Pintura

Durero: hijo de un inmigrante, pintor «rockstar» y padre del "selfie"

El gran grabador y pintor alemán es objeto de una lujosa edición que incluye textos de su diario personal y reproducciones de alta calidad y gran formato.

«El martirio de los diez mil» (1508), de Alberto Durero, obra que se encuentra en el Museo de Historia del Arte de Viena
«El martirio de los diez mil» (1508), de Alberto Durero, obra que se encuentra en el Museo de Historia del Arte de Vienalarazon

El gran grabador y pintor alemán es objeto de una lujosa edición que incluye textos de su diario personal y reproducciones de alta calidad y gran formato.

Alberto Durero nació en 1471 en Nüremberg, pero aparentemente algunas cosas no eran tan ajenas. El artista más famoso del Renacimiento alemán era hijo de un emigrante húngaro y tuvo que adaptarse a otra cultura para prosperar, pero terminó siendo una celebridad de su tiempo, una figura polémica que se presentaba a sí mismo con cierto aspecto a lo Jesucristo, un poco como Kanye West. Para demostrar su fama, se hacía autorretratos con unas vestimentas que no tenía, fardando de trajes, como Kanye West. También fue defensor de un concepto «avant la lettre», los derechos de autor, y fue el primer y más prolífico pintor en autorretratarse. También en esto parece el rapero americano. «Se quejaba de la falta de reconocimiento, pertenecía la crème de la créme en Amberes y en Italia, pero luego llegaba asu país y se sentía como un lacayo», explica Daniel Díez, director de CM Editores, que acaba de publicar «Absolute Durero», un libro de lujosa edición que presenta 600 imágenes del autor, gran fotmato y fragmentos de su diario personal. Una obra en la que ha colaborado el especialista español en la obra del artista Jesús María González de Zárate y que resulta definitiva para acercarse a la obra del pintor y grabador alemán.

Comparaciones aparte con la estrella de la música, un dato que sirve para hacernos a la idea de la magnitud del proyecto es que la investigación y producción del volumen se desarrolló durante una década y el resultado es un volumen de 8,5 kilos de peso. En el libro, su monumental producción de grabados está profusamente representada, al igual que los dibujos y retratos. También se insiste en que Durero fue el altavoz del Renacimiento, que lo dio a conocer en toda Europa. Seguramente, sin él, no habría sido tan importante. Pero ¿qué convierte a Durero en un artista interesante para el espectador cinco siglos después? «En primer lugar, para el que esté interesado en el arte, fue un artista de artistas. Dalí estaba obsesionado desde niño con una copia de ‘‘El rinoceronte’’ y Picasso tomó la técnica de la difuminación de los cuerpos o la descorporeización en sus obras. Tiene una calidad extraordinaria Pero, por otra parte, es que su vida es muy actual. Fue hijo de inmigrante húngaro en Alemania y tiene que adaptarse a otra cultura pero como buen inmigrante nunca está a gusto del todo. Además, hizo algo que nadie había hecho antes: se autorretrata con 13 años, con la técnica de punta de plata, que no permite correcciones, y seguirá haciéndose retratos cada pocos años el resto de su vida», señala Díez.

El autorretrato

Aunque había precedentes de artistas que se representaban a sí mismos, siempre lo hacían en detalles en obras más amplias y de otra naturaleza. Nunca se había llevado a cabo con esa profusión y precocidad. «Se puede decir que fue el padre del ‘‘selfie’’ y fue muy criticado por ello. Se presentaba como un caballero, con ropa cara. O recordando a Jesucristo, con el pelo suelto y la barba, lo cual era muy polémico en la época. A alguno le quemaron en la hoguera por menos».

Era una rockstar un artista de poderosa individualidad. «He utilizado esa misma palabra para definirle en alguna ocasión. Y era curioso porque disfrutaba del reconocimiento en muchos lugares, pero se queja de que no le den todo el crédito que piensa que merece. Tenía una actitud tremenda, reclamaba el dinero que se le debía e iba apuntando cada florín que se gastaba», añade el editor. El experto Jesús González de Zárate cuenta también que en sus diarios, que él mismo tradujo, el pintor se revela atormentado por el dinero. Mantuvo un enfrentamiento con Raimondi, un artista italiano que se lucraba vendiendo sus grabados como propios: «Él ve que le copian y se enriquecen y no lo puede soportar. Lo denuncia públicamente y pide a Maximiliano lo que lo impida». Esto, hoy en día, en jerga del rap se llama «beef». Moderneces aparte, en el libro está el Durero que ya conocen: el de los maravillosos grabados mitológicos, las alucinantes escenas bíblicas, los animales a punto del saltar del papel y los retratos y alegorías en los que perder la mirada entre sus líneas perfectas. El del virtuosismo técnico, el hombre de su tiempo, concernido por las cuestiones religiosas y la contrarreforma protestante. El teórico del arte, el conocedor de geometría y hasta medicina, escultor de la musculatura y el cuerpo humano, ingeniero de la perspectiva y dominador de la luz y el color. Pintor de sabios y campesinos. De dioses y bestias. Pero a esos Dureros ya los conocían.