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El retribuido máster de Homar

El actor Lluís Homar admite no saber nada de teatro clásico, a pesar de su nuevo cargo / Foto: Cipriano Pastrano
El actor Lluís Homar admite no saber nada de teatro clásico, a pesar de su nuevo cargo / Foto: Cipriano Pastranolarazon

Cuando creo que ya estoy inmunizado contra la sempiterna decepción que transmiten los políticos, aparece de pronto alguno que, contra todo pronóstico, consigue inoculármela otra vez. En este caso ha sido la directora del Inaem, Amaya de Miguel, con el nombramiento de Lluís Homar como nuevo responsable de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. A mí Homar me parece un actor excelente y, en las escasas oportunidades que he tenido de tratarlo, un hombre afable, sincero y razonable.

Ahora bien, alguien que reconoce no saber nada de teatro clásico ni haber interpretado un texto clásico en su vida, alguien que tiene que hablar de nuestro patrimonio del Siglo de Oro y se limita a nombrar a Shakespeare y a Molierè, alguien que admite no saber tampoco nada de versificación ni de prosodia, alguien que confunde manifiestamente el cometido de la Compañía Nacional de Teatro Clásico con el del Centro Dramático Nacional y que asegura llegar a la institución para aprender (eso sí, con un sueldo de 67.000 euros)... no está, evidentemente, capacitado para ejercer como director de la misma.

¿De verdad alguien cree que su proyecto, si es que realmente ha habido algún proyecto, era el mejor? ¿A qué viene la pantomima del presunto concurso si el puesto estaba dado de antemano? ¿Por qué nos toman a todos por idiotas? Y, si a mí se me ha quedado cara de tonto con el nombramiento, no quiero ni pensar en la que tendrán estos días algunos profesionales de primerísima línea y de contrastada valía –que sé que han concurrido a la elección, aunque no pueda revelar sus nombres– después de haberse esforzado en elaborar un proyecto de verdad, con ideas, rigor y conocimiento.

No obstante, a pesar del notorio y lógico cachondeo que hay ya con este asunto en las redes sociales, me temo que el revuelo durará bien poquito. Con eso juegan los políticos para seguir cometiendo sus tropelías. Después de unos meses, el nuevo director habrá empezado a tener más dinero y la Compañía Nacional, por la que tanto y tan bien han trabajado quienes han estado a su frente en los últimos tiempos, estará, por el contrario, mucho más empobrecida.