Sao Paulo

El «Gaudí Brasileño»: Arte y arquitectura en la favela

La osadía de la Sagrada Familia y la originalidad del Park Güell traspasaron las fronteras españolas y se instalaron en la segunda mayor favela de Sao Paulo. Allí, entre casas de ladrillo sin revestir y uralita, es donde el "Gaudí brasileño"construye desde hace treinta años su propia obra maestra. Heredero del estilo que caracterizó a Antoni Gaudí (1852-1926), el brasileño Estevao Silva Conceiçao perpetúa la modernidad del artista catalán en su casa de Paraisópolis, una favela de cerca de 80.000 habitantes que, paradójicamente, colinda con uno de los barrios más exclusivos de la ciudad, Morumbí.

A primera vista podría parecer que Silva, de profesión jardinero, se inspiró en Gaudí para erguir su casa: dantesca, ecléctica, sobrecargada. Una impresión equivocada, ya que la primera vez que el brasileño escuchó hablar del genio español fue algunos meses antes de recibir una invitación de la Fundación Gaudí para conmemorar, en 2002, los 150 años del máximo exponente del modernismo español.

"Cuando llegué a Barcelona y supe bien lo que Gaudí había hecho me emocioné mucho. Fui al otro mundo, yo que venía de Bahía (estado del nordeste de Brasil). Me sentí muy orgulloso de mi trabajo", comentó a Efe Silva, quien hoy tiene 57 años.

Silva comenzó a construir su casa "gaudiana"por azar en la década de los 80, cuando se instaló en la favela de Paraisópolis: el rosal que había plantado creció más de lo esperado y consideró oportuno construir un armazón de hierro cimentado para guiarlo.

Y desde ahí nunca más se detuvo.

Más tarde llegaron las líneas curvas, las piedras, las formas geométricas, el tejado en forma de estalagmitas y rápidamente una simple residencia en una favela de Brasil se convirtió en la popularmente conocida como "Casa de Piedra", que puede llegar a evocar la célebre "Casa Milà"(La Pedrera), otro de los iconos de Gaudí en Barcelona.

En su visita a la tierra del arquitecto español, Silva, cuya obra también bebe del surrealismo de Salvador Dalí, absorbió la inspiración necesaria para incorporar ideas y técnicas de Gaudí.

Este brasileño, que carece de instrucción artística formal, de pronto se vio inmerso en una de las obras maestras del artista, el Park Güell, que vigila la capital catalana desde las alturas.

Allí Silva, que hasta los 18 años se dedicó a montar corrales para gallinas en Bahía, se apoderó del "trencadís", de los mosaicos, del juego cromático y de la sintonía de la arquitectura con la naturaleza que acompañó una parte de Gaudí y lo incorporó al paisaje de esta impactante favela de Sao Paulo.

De su viaje por la ciudad condal, trajo hasta la metrópoli más grande de Sudamérica dos recuerdos del arte de Gaudí: una réplica de la famosa salamandra que preside la escalinata del Park Güell y un plato de cerámica del Templo de la Sagrada Familia.

También metió en su maleta la idea de incrustar en las paredes gafas, teléfonos móviles, monedas, santos, muñecos, piezas de cerámica, cámaras de fotos, fragmentos de la Biblia y todo tipo de objetos inusitados, provocando una sensación de claustrofobia, como si se tratara de un gran bazar.

Subiendo un laberinto de escaleras Silva escapa del abarrotamiento y se encarama en lo que el mismo llama "jardines flotantes", un lugar de calma desde el que se puede ver el contraste social de Brasil: por un lado, los lujosos edificios del acomodado barrio de Morumbi. Por otro, cientos de viviendas aglomeradas de ladrillo sin revestir.

Allí, en lo alto de su "Casa de Piedra", el brasileño pudo hacer realidad su sueño: tener un jardín. El sueño que hace tres décadas le llevó a plantar un rosal y que le convirtió en el "Gaudí brasileño"antes de saber tan siquiera quién era el genio de Reus.