Eamon Doyle: el fotógrafo del ritmo de Dublín
El artista irlandés se dedicó durante dos décadas a la música, que ha marcado también su trabajo como fotógrafo. Mapfre presenta una retrospectiva de su obra, pura coreografía urbana
El artista irlandés se dedicó durante dos décadas a la música, que ha marcado también su trabajo como fotógrafo. Mapfre presenta una retrospectiva de su obra, pura coreografía urbana
La carrera de Eamon Doyle ha sido circular: estudió pintura y fotografía en Irlanda en los ochenta, pero durante dos décadas se dedicó a la música; a hacerla, producirla y promocionarla. Fundó una compañía discográfica y un festival de música electrónica en su Dublín natal, pero la ola digital que desestabilizó a la industria lo obligó a buscar otros caminos. Con lo recaudado de la venta de sus equipos de música Doyle compró una cámara -primero una análoga, aunque pronto abrazó lo digital- y salió a la calle. Allí encontró una ciudad golpeada por la crisis, pero viva, con un ritmo peculiar. Sin demasiada premeditación, como él mismo confiesa, comenzó a capturar a los viandantes que eran, en realidad, sus vecinos. Y es que la mayoría de sus fotos fueron tomadas en la misma calle de su casa y sin alejarse de ese punto más que unos cientos de metros.
Dichos retratos llegan ahora -y hasta el 26 de enero de 2020- a la sala Bárbara de Braganza de la Fundación Mapfre. Impresas en gran formato e instaladas casi como collages o mosaicos urbanos, las imágenes, a color y en blanco y negro, recogen el movimiento de Dublin e introducen al visitante en él.
La música no solo está presente en la cadencia que transmiten las fotos, sino en la propia sala. Junto con Niall Sweeney, comisario de la muestra, y su amigo y colaborador David Donohoe, Doyle presenta también una instalación en nueve pantallas en las que, mientras la música de Donohoe suena de fondo, se combinan y superponen sus retratos.
El irlandés compara el proceso creativo de la fotografía con el de la música: "La manera de abordar ambas cosas es parecida. Cuando Dave y yo nos metíamos en el estudio establecíamos una serie de condiciones y de ahí veíamos qué salía. Lo mismo ocurre cuando salgo a la calle a hacer fotos: decido dónde quiero estar y algún detalle técnico más, pero luego espero a ver qué sucede, qué me muestra el mundo".
Duelo en Extremadura
De ese trabajo casi casual, que se presenta como un regalo que las calles le han hecho al refinado ojo de Doyle, el visitante desciende a “K”, una serie mucho más conceptual y, a la vez, emotiva. Se trata de figuras envueltas en telas de colores vivos que Doyle contrapone a paisajes de una belleza desoladora. "Siempre quise ser pintor -y todavía creo que quiero serlo- por lo que constantemente me impresionan las diferencias entre ambos procesos. En la pintura te enfrentas a un lienzo en blanco, mientas que en la calle ese lienzo ya está lleno", explica Doyle. "Siento que este último trabajo es más parecido a la pintura por la manera en que fue concebido", dice el artista de su primer proyecto realizado fuera de Dublín.
El título desvela a la verdadera protagonista de la serie: su madre. Katherine murió en 2017, cuando su hijo se encontraba ya inmerso en este proyecto. Sin embargo, el dolor de perderla terminaría por impregnarlo todo. Más aún después de que la familia encontrara las cartas que Katherine le había estado escribiendo durante décadas a su otro hijo, Ciarán, fallecido con apenas 33 años. Desde la muerte del primero hasta la de la segunda la correspondencia unilateral no cesó. “El proyecto se convirtió en una especie de reflexión sobre este duelo prolongado que reconocí en mi madre, pero también en mí”, afirma el fotógrafo sobre "K".
Algunas de las imágenes fueron tomadas en las costas al Oeste de Irlanda, así como en Extremadura. El lugar le fue sugerido al artista por un amigo irlandés instalado en España, y la casualidad quiso que, además, muchas de las cartas de Katherine estuvieran firmadas en España, donde ella pasó algunas temporadas.