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Biblioteca Nacional

El maestro Rivero Gil que estaba allí

Este ilustrador y humorista realizó portadas de Espasa-Calpe para libros de Camba, Chaves Nogales y Gómez de la Serna. Su trabajo se incluye en la exposición de la Biblioteca Nacional “La seducción del libro. Cubiertas de vanguardia en España, 1915-1936"

Portadas ilustradas por Rivero Gil en los años 20 y 30
Portadas ilustradas por Rivero Gil en los años 20 y 30larazon

El ilustrador es uno de los platos fuertes de una exposición en la Biblioteca Nacional sobre portadas de libros

Elena Rivero es sobrina nieta del ilustrador Francisco Rivero Gil (Santander, 1899-México, 1972): "Yo sabía de su existencia, obviamente, aunque con el tiempo me he ido acercando más a su obra y he descubierto su gran importancia. Pero, desgraciadamente, sigue siendo un artista poco conocido en España, a pesar de que en su época fue muy valorado". Elena acude cada mañana a la Biblioteca Nacional para prepararse unas oposiciones. Ahora, a partir del martes, una planta bajo su lugar de estudio, las ilustraciones de Rivero Gil y otros artistas darán cuenta del arte, si no perdido al menos invisibilizado, de vestir las palabras.

La exposición "La seducción del libro. Cubiertas de vanguardia en España, 1915-1936", en la Biblioteca Nacional, nos acerca a pintores de La Edad de Plata y a su importancia en una época en que las portadas de los libros llegaban a ser objetos meritorios por sí mismos. Rivero Gil fue uno de los puntales en este sentido. Sus portadas para la editorial Espasa-Calpe, en especial, y en obras de autores tan destacados como Julio Camba, Ramón Gómez de la Serna y Manuel Chaves Nogales, son paradigmáticas. Para este último, ilustó en la revista Estampa su famoso "El maestro Juan Martínez que estaba allí"en el año 34, que luego acabaría convertido en libro. Su relación con el periodista, que acabaría también exiliado, iba más allá de los profesional.

La sobrina nieta del artista lleva años recopilando información sobre la obra de Rivero Gil. "Me da pena ver que esos libros ilustrados se venden por apenas 5 euros en la Feria del Libro Antiguo, por no hablar de cuadros suyos en Wallapop, entre un patinete y un microondas". Ella misma ha rescatado por precios muy bajos grandes lienzos de temática costumbrista, pasiega, del artista cántabro. A pesar de que el MOMA y el Reina Sofía tienen obras de Rivero Gil, lamenta su familiar, "como otros exiliados republicanos, en México este tipo de artista está más valorado que aquí".

Buena parte de la obra de Rivero Gil no se entiende sin su militancia republicana. Durante los años de la guerra incluso realizó numerosos carteles propagandísticos, como uno del POUM que se exhibe estos días en el Museo Reina Sofía en la muestra "Poéticas de la democracia". Sus ideas de izquierdas lo convirtieron durante la guerra en un objetivo del bando contrario. Su hermano también sufrió el ostracismo, ya que un día antes del accidente de avión que acabó con el general Sanjurjo escribió un artículo titulado "Ya cayó el vampiro"; sin tener nada que ver con el asunto, lo encarcelaron y condenaron a muerte, aunque las influencias de su hermana lograron sacarle de prisión. Rivero Gil, por su parte, acabó rumbo al exilio mexicano, donde continuó su actividad y fue un puntal del Ateneo español que los exiliados fundaron en la capital azteca.

Ahora bien, más allá de sus portadas y carteles, este pintor e ilustrador que también usó otros formatos, fue un excelente humorista. La ironía, nunca sangrante, siempre compasiva, atraviesa transversalmente su obra, especialmente en sus colaboraciones en prensa. Para él, "El Quijote"era la fuente de todos los cultivadores del género: "Todo humorismo auténtico debe ir impregnado de quijotismo, entendiendo por quijotismo la bizarra actitud de enfrentarse, no a las gallinas, sino a los gigantes, disfrazados de molinos de viento o de lo que sea, pero siempre gigantes. Gigantes disfrazados de manoseadores de la política, de la banca, de la cultura. Tengo al Quijote como la más acertada interpretación del humorismo. Es la obra de un idealista, como creo que debe ser todo humorista".

Rivero Gil defendió el valor del humorismo en tiempos en que Poncela, Gómez de la Serna o el propio Cambia hacían de él un instrumento de comprensión de España: “En la actualidad, la caricatura ha alcanzado su rango artístico máximo, y su servicio social es casi tan útil y permanente como el de las farmacias. Los periódicos tienen en ella una ventana a la que el lector se asoma diariamente, para contemplar el panorama mundial condensado en el cementerio humorístico gráfico. Esa ventana sirve de ventilación y por ella se va el tufo de la erudición primaria, la retórica estereotipada y el suceso repetido”.

Para su amigo Otaola, también exiliado político, "y con quien compartiría, junto a otros intelectuales, su amor por la literatura, ollas de callos y botellas de Rioja de imitación en las improvisadas tertulias del Ateneo de México", añade Elena Rivero, el artista cántabro “vino a Madrid de la Montaña, casi desde el cielo, tan cerca de él que estiró sin esfuerzo el brazo y arrancó su secreto del humorismo de la diestra de Dios Padre”. Eso y un virtuosismo muy de su época para la ilustración de libros, haciendo que contenido y continente brillaran a igual altura.