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El general Prim fue estrangulado mientras se desangraba

La Comisión Prim, que ha investigado las circunstancias de la muerte del general Juan Prim, ha concluido que el militar murió estrangulado mientras se desangraba de las heridas causadas por los disparos que sufrió en atentado en 1870, y señala al general Serrano como autor intelectual del magnicidio.

El periodista y escritor Francisco Pérez Abellán, director de la Comisión Prim y que ha recogido las conclusiones de esa investigación pluridisciplinar en el libro "Matar a Prim"(Planeta), ha dicho a Efe que, entre esas conclusiones, destaca por "novedosa"que Prim "tras ser tiroteado, fue rematado por estrangulamiento a lazo".

El autor considera falso el "mito"de que Prim hubiera permanecido tres días agonizando y que falleciera a consecuencia de la infección de las heridas de bala, "una versión interesada e inventada por todos los que estuvieron implicados en el crimen".

Sin poder establecer la fecha exacta de la muerte, Pérez Abellán señala que "debió de producirse al poco de ser tiroteado, en su casa, "seguramente, mientras se desangraba, pues en ningún momento fue curado ni se trató de cerrar las heridas de bala; y por orden del general Serrano o con su consentimiento y, casi seguro, en su presencia".

Este estudio que dirige Pérez Abellán, que contó con la participación de expertos de la Universidad Camilo José Cela, ha entrado en colisión frontal con un segundo informe forense dado a conocer el pasado mes de diciembre, avalado por la Universidad Complutense, que rechaza la posibilidad del estrangulamiento y que atribuye la marca en el cuello al ropaje que llevaba.

Para el autor del libro, el asesinato de Prim fue "el primero de cinco magnicidios en España, todos inspirados en este de 1870", que acabaron con otros tantos presidentes de gobierno: Cánovas del Castillo (1897), José Canalejas (1912), Eduardo Dato (1921) y Carrero Blanco (1973).

Pérez Abellán piensa que desde el asesinato de Prim "todo magnicidio sale de una traición en el núcleo duro del poder", algo que aplica también al asesinato de John Fitzgerald Kennedy.

"En el caso de Prim, se produce la retirada de la policía por orden del ministro de la Gobernación, Práxedes Mateo-Sagasta, discípulo de Prim y que ocupó la presidencia del Gobierno inmediatamente después, bajo el reinado de Amadeo de Saboya en 1871", recuerda.

Pérez Abellán sostiene la teoría de que "en todos estos magnicidios, tuvieron que desaparecer los presidentes del consejo de ministros para que España variara radicalmente de política", y en el caso concreto de Prim tuvo la finalidad de que no prosperara la dinastía de los Saboya.

En relación a las razones de Serrano para hacer desaparecer a Prim, el periodista apunta que "la tirantez entre ambos era tan grande que incluso las caricaturas de la época ya señalaban a Serrano como el instigador".

Serrano, que ya había sido calificado por Cánovas de "incorregible ambicioso", fue, a decir del autor, "el primer amante de Isabel II cuando tenía 13 o 14 años, un monárquico que echó a la reina tras la Revolución de 1868; fue el último presidente de la I República y acabó sus días como embajador en París con Alfonso XII".

Lamenta Pérez Abellán que no se haya estudiado a fondo el sumario de Prim, compuesto por 18.000 folios, de los que aparecieron destruidos prácticamente la mitad.

Entre los miles de folios desaparecidos o emborronados hay "información sensible sobre la investigación acerca de Serrano y el coronel Felipe Solís y Campuzano, secretario de Antonio de Orleans, duque de Montpensier.

"En ese sumario aparecen los 12 nombres de los asesinos contratados, a los que se prometió el pago de 10 pesetas diarias y 5.000 duros si acababan con éxito el magnicidio, además de tener garantizada su salida del país, como así fue".

El Duque de Montpensier, Antonio de Orleans, casado con la hermana de Isabel II, financió, añade Pérez Abellán, la operación.

Como en muchas conspiraciones desde dentro del poder, no falta la implicación de la masonería que vive en esos años su momento de esplendor: "La muerte de Prim es una guerra entre masones, pues él encabeza la parte masónica monárquica y los que le matan es la parte republicana y partidaria de Montpensier".

El estudio del sumario identifica a José Paúl y Angulo como el jefe de los asesinos materiales de Prim, "un idealista, que conoció a Prim en Inglaterra en el exilio y volvió a España con él, que procedía de una familia de negocios y acabó convirtiéndose en un lumpen proletariado. Tras el magnicidio, cobró su dinero, se marchó a París y ya nunca volvió, y allí escribió un libro echando la culpa del asesinato a Serrano".