Museo del Prado

El Bosco ya es VIP

Se lo ha ganado. Después del récord de visitantes de la exposición del V Centenario de El Bosco, el Museo de El Prado ha habilitado una sala exclusiva para el artista, reorganizando hasta ocho espacios para dar más visibilidad a la pintura flamenca del siglo XV y XVI.

«El jardín de las delicias» copa las miradas de la sala
«El jardín de las delicias» copa las miradas de la salalarazon

Se lo ha ganado. Después del récord de visitantes de la exposición del V Centenario de El Bosco, el Museo de El Prado ha habilitado una sala exclusiva para el artista, reorganizando hasta ocho espacios para dar más visibilidad a la pintura flamenca del siglo XV y XVI.

Son la «crème de la crème» de El Prado: Velázquez, Goya, Tiziano, Rubens, El Greco... Y ahora también El Bosco. Sólo cinco artistas contaban hasta ahora con sala propia en el Museo. Pintores que juegan en otra liga y, además, siempre ganan. A esta lista exclusiva se ha sumado el maestro flamenco por méritos propios: él y el eterno magnetismo de su obra han traído a casi 600.000 visitantes a la pinacoteca durante los meses de verano, convirtiendo a la exposición «El Bosco. V centenario» en la más vista desde que hay registros en este centro. Después de tamaño éxito, nada podía ser igual. Y, efectivamente, El Prado ha decidido integrar todos los cuadros del artista en una única sala, la 56A, e «independizarlo» del resto de la colección. Concederle, como diría Virginia Woolf, una habitación propia. Con luces nuevas y todo.

«El Bosco siempre ha sido uno de los grandes activos de la colección y su sala una de las más concurridas, pero eso se va a multiplicar ahora exponencialmente», explica el subdirector Miguel Falomir. Y es que, si hasta ahora Patinir y Brueghel el viejo (ahí es nada) compartían espacio con el creador de «El jardín de las delicias», ahora todo el protagonismo será para El Bosco en la sala 56A.

Más prestigio para el pintor, pero también más operatividad: «Lo del Bosco es un gran reto de transitabilidad porque sus obras, por sus características, su gran simbolismo y numerosos personajes, hace que la gente pase mucho tiempo viéndola –señala Falomir–. En ‘‘El jardín de las delicias’’ para más tiempo la gente que en ‘‘Las Meninas’’ o ‘‘Los fusilamientos del 2 y el 3 de mayo’’. Aglomeraciones ha habido antes y las habrá después en esta sala, pero ponemos más intrumentos para paliarla».

Ahí quedan, en expositores exentos (en «islas», según el argot) para poder ver los laterales de las pinturas, obras maestras como el mencionado «El jardín de las delicias» o «El carro del heno». También están la «Adoración de los magos» y «La extracción de la piedra de la locura», así como dos «Tentaciones de San Antonio», una de las cuales, la de menor formato, es precisamente la pieza sobre cuya autoría arrojaron dudas unos expertos holandeses poco antes de la inauguración de la exposición de El Prado. «Nosotros ya dijimos que era original y nadie desde entonces nos ha llevado.

Iluminación Led

Este «premio» al artista (que supone además la implantación de iluminación LED en la sala y «espacios generosos» entre las obras) no acarrea, en cambio, un menoscabo en la imagen de sus ex compañeros de «piso», Patinir y Brueghel. «Los visitantes que entraban en la sala antes no tenía ojos para ellos», reconoce el subdirector. Sus obras pasan a la 55A, donde brillan la «Fiesta de San Martín», «El triunfo de la muerte» o «El paso de la laguna Estigia». La reestructuración de este sector de El Prado ha afectado a 8 salas, entre las cuales sobre todo las 6 propias de la pintura flamenca de los siglos XV y XVI. Este campo sale netamente reforzado tras la exposición de El Bosco, «confirmando que el museo cuenta con una de las colecciones flamencas de esta época mejores del mundo», señala Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte. De Van der Weyden y Memling a Antonio Moro y Juan de Flandes, entre otros, El Prado ofrece no sólo una plataforma para socializar la belleza de esa pintura, sino un lugar puntero de investigación para este ámbito. El año que viene, otras siete salas se sumarán al corpus de pintura flamenca del XVI. Será en la segunda planta norte de la pinacoteca.

Asegura Falomir que «casi el 99% de quienes visitan el Museo pasan por la sala de El Bosco», por lo que la idea de «independizarlo» rondaba desde hace tiempo. «Era algo que siempre habíamos tenido en mente, pero no nos habíamos atrevido. Una de las virtudes de las exposiciones es hacer ensayos, inventar y arriesgar, y ahora hemos dado el paso. Lo que no podíamos hacer era volver a la situación anterior», señala. El Bosco, por así decirlo, se lo había ganado. Con 589.629 visitantes, la exposición de este verano superó «por poco» a la de Sorolla, en 2009, y la de «Tesoro del Hermitage», en 2011. Se desconoce si la mítica muestra sobre Velázquez del año 1990 supera a todas ellas, ya que no había entonces mediciones exactas, aunque los responsables del Museo creen que la del maestro sevillano ostenta el récord absoluto.

De récord

Con todo, El Bosco ha marcado un hito. Y desde el mismo Museo dudaban de que pudiera llegar tan lejos: «Fue una exposición muy pautada en tiempos para evitar aglomeraciones, así que no creíamos que se alcanzara esa cifra», asegura Falomir. Aunque desde el principio se confirmó el tirón de la muestra, hasta el punto de que El Prado se vio obligado a prorrogar la fecha de cierre. Finalmente, la muestra se clausuró el pasado domingo. Y, menos de una semana después, El Bosco regresa a El Prado con «habitación» nueva.