El pueblo francés que salvó a miles de niños judíos
Mario Escobar ambienta su nueva novela en una localidad de aquel país que combatió a la barbarie nazi
Mario Escobar ambienta su nueva novela en una localidad de aquel país que combatió a la barbarie nazi.
En medio de la barbarie que asolaba a toda Europa durante la Segunda Guerra Mundial, un oasis emergió en el este de Francia: Le Chambon-sur-Lignon, una pequeña y aislada población en la región del Alto Loira, cercana a la frontera con Suiza, que sirvió como refugio de una importante comunidad de protestantes tras la persecución del siglo XVIII y que acogió y salvó a 5.000 niños judíos que huían del exterminio nazi. Debido a su pasado, los habitantes del lugar tenían debilidad por aquellos exiliados que habían corrido su misma suerte y realizaron un esfuerzo colectivo por recibir, no solo a judíos, sino también a republicanos, y hasta Albert Camus pasó una temporada allí.
El líder de la resistencia fue André Trocmé, un pastor protestante muy influido por Gandhi que junto a su mujer Magda se encargó de la educación en aquel pueblo y lideró la oposición a la Alemania nazi. Trocmé conoció las ideas del nazismo pocos años antes y se encargó de prevenir a la población del mal que acechaba y había visto con sus propios ojos con el objetivo de que no se dejasen seducir.
El poder de la gente
En este contexto se sitúa «Los niños de la estrella amarilla» (HarperCollins), la nueva novela del historiador Mario Escobar, un homenaje al «poder de la gente corriente» y «a la fuerza pacífica», que narra la historia de Jacob y Moisés Stein, dos niños judíos cuyos padres son conocidos dramaturgos alemanes escondidos en la Francia libre, que viven con su tía en París hasta que se desata una gran redada que les obliga a huir. Al escapar son atrapados y enviados al Velódromo de Invierno, lugar de reclusión previo a los campos de concentración, pero consiguen salir de allí e inician un peligroso viaje por toda Francia que acabará con su llegada a Le Chambon-sur-Lignon.
La novela abarca uno de los capítulos más negros de la historia de Francia, el régimen colaboracionista de Vichy que, incluso hoy en día, se tiende a ocultar. Al respecto, el francés Philippe Joutard, experto en historia religiosa que acompañó al autor en la presentación del libro, advierte que es más complejo de lo que parece: «Colaboraban porque pensaban que los nazis iban a ganar y querían estar del lado del vencedor. Aunque es cínico, nadie es realmente blanco o negro. En Francia ha habido gente que empezó siendo colaboracionista y luego acabó en la resistencia ayudando a judíos».
Escobar utiliza esta novela para denunciar que el caldo de cultivo actual comienza a recordar al de tiempos pasados. «Vivimos en un siglo XXI con acontecimientos recientes similares: agudización de los nacionalismos, división de fronteras, aumento de los populismos, una grave crisis económica que ha minado las bases de la democracia, y un incremento del racismo y del antisemitismo», asegura, y continúa con varios ejemplos: «Hay países como Hungría que están haciendo listas de los judíos y en la propia Francia el líder de un partido de extrema derecha defendió que no había existido el Holocausto y su hija en estas elecciones ha dicho que el país no colaboró con las autoridades alemanas». Un comportamiento opuesto al de la sociedad de Le Chambon-sur-Lignon –«una generación que aprendió la lección y no volvió a repetir la historia»– que en su opinión se produce por la desigualdad que ha provocado la globalización. «Hemos creado un mundo en el que la desigualdad es un buen negocio», afirma.
Para Joutard, el conflicto tiene una solución muy clara: no encerrarse en uno mismo y enriquecerse en la relación con el otro, no ser exclusivo sino inclusivo. «El problema actual viene de la oposición entre la cerrazón y la apertura al mundo. Replegarse es la muerte, como lo era el nazismo. Lo que hemos aprendido de Le Chambon es que no hay que oponer la familia, la nación y el mundo. Podemos ser muy patriotas, muy europeos y muy cosmopolitas a la vez», declara.
En la misma línea se expresa Escobar: «El nacionalismo siempre es excluyente. Es decir ‘‘yo soy así y hay una frontera en la que no puedes entrar’’, y el patriotismo propone ‘‘yo amo lo que soy pero quiero compartirlo contigo’’». Por eso, ambos coinciden en que los habitantes de Le Chambon-sur-Lignon dieron una auténtica lección de patriotismo.