«El Estado Islámico es teológicamente analfabeto»
Peter Watson. Historiador. El ensayista rastrea. en un gran volumen las consecuencias que ha tenido para Europa uno de los enunciados más conocidos y polémicos de Nietzsche: «Dios ha muerto».
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El investigador británico, autor de dos grandes obras como son «Ideas» y «Una historia intelectual del siglo XX», completa ahora este panorama con una nueva e importante dimensión: un análisis de cómo ha evolucionado el mundo de las creencias y los valores desde que en 1882 Nietzsche proclamó la «muerte de Dios». Tras el éxito en el Reino Unido, su último libro, «La edad de la nada» (Crítica), llega ahora a librerías españolas.
-Nietzsche dijo que Dios había muerto. ¿Dio paso eso a unas nuevas religiones: los totalitarismos, el culto al líder y la fe en el superhombre del Tercer Reich?
-Debido a que sus argumentos eran tan sarcásticos y estaban tan bien escritos y porque además llegaron poco después del libro pionero de Darwin, «El origen de las especies», Nietzsche indujo a la gente a considerar una existencia sin Dios. Fue acusado por algunos de los horrores de la I Guerra Mundial debido en parte a que el Gobierno alemán utilizó una edición «radical» de sus escritos que se entregaba a los soldados cuando éstos se dirigían hacia el frente. Pero su obra se produjo en un momento en el que el arte se percibía de una manera más importante que en la actual. Mucha gente esperaba que el arte –la poesía, pintura, música, pero sobre todo la danza de aquel momento– ofreciese un estilo de vida más satisfactorio.
–Hasta el siglo XX, la religión difundía la moral. ¿El desafío de las democracias modernas es predicar una sin una base religiosa?
–A día de hoy, la mayoría de la gente se da cuenta de que la moralidad no depende de la religión. Ocurrió ya en el pasado, pero las democracias enfatizan –con razón– que la moral es un aspecto de la individualidad, no de la religión. Las personas no religiosas pueden ser más morales que la gente religiosa porque no crean esas divisiones de «dentro del grupo» y «fuera del grupo» como lo hacen las personas religiosas. Las democracias son, en general, más morales que las sociedades altamente religiosas.
–¿Cuál es la consecuencia más directa de la «muerte de Dios»?
–La más directa de la muerte es concentrarnos en esta vida y no en la que supuestamente viene después, tal y como dijo Nietzsche. Esta vida es la única que tenemos y, por tanto, debemos sacar el máximo provecho de ella.
–Las ideas desbancan a la religión y la ciencia ha desbancado a las ideologías. ¿La ciencia es el nuevo becerro de oro?
–La ciencia es una curiosa bestia. La mayoría de la gente reconoce que es la forma más valiosa de conocimiento, pero no están abrumadoramente interesados en sus conclusiones. Aunque pronto tendrán que estarlo. La ciencia está invadiendo poco a poco todos los aspectos de la vida: en sus últimas manifestaciones trata de explicar la religión y ahora hay varios libros en los que los científicos tratan de explicar la moralidad como una función de la evolución. Muchos critican esta nueva dirección tomada por la ciencia, pero espero que continúe extendiéndose en este campo.
–¿De dónde pueden obtenerse hoy la moral y la ética?
–La moral y la ética sólo pueden entenderse a partir del examen sobre lo diferentes que son las personas y la manera en la que pueden vivir mejor todos ellos juntos. Algunos como John Rawls, el filósofo estadounidense, han explorado cómo la mejor forma de vida puede conseguirse para que sea justa para todos. Los filósofos todavía pueden aportar sensatez, pero por lo general, en un contexto secular.
–Desde el ocaso de la idea de Dios en Occidente se ha producido una paulatina exaltación de la fama, el dinero y el materialismo. ¿Tiene algo que ver?
–La exaltación de la fama y el dinero es independiente de ella, pero ha tenido lugar de manera paralela. La exaltación de la fama y el dinero surge de los desarrollos de la tecnología de la información y los medios de comunicación que han hecho que la fama sea mucho más fácil de difundir. En Estados Unidos, en particular, las figuras religiosas son más famosas que nunca, a menudo porque tienen sus propios programas de televisión. Y el Papa es más famoso que nunca, en parte porque se le ve más y, con las redes sociales, hay más maneras para que la gente se sienta cerca de él.
–¿Con qué se ha intentado sustituir la idea de Dios a lo largo del siglo XX?
–El principal reemplazo de Dios en el siglo XX ha sido la psicología.
–¿Nietzsche previó las consecuencias de sus enunciados?
–Nietzsche no pudo haber previsto la mayor parte de las consecuencias de lo que dijo. Él era un hombre infeliz, que se convirtió en un enfermo mental hacia el final de su vida y terminó catatónico. Pero se regocijaría en algunas de las cosas que pasaron después, no tanto del cambio en la psicología, sino el hecho de que más personas se interesaron por las artes y se concentraron en esta vida en lugar de la otra. Él pensaba que la religión reprimía a las personas, por lo que habría aprobado los aspectos antiopresivos que caracterizan la vida moderna.
–¿Existe una relación entre esa muerte de Dios y los genocidios del siglo XX?
–Ésta es una buena pregunta y no estoy seguro de si hay una sola respuesta. Los nazis trataron de inventar su propia religión mientras que los bolcheviques trataron de acabar con el cristianismo y el islam en Rusia. Ambos llevaron a los asesinatos en masa. El genocidio que se llevó a cabo enTurquía se basó en diferencias religiosas y el del Lejano Oriente, como en Camboya y China), fue, sin embargo, algo más político. ¿Existe alguna diferencia (aparte de la escala de esas muertes y el impacto que supusieron unas armas más modernas tecnológicamente) entre los genocidios del siglo XX y los de la Guerra de los Treinta Años entre protestantes y católicos? No lo creo.
–Sin Dios, en este caso llamado Alá, ¿tendríamos el terrorismo del Estado Islámico?
–La respuesta es: probablemente. El Estado Islámico (EI) es esencialmente vengativo. Y voy a apuntar aquí una nota esclarecedora: Nietzsche también dijo que la política del siglo XX estaría dominada por la venganza. A partir de aquí, hay que señalar que una de las grandes diferencias que existen entre el islam y el cristianismo es que Jesús no escribió nada. Los cristianos llevan más de 2.000 años tratando de averiguar lo que quiso decir, lo que ha llevado a la teología, el arte, la filosofía y la ciencia. Mientras que en el islam, el Corán es la primera y última palabra. Nosotros en Occidente estamos ahora en un mundo en gran medida poscristiano, mientras que el islam se ha quedado atascado. Los musulmanes tolerantes lo saben, pero el Estado Islámico es teológicamente analfabeto y deliberadamente ignorante. En el fondo se trata de una postura política disfrazada de religiosa.
–¿Considera que la sociedad británica todavía es cristiana?
–La sociedad británica es la menos religiosa de Europa y creo, por lo tanto, que es la más feliz, o la que más cómoda se siente consigo misma (yo vivo en Francia parte del año y voy mucho a Alemania e Italia). Reino Unido es un país poscristiano, sobre todo, donde hay más personas que creen en los fantasmas (58 por ciento) que en Dios (52 por ciento). Esto tiene su lado negativo: nuestra cultura pop es vil, nuestra obsesión con el fútbol es patética, nuestra forma de beber es patológica, nuestras habilidades lingüísticas son deficientes. Pero nuestra ciencia es vibrante, al igual que lo son nuestros medios de comunicación (la BBC es la mayor institución cultural en la historia del mundo, mucho más creativa, desde luego, que Hollywood), y nuestras universidades son prósperas. Se acaba de tomar la decisión de que todas nuestras escuelas confesionales ahora deben enseñar dos religiones, no solamente una, lo cual es un tremendo avance, algo muy importante, en mi opinión.
–¿Y en qué cree usted?
–Creo en la fenomenología, una palabra fea que significa que debemos alegrarnos por todas las cosas diferentes que hay en el mundo, en su abundancia. Sólo de esta manera se puede estar vivo a lo que este mundo tiene para ofrecer. En definitiva, todo lo contrario al Estado Islámico.
Perfil
Escritor, presentador e intelectual
Peter Watson nació en 1943 y se educó en las universidades de Durham, Londres y Roma. Fue nombrado editor de New Society y formó parte durante cuatro años del grupo Insight de «The Sunday Times». También ha sido corresponsal de «The Times» en Nueva York y ha escrito para «The Observer», «The New York Times», «Punch» y «The Spectator». Ha presentado diversos programas de televisión sobre arte y es autor de trece libros, entre los que destacan «Historia intelectual del siglo XX» (2004), «Ideas» (2006) y «La gran divergencia» (2012), todos publicados por Crítica. Desde 1998 es asociado de investigación en el McDonald Institute for Archaeological Research, en la Universidad de Cambridge.
Ficha
«La edad de la nada»
Peter Watson
Crítica
840 páginas, 29,90 euros