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El día que ETA llegó a Obaba

Fernando Bernués adapta a la pantalla una de las novelas más personales de Bernardo Atxaga, «El hijo del acordeonista», en la que habla de amistad y de la violencia terrorista.
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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • M.Moleón

    Marta Moleón

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Fernando Bernués adapta a la pantalla una de las novelas más personales de Bernardo Atxaga, «El hijo del acordeonista», en la que habla de amistad y de la violencia terrorista.
El presente curioso que demanda explicaciones al pasado y la necesidad tramposa de resolver algunas ecuaciones vitales que quedaron inconclusas son los elementos de la matriz que utiliza el director y dramaturgo donostiarra Fernando Bernués en su nueva película «El hijo del acordeonista» para contar la historia oportunamente bella de la amistad entre David Imaz, un joven que tuvo que huir del territorio imaginario de Obaba a mediados de los setenta por razones políticas y Joseba Altuna, su amigo de la infancia y responsable por derecho de su felicidad durante el periodo de la adolescencia y juventud. Basada en la novela homónima de uno de los escritores en lengua vasca más traducidos y premiados, Bernardo Atxaga, la cinta intenta ordenar la historia reciente del País Vasco a través del relato de una peripecia personal que es tan suya como nuestra, en donde el poder de la verdad y la espontaneidad de las emociones de los protagonistas consiguen atrapar al espectador al tiempo que le conceden libertad para repensar la historia y una oportunidad única de establecer diálogos con las distintas caras del perdón.
«Es una radiografía tremendamente lúcida, política, emocional, familiar y social de lo que fue la vida en aquella época. Lo que fue nuestra vida. Yo soy de una generación un poquito más joven que la de los protagonistas de la historia, pero reconozco en ella el ADN de cómo ha sido la vida de muchos. Esto se hace a través de un elemento que para mí es fundamental y que conforma un espacio que he reivindicado en bastantes ocasiones en muchas funciones, que es el de la amistad», admite el director, y añade; «El tiempo que vivimos ahora de productividad, de rapidez, de individualidad y competitividad extremos pareciera que nos empuja a no tener tiempo para cultivar la amistad. Cuando se trata de algo muy terapéutico y en el fondo muy revolucionario. Tenemos que ser un poco más subversivos con un espacio en el que la palabra amistad está desapareciendo de nuestras vidas y en el que el discurso este de “estás solo” “no te fíes de nadie” se está enquistando. Hay que mandar menos emoticonos de corazoncitos y decir más veces “te quiero” y dar abrazos de verdad. Es un principio solidario de la vida».
Fidelidad narrativa
El hecho de que «El hijo del acordeonista» discurra narrativamente durante tres épocas diferentes en las que David irá descubriendo de forma progresiva las dificultades personales de tener que lidiar con un padre acordeonista de profesión y falangista a tiempo completo, las aristas de un amor sobrexcitado de juventud y las consecuencias tardías de su implicación en la lucha armada del grupo terrorista ETA, no solo no ha supuesto ningún inconveniente a la hora de materializarlo en imágenes, sino que además ha dotado de amplitud al relato tal y como asegura el propio escritor: «Materializar es la palabra clave. Mucha gente dice que el cine o la literatura se parecen, pero yo pienso lo contrario. No se parecen en nada. Y no se parecen en nada porque el cine precisamente materializa. Tarkovski decía que el cine es fáctico. En el sentido de que tú oyes una voz y es una voz que pertenece a alguien. Ves una cara que te deja apreciar unos gestos. A veces hay muchos libros que los ves en el cine y dices “no me lo imaginaba así ni de lejos”, en cambio en este caso, en esta película –y comparten opinión muchos amigos míos, mi familia y mi hija– los personajes sí parece que sean los del libro. Es decir, hay una adecuación muy estrecha». Atxaga señala además, los motivos potencialmente culpables de semejante sinergia: «Puede que esto tenga que ver con que antes se hizo una obra de teatro (dirigida también por Bernués), que Fernando y yo nos conocemos desde hace bastante tiempo, que conozco a algunos de los actores o que el padre de uno de ellos fue mi médico. Todo ese tipo de factores hacen que realmente sea capaz de ver el libro en la película. No me pasa siempre, pero me ha sucedido ahora». Y es precisamente ahora cuando llega a nuestras conciencias la historia de un joven valiente y combativo que terminó prohibiendo que sus ideas dominaran su vida.