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El futuro del Teatro Real

La Razón

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El Real tenía dos directores artísticos.
El Real tenía dos directores artísticos. El jueves se comunicó que Matabosch ya era el único, puesto que se había llegado a un acuerdo con Mortier para su paso a la mera asesoría en una forma ya tardía de pagar silencios. Increíblemente se negó una explicación sobre el coste de la operación, porque se trata de una entidad financiada en un 50% con fondos públicos. ¡Menudo modelo de transparencia! Las cosas estaban francamente mal, con una programación para la temporada 2014-15 para la que el presupuesto no alcanzaba y con gran hartazgo en el Ministerio de Cultura. Matabosch estaba elegido desde julio y la elección tiene su lógica. No era cuestión de caer en el otro extremo y hacer bascular al teatro como hizo París con Jöel tras Mortier. Matabosch supone en principio un adecuado equilibrio en las cuestiones de programación e incluso en las de comunicación. Él posiblemente se considera tan divo como Mortier pero, en cambio, no lo demuestra y tampoco busca ser permanente foco de atención. En el Liceo supo manejar el repertorio y las voces, si bien descuidó las regias en las obras populares y se pasó de modernidad en ocasiones. Ambos factores se tradujeron en una retraída de la taquilla que equilibró cada temporada con un gran título lleno de grandes cantantes en varios repartos sin apenas ensayos.
En el Real hará fundamentalmente dos cosas: ampliar la dosis de repertorio tradicional e incorporar las voces que desaparecieron hace tiempo del teatro. Volverán cantantes como Nucci, que se sabían marginados. El público agradecerá ambas cosas. Hace falta también que, de momento, no caiga en la tentación de querer meter en Madrid puestas en escena como algunas de las que programó en el Liceo y sí otras como la laureada «Muerte en Venecia». La estupenda «Boheme» no será ya destruida ni mal vendida. Quiérase o no, habrá de cancelar algunas producciones apalabradas sin aún desembolsos y solucionar cuestiones como las de la nueva para «Los cuentos de Hoffmann». Y, con toda lógica, tendrá que comunicar a los «amigos» de Mortier que se acabaron los viajes innecesarios, los contratos de favor a sus parejas, los vuelos en primera, los hoteles de cinco estrellas y las opíparas comidas. Si alguno deja de venir no será por amistad, sino porque no le compensen las nuevas condiciones. El teatro podrá recuperar el público perdido y el favor del que aún resistía a regañadientes. No son de recibo 360€ por una reposición del «Barbero» sin divos.
En el proceso hay un discreto ganador del que nadie habla que hará la hucha que Mortier le negó y una torre dañada en el tablero de ajedrez, después de quedar en evidencia su mal juego y dejar en descubierto a rey y reina tras fallar en su jaque. ¿Habrá desenlace?