastadora asegura que, en todos los mercados, se respeta la legalidad internacional. Pero, a tenor de este movimiento, ¿no cabe imaginar que tanto esta como otras empresas occidentales estarán utilizando Dubái para saltarse las sanciones impuestas a Rusia, y evitar así la pérdida de algunos de sus más importantes clientes? El dinero no suele tener ética. Así que extraigamos conclusiones.