Pintura

El milagro de la monja que pintó la otra "Última cena"

Plautilla Neri, religiosa dominica del siglo XVI, es la autora de la obra de curiosos tintes leonardescos y cuya restauración se presentará próximamente.

La recién restaurada «Última cena», de Plautilla Neri, fue una de las víctimas de las intensas lluvias que sacudieron Florencia en 1966
La recién restaurada «Última cena», de Plautilla Neri, fue una de las víctimas de las intensas lluvias que sacudieron Florencia en 1966larazon

Plautilla Neri, religiosa dominica del siglo XVI, es la autora de la obra de curiosos tintes leonardescos y cuya restauración se presentará próximamente.

El 4 de noviembre de 1966 Florencia sufrió una especie de maldición bíblica. Aún no se hablaba demasiado de cambio climático, pero tras dos jornadas bajo la lluvia, la noche anterior cayó el diluvio universal. En el día de las Fuerzas Armadas y la Unidad Nacional, la ciudad amaneció inundada por la crecida del río. «El Arno deja Florencia devastada», tituló a la mañana siguiente el diario «L’Unità», propiedad del Partido Comunista italiano. Unas 600.000 toneladas de agua y fango, que alcanzaron al menos siete metros de altura en la zona urbana, provocaron la muerte de 35 personas. Cuando tocó hacer inventario de las pérdidas, descubrieron que miles de obras de arte también sufrieron los efectos del temporal. Nuestra «Última cena» se libró del agua, pero no de la humedad impregnada en las paredes de Santa María Novella. Los frailes la guardaron en un almacén, una vez más, hasta que hace una semana ha vuelto a su lugar de origen.

En este caluroso final de octubre, la mañana dista mucho de aquella de hace medio siglo. Los muros de la basílica, fundada por los dominicos en el Renacimiento, protegen ahora del sol a los turistas en manga corta. Y en uno de los lugares más frescos, el refectorio de la catedral, destaca bajo una luz tenue esta tela de siete metros de largo por dos de ancho. Los rojos de los vestidos y el blanco imponente del mantel en el que Jesús cena con sus discípulos parecen un milagro si vemos la misma escena, devastada, hace unos años. Se aprecian perfectamente las caras, los gestos, el vino, las traiciones, la sorpresa y –algo menos– una firma en la que se lee: «Plautilla, orate pro pictora». Plautilla Nelli (1524-1588) es la protagonista de esta historia y el resto del mensaje, en latín, clama para que se rece por la ella.

Comuna feminista del siglo XVI

«En aquella época no era muy habitual que los artistas firmaran este tipo de obras y más asombroso aún es que lo hiciera una mujer. El mensaje era muy claro, quería reivindicar su maestría no solo como pintora, sino como mujer en un mundo de hombres», señala delante del cuadro Linda Falcone, directora de Advacing Women Artists, la asociación que se ha encargado de la restauración. A Linda también se le ilumina la cara cuando habla de su preferida. Una joven procedente de una familia rica toscana, que entró en el antiguo convento florentino de Santa Caterina de Cafaggio, donde no tuvo más contacto que el de otras monjas.

Pese a que en aquella época los conventos eran centros de poder nutridos por féminas de las mejores familias, Plautilla no recibió ningún tipo de formación. Se dedicó a la pintura de forma autodidacta e involucró a un grupo de hermanas para que trabajaran con ella. «Así se convirtieron en autosuficientes, vendiendo pequeñas obras», revela Linda Falcone. Piensen en una comuna feminista autogestionada dentro de un convento dominico del siglo XVI y nieguen, si tienen valor, que era algo revolucionario.

Hablando de ella, decía su coetáneo Giorgio Vasari: «Es gran cosa que en todas aquellas virtudes y en todos los ejercicios que las mujeres han querido entrometerse con sus estudios, han resultado siempre excelentísimas y más que famosas. Y hay infinidad de ejemplos que podrían demostrarse». Sin embargo, pasaron los siglos y, por desgracia, esos ejemplos quedaron sepultados por el peso de la historia. O así al menos lo entendió Jane Fortune, una filántropa estadounidense afincada en Florencia, que comenzó a indagar sobre esas artistas que no pasaron de semidesconocidas. ¿O alguien sabía previamente de la existencia de Plautilla Nelli?

Fortune la descubrió a partir de un cuadro titulado «Lamentación sobre un Cristo muerto», que se encontraba también en mal estado. Gracias a la recaudación de fondos, en 2006 consiguió que fuera trasladado al Museo de San Marcos de Florencia ya reparado. De ello se encargó Rosella Lari, una restauradora con 4 décadas de experiencia, que mantiene su fuerte al otro lado de la muralla que rodea Florencia. Las puertas de su taller cobijan algunas telas viejas, una espléndida pintura renacentista apenas retocada, un radiocasete antiguo y un olor a pegamento preocupantemente sugestivo. Será esto último o los techos de casi cuatro metros que han acogido parte del enorme patrimonio florentino lo que le confiere un ambiente especial. Precisamente el aluvión de los sesenta provocó el florecimiento de estos estudios, lo más cercano a los talleres de los siglos XV y XVI, con la diferencia de que en aquellos se creaba y en estos se repara el trabajo de entonces.

Fortune quedó satisfecha con la restauración del «Cristo», pero su intención era seguir rescatando del olvido a las pintoras. En 2009 creó la asociación Advacing Women Artists, que ha remendado hasta cerca de 60 obras. Tras la muerte de Fortune el pasado año, Linda Falcone recogió el testigo. «Solo en los últimos años se ha empezado a hablar de Artemisia Gentileschi como icono de la pintura femenina, pero pensamos que si algunas de ellas lograron abrirse paso en una sociedad de hombres, nuestra misión es hacer visible su valor», reconoce. Y así volvemos a Plautilla. «La última cena» había permanecido en el convento en el que vivió su autora hasta 1817, cuando Napoleón suprimió las órdenes religiosas y los dominicos decidieron llevarla a Santa María Novella. Allí pasó periodos de tiempo en almacenes, lo que ya la dejó parcialmente deteriorada hasta que el aluvión de 1966 hizo el resto. Cuando llegó a manos de Rosella Lari tenía fragmentos borrados, por lo que únicamente después surgieron trazos apenas perceptibles. «Vimos una destreza muy fina, propia de una gran artista», asegura la restauradora.

Mensaje religioso ferviente

Aunque el valor ya se dejaba entrever con la obra en ruinas. «Plautilla no pudo acudir a Milán a ver el Cenáculo de Leonardo, pero sí que podemos suponer que le debieron enseñar sus bocetos, porque la artista pinta un cuadro muy leonardesco. Hasta él, las “últimas cenas” siempre habían sido composiciones estáticas, pero Plautilla pinta una perfecta escena en movimiento como hubiera hecho Leonardo», sentencia Lari. En el lienzo se ve a Judas en primer plano, algo también poco habitual, y a Jesús en el momento exacto de la traición. «Es un cuadro de una emotividad enorme y de un mensaje religioso ferviente» añade la experta. Antes de emular a Leonardo, Nelli ya se había erigido como heredera legítima de Fray Bartolomeo, uno de los mejores artistas del Renacimiento florentino.

Rosella ha tenido durante los cuatro años que han durado los trabajos a los apóstoles a la altura de sus ojos y después de esto no duda en defender que «Nelli es, sin ninguna duda, la mejor pintora que dio Florencia en el siglo XVI». Lo que no le gustaría es que se transformase en un mito, porque «el fetichismo no hace bien ni al arte ni a la historia». Sin embargo, el acto con el que «La última cena» regresó al refectorio de Santa María Novella contó con la solemnidad de la justicia reparadora, la que devuelve los símbolos al lugar al que pertenecen. «Fíjate si Plautilla sería atrevida que sin haber estado en contacto con hombres tiene el valor de hacer un estudio de la armonía masculina no en un cuerpo, sino en 13. Y lo hace de forma magistral», observa Linda Falcone. En lo que falla la ejecución de la artista es «en los cabellos de los apóstoles y las barbas, porque el movimiento se puede estudiar, pero todo este pelo no estaba a su alcance». Bajo la tela siguen pasando turistas distraídos cuya atención solo se activa al ver el renovado colorido de la obra. El «rezad por la pintora» permanece oscuro, en la esquina superior izquierda. Milagrosamente, alguien logró apreciarlo y responder a la petición.

«Adopta un apóstol»

Advacing Women Artists (AWA) es una asociación sin ánimo de lucro creada en Florencia en 2009 por la experta en arte Jane Fortune. Cuenta con más de 400 donantes, gracias a los que ha conseguido restaurar cerca de 60 obras de arte de mujeres. Además, suele escoger a restauradoras para que todo quede en manos femeninas. Linda Falcone es ahora la bandera de la institución. Uno de los proyectos más exitosos fue «Adopta un apóstol»: aportar dinero para restaurar obras en las que aparezca la figura elegida. La cuestión más espinosa era la de Judas, que finalmente fue escogido por una pareja de abogados canadiense.

Violante Ferroni, el próximo descubrimiento

A dos pasos de la basílica de Santa Croce, donde descansan Miguel Ángel, Machiavello y Galileo, se encuentra el taller de restauración de Marina Vincenti. Y a este pequeño cuarto acaba de llegar un lienzo de «San Juan curando a las víctimas de la peste», pendiente de reparación. Lo extrajeron del antiguo hospital San Juan de Dios de Florencia, cerrado desde hace algunos años, en el que los enfermos tenían el privilegio de ser atendidos en un complejo monumental propiedad de la familia del descubridor Américo Vespucci. Hasta allí llegó la mano de Violante Ferroni, una alumna de la Academia florentina, que pintó este San Juan y de la que no se conoce apenas nada. «Primero es necesario consolidar la obra y protegerla; después, le iremos devolviendo el color; y, por último, rellenaremos el lienzo con los fragmentos que faltan», señala Marina Vincenti, delante de la pintura. Pero, más allá del trabajo estilístico, lo más importante es «redescubrir a esta pintora a través de su obra», añade.