El mundo patas arriba
La literatura puede ser escrita, oral o cantada, y ése es el significado de que le den el Nobel a Dylan. Porque si nos ha hecho pensar con sus textos, ¿qué más da que no haya escrito «Guerra y paz»? Hacer canciones es escribir y lo que él logró solo, con una guitarra y una armónica, cuando tenía 20 años, resulta increíble todavía hoy. Puso el mundo entero patas arriba, y esa época de su creación me emociona. Porque era un hombre solo. Algunos hemos tenido que hacer esfuerzos para llegar a él. Por ejemplo, yo entendí «Blowin’ In The Wind» 15 años después de escucharla por primera vez, mientras miraba por la ventanilla de una furgoneta el cielo encapotado. Así que he recurrido a buscar sus letras impresas muchas veces porque, sin ellas, no hay Dylan: y, tras estudiarlas, la conclusión es que ya quisiéramos muchos tener su nivel más bajo de inspiración como nuestro máximo, pero yo le admiro igual en «Freewheelin» y en «Blood On The Tracks», que tienen 12 años de diferencia. Además, hay que considerar su actitud como artista. Está creando un modelo, una plantilla para los futuros músicos. Como diciendo: «Esto era el rock and roll, pero no es necesario morirse con 27, puedes tener hijos y llegar a los 70». Como los grandes bluesman. Es buenísimo que siga en la música y todos sabemos que no lo hace por una cuestión de dinero, que Dylan no debe necesitarlo, sino que es lo que lleva haciendo toda la vida. Si se para en casa, se muere, porque la máquina, como los coches, se estropea detenida. La música le ha dado la vida y no tiene que ver con el negocio o la ambición. Si hubiera dejado de escribir en 1970 seguiríamos hablando de él con la misma pasión.