El llano amarillo en el que nació la peor guerra de España
Esta zona de África protagonizó los primeros momentos del conflicto bélico cuando ni siquiera había estallado.
Esta zona de África protagonizó los primeros momentos del conflicto bélico cuando ni siquiera había estallado.
Se llama así por las infinitas florecitas de este color que inundaban su suelo durante el verano marroquí. El 12 julio de 1936 el Ejército de África estaba terminando sus grandes maniobras estivales anuales. En el desfile final de las tropas que habían participado en los ejercicio destacaban las Banderas del Tercio de Extranjeros, de La Legión, desfilando a su rápido paso, seguidas de unidades de tropas moras, los Regulares marchando al ritmo de sus bandas de chirimías, la Mehala Jalifiana, la Policía Indígena a caballo...
Las tropas desfilaban en un ambiente de tensión que casi se podía cortar. En medio del desfile pasaron sobre las formaciones dos escuadrones Breguet. Corrió el rumor de que el Gobierno los había enviado para bombardear a las tropa el último día de las maniobras. Olía a guerra, un olor que hacía ya mucho que no flotaba en el ambiente. El desfile ante los generales fieles al Frente Popular Romerales y Gómez Morato transcurrió sin incidentes. En Tetuán como en Madrid se respiró con alivio. Los rumores de un pronunciamiento del Ejército de África parecían eso, solo rumores.
Arriesgado
El Alto Comisario de España en Marruecos, Álvarez Buylla, no pudo dejar de comentar al general Gómez Morato lo arriesgado que había sido celebrar unas maniobras en ese momento, en un ambiente tan crispado y repleto de anuncios del comienzo de un golpe militar. El general la tranquilizó afirmando que sus oficiales solo pensaban en cumplir con su deber y que estuviese calmado.
Durante las comida, que puso fin a las maniobras, antes de que cada unidad volviese a sus cuarteles, la oficialidad más joven comenzó a brindar al grito de: «¡café, ¡café!», mientras que desde otras mesas su compañeros les jaleaban, «¡siempre! ¡siempre!» El teniente coronel Yagüe, jefe del Tercio, les escuchaban emocionado.
Álvarez Buyllas, al oírles gritar «¡café!» preguntó que por qué lo pedían si no había terminado la comida. «¡Café!», era el acrónimo de Camaradas Arriba Falange Española. El Ejército de África estaba ya en ebullición. Al llegar los postres todos los oficiales presentes, como un solo hombre, comenzaron a cantar el «Himno de Infantería»; «Ardor guerrero»... Algunos pocos suboficiales se quedaron sentados y comenzaron a canturrear «La Internacional» y el «Himno de Riego».
La tienda del teniente coronel Yagüe se convirtió en el centro de atención de los descontentos. Estaba decidido a sublevarse pero desde la Península no envían la orden. Se encuentra sentado en una silla de tijera calentando los ánimos de sus compañeros de armas. El Ejército de África está en ebullición. Se pasea entre las tiendas de los oficiales jóvenes. «Señores, supongo que saben que nos vamos a sublevar». Cuando las tropas de África regresaron a sus cuarteles solo esperaban la orden de Mola, «El director», para sublevarse. El mando lo tenía que desempeñar Franco, al frente de la guarnición de Canarias, pero dudaba de dar un paso de tan enorme transcendencia personal y política. Franco era hombre prudente, lo que hacia que algunos de sus compañeros de armas implicados en la conspiración le hubiesen puesto el nada cariñoso mote de «Mis Canarias».
El 13 de julio, en el Llano Amarillo, se conoció el asesinato de Calvo Sotelo. Su muerte sirvió para decidir a los indecisos y afirmar a los comprometidos. El Gobierno no hizo nada para detener a los culpables, el capitán de la Guardia Civil Fernando Condés, varios guardias de asalto y algunos pistoleros de la escolta del socialista Indalecio Prieto. A Calvo Sotelo lo habían detenido en su casa a cara descubierta, de uniforme, ante toda su familia y criados de la casa. Ese mismo día escribía Yagüe a Mola: «El trabajo ha sido fecundo. Aquí todo listo; solo necesitamos mando y barcos». Las órdenes finalmente son el 17 a las 17 horas, aunque Mola intentará retrasar el golpe, sin resultado. Al mensaje que trae el enlace Luisa Belloquí el Ejército de África solo dirá que ya todo ha empezado.
Franco se preparó para viajar en el «Dragon Rapide» a Tetuán donde le esperaría Yagüe con sus legionarios. El alzamiento militar dio comienzo el 17 de junio de 1936 a las 4 de la tarde, de forma inesperada, en Melilla, en la Comisión de Límites, donde prendió la mecha el teniente coronel Darío Gazapo.
La solución extrema del ejército español que, en principio, fracasó
El general Francisco Franco, y otros muchos militares, veían en la sublevación la solución última, extrema. El asesinato de Calvo Sotelo (que fue ministro de Hacienda durante la dictadura de Primo de Rivera) terminó por decidirles. Franco estaba en Las Palmas en la madrugada del 17 al 18, para asistir al entierro del general Balmes, que había muerto mientras limpiaba unas pistolas que pretendía entregar a un grupo de jóvenes falangistas canarios. El mismo 18, Franco cogió el avión que le había de llevar a Tetuán, al aeropuerto de Sania Ramel, donde aterrizó el 19 a las de la mañana, para hacerse con el mando de las tropas sublevadas y ya dueñas del Protectorado. Las fuerzas de Marruecos, aisladas de la Península, inicialmente no tenían más papel en el golpe de Estado preparado por Mola que apoyar y dar sustento moral al resto de jefes y oficiales, al frente de sus respectivas unidades, que tenían que alzarse en toda España. El golpe fue un fracaso y degeneró en una terrible guerra civil en la que el Ejército de África iba a desempeñar un papel fundamental.