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El Real disparate

La Razón
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A primeros de 1996 en reunión de patronato del Teatro Real manifesté que se tuviese en cuenta que nombrar a Lissner como director artístico del teatro significaba asumir que se iría dando un portazo porque no podría entender su funcionamiento político. Así fue. En el patronato del 10 de diciembre de 2008 entregué un documento sobre la contratación de Mortier en el que afirmaba que se iría del Real como se fue de Salzburgo: dejando un agujero y poniendo verdes a los políticos que le contrataron. Cualquiera de la profesión lo sabía, los políticos no. Con desconocimiento amplio sobre los temas, rodeados de incapaces, son manejados por ambiciosos espabilados que los utilizan en su provecho personal.

No coincido con los enfoques de Mortier para el Real, pero le tengo aprecio personal. Le deseo una recuperación total y rápida. En mayo se le confirmó que no se le renovaría en 2015 y, según fuentes fiables, Gregorio Marañón y él llegaron a un medio acuerdo de elegir juntos a su sucesor: Viktor Shoner. El Ministerio, que estaba harto de uno y otro, puso el grito en el cielo y apostó por Joan Matabosch, con quien se negoció el nombramiento para diciembre. Llegó «Il postino» en julio y la enfermedad de Mortier. ¿Qué maldición pesa sobre el Real? El teatro queda en manos de cuatro Mortier boys –más de 60.000€ cada uno– con problemas para sacar adelante una escaleta de ensayos. El caos. El ministro de Cultura quiere incorporar de algún modo a Pedro Halffter. Marañón no está de acuerdo y tampoco Matabosch, a quién el primero ha tenido que admitir a regañadientes. En el diario oficial del Real, donde no se publica nada que no se quiera, aparece una explosiva entrevista con Mortier, en la que éste hace saltar todo el proceso por los aires. Una semana de tensiones inusitadas, de bajada de pantalones, de cuchillos sutilmente manejados. Finalmente se nombra a Matabosch con incorporación inmediata. Dos directores artísticos en el Real. Desde allí se dice que se da por cesado a Mortier por voluntad propia y éste replica que a los tribunales. Un disparate en el fondo y malas formas por ambas partes. No se cesa a un director artístico como Mortier a través de la prensa, y menos enfermo, sin ser consciente de las repercusiones mediáticas internacionales –«Madrid has covered itself in shame» (Lebrecht)– y Mortier no puede irse del teatro sin una baja y despotricando porque cualquier tribunal fallará como despido disciplinario procedente. Para Matabosch, persona discreta, lejana a protagonismos, inteligente, conocedora de cuanto hace falta, equilibrada en sus planteamientos, elegido el día de la Diada, esto se convierte en un regalo envenenado. Pero de él y el futuro, la semana próxima.