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El público manda: hoy no se actúa; mañana puede que sí

La versión de Àlex Rigola de «Un enemigo del pueblo», de Ibsen, da la posibilidad al público de decidir si se realiza cada función
La versión de Àlex Rigola de «Un enemigo del pueblo», de Ibsen, da la posibilidad al público de decidir si se realiza cada funciónlarazon

Pocas veces la ficción ha plasmado, con tanto acierto literario y eficacia dramática como aúna «Un enemigo del pueblo», la facilidad con que la inmoralidad campa en democracia cuando se agazapa bajo el protector paraguas de la mayoría. Esta memorable obra de Ibsen estrenada en 1883 cuenta básicamente la desalentadora historia del doctor Stockmann, distinguido miembro de una comunidad dentro de la cual, no obstante, caerá en desgracia cuando trate de alertar del peligro de las aguas contaminadas de un balneario que sirve como eje del desarrollo económico y social de toda una ciudad. Partiendo del texto original del noruego, pero llevándoselo a ese terreno de pseudorrealidad por el que ha venido transitando en sus últimos espectáculos, el director Àlex Rigola vuelve a romper la cuarta pared y a difuminar la frontera entre los personajes de ficción y los actores que los interpretan en una propuesta que, además, busca interpelar al espectador directamente para hacerle reflexionar sobre la actualidad y sobre el papel que puede jugar en ella como miembro activo de la sociedad. «Quizá no deba contar mucho a este respecto, porque creo que es una de las sorpresas del espectáculo, pero sí puedo decir que la obra se inicia con una especie de reflexión, planteada directamente al público, que guarda relación con la historia de Ibsen que se va a contar a continuación. Después, volvemos a invitar al público a que piense sobre todo lo que ha escuchado y a que participe. Por eso al título de la función se le ha añadido la palabra ‘‘ágora’’, porque tratamos de convertir el teatro en una especie de asamblea». Lo explica el actor Israel Elejalde, encargado aquí de dar vida nada menos que a Stockmann: «Se puede decir que en el escenario yo soy Israel –explica el intérprete–, y mis compañeros [Irene Escolar, Nao Albet, Óscar de la Fuente y Francisco Reyes] son también ellos mismos, es decir, unos intérpretes que se dirigen al público para contarles la historia de Ibsen. Hay una línea difusa entre el actor y el personaje. De alguna forma, tratamos de conseguir que no se sepa bien dónde acaba Isra y dónde empieza Stockmann, y de igual modo con el resto de actores y personajes». Poco más quiere desvelar Elejalde de la dramaturgia; sin embargo, ya ha trascendido que la reflexión del principio otorga al público la capacidad de decidir hacia dónde quiere que camine la función, pudiendo provocar incluso que no se represente, tal y como ocurrió en la primera tentativa: «Con 43 votos a favor y 38 en contra, el público asistente al ensayo general ha decidido suspender la función como acto reivindicativo a favor de la libertad de expresión», comunicaba El Pavón Teatro Kamikaze en la noche del martes. Entonces, ¿habrá que votar en contra de nuestros principios para lograr el objetivo inicial de ver la obra? Probablemente, siempre que quiera entrar en el juego que nos proponen Rigola, Elejalde y el resto del elenco