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Atenas

El tiempo de los héroes ha muerto

La Razón
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Los héroes son las figuras protagonistas en los dos grandes géneros clásicos de la literatura griega: la épica y la tragedia. Los grandes relatos rememoran esas figuras magníficas e inolvidables que vienen del mundo mítico y perviven siglo tras siglo en la memoria colectiva como ejemplos gloriosos de audacia y patetismo. Desde Homero a Eurípides, los grandes poetas educadores del pueblo griego contaron y reinterpretaron las mismas tramas heroicas. Los héroes son «los mejores», los «áristoi», que, como dejó escrito el filósofo Heráclito, «prefirieron una gloria inmortal» a una larga vida oscura. Aquiles es el más claro exponente de esa decisión que vale para todos ellos . Eligió una pronta muerte para lograr fama inmortal. Y el último héroe griego, personaje no mítico, sino histórico, Alejandro, tuvo un destino que –no por propia decisión, sino de modo irónico– revalida ese patrón heroico. También él murió joven en plena gloria, como su héroe preferido.

Los héroes están entre los dioses celestes y los humanos efímeros. En griego se llevan el título de «semidioses» (« hemítheoi»), merecido a veces por su ascendencia: nacido de un dios o una diosa y un ser humano –Heracles es hijo de Zeus, Aquiles de la diosa marina Tetis, Eneas de la diosa Afrodita-Venus...–. Pero los héroes son humanos porque son mortales. Su esplendor no los salva de esa fatal condición definitiva. Es más, los héroes pertenecen al pasado y están ya todos muertos. Sus cultos locales son ritos de carácter funerario. Con algunas excepciones notables: unos pocos privilegiados luego llegaron a dioses, como Dioniso y Heracles, y, según la tradición, otros pocos gozan de premios de ultratumba, y no fueron al sombrío Hades, sino a la idílica Isla Blanca, como Menelao, esposo de la divina Helena.

Pero quisiera destacar que entre esas inolvidables figuras heroicas hay notables diferencias que reflejan una progresiva tendencia a su humanización y su alejamiento de la relación directa con los dioses. Hay diferencias en su mismo origen: hay héroes hijos de dioses y otros, en cambio, tienen progenitores mortales. Aquiles es un buen ejemplo de los primeros y Odiseo (Ulises), de los segundos. En su caso, su ascendencia es poco gloriosa: tiene una madre difunta –a la que verá como sombra en el Hades–, y un padre, el buen Laertes, rey jubilado, que vemos al final de la «Odisea» como apenado y oscuro campesino. Tal vez para compensar esa mediocre ascendencia, se decía que entre sus antepasados estaba el taimado Hermes, de quien Odiseo habría heredado su habilidad para el engaño y el disfraz. Tampoco tiene padres divinos el famoso Edipo, rey de Tebas. Y algún héroe puede disfrutar excepcionalmente de dos padres, como Teseo, que a veces se presenta hijo del dios Poseidón y otras del rey de Atenas, Egeo.

Héroes muy diferentes

Hay notables «contrastes» entre los héroes de aventuras maravillosas, como Perseo o Heracles, hijos ambos de Zeus, vencedores de monstruos y con medios mágicos, y héroes como Ulises, al que si bien algún dios le echa una mano y Atenea le protege de cuando en cuando, se enfrenta a muy variados peligros usando sólo su propia astucia y sin recursos maravillosos, como habrían sido, pongo por caso, el casco de Hades, que hace invisible o un caballo volador como Pegaso. Lo más interesante es que puede observarse una progresión entre las figuras típicas del héroe ejemplar. Por ejemplo, en la misma epopeya puede verse que al feroz Aquiles, prototipo del rey guerrero –muy distinto del solitario héroe aventurero, como Heracles o Perseo–, se enfrenta a un héroe como el troyano Héctor, que carece de una ascendencia divina, y que, sobre todo, no busca botín ni gloria personal, sino que pelea en defensa de su ciudad y su familia, dispuesto a sacrificarse por esa causa, muestra inolvidable del deber cívico.

Y, con perspectiva mas amplia, hay una clara distancia entre dos héroes errantes: Ulises, que sólo quiere volver a su isla, y Eneas, predestinado a fundar una nueva ciudad, «piadoso» servidor de un designio imperial. El contraste está en dos poemas distantes. El Eneas de Virgilio es una creación al servicio de la propaganda del taimado Augusto.

Esas figuras heroicas no nacen de la historia, pero en los relatos de ficción laten siempre reflejos del contexto. Podemos pensar que a los oyentes del poema homérico en las ciudades de Jonia y Eolia les debía resultar más simpático un héroe como Héctor que el egoísta y despiadado Aquiles –gran héroe de tradición micénica–. Y no es inverosímil que, como se ha sugerido, Héctor, que no tiene un nombre antiguo, pudiera ser una invención del gran poeta final de la «Ilíada», al que solemos llamar Homero. En gran medida la «Ilíada» en la «tragedia de Héctor» y su introducción como coprotagonista aporta un fulgor nuevo al esquema épico de la Guerra de Troya.

Por otra parte, suponemos que al público de las ciudades costeras del Egeo, en aquella época en la que los griegos colonizaban y exploraban el Mediterráneo, un gran poema de fantásticas aventuras marinas, con un héroe navegante, astuto y curioso, y con estampas casi costumbristas como las de la corte y el campo de Ítaca, y con Eumeo y varias figuras femeninas, y hasta un perro moribundo, les resultaría más próximo y atractivo que los sanguinolentos combates de los arcaicos príncipes micénicos. Como Telémaco recuerda al comienzo de la «Odisea»: «El canto reciente es el que más gusta a las gentes». ¡ Y qué moderna y seductora esa narración, sus diversos paisajes y sus encuentros, preludio fabuloso de escenas novelescas! Además, no hay que olvidar que Ulises no sólo es un intrépido aventurero, navegante a su pesar, sino que es, a la vez, un estupendo narrador, el gran precursor de otros relatores de viajes fantásticos en primera persona, como Luciano, Simbad, Cyrano de Bergerac, el barón de Münchausen, o Gulliver, memorables tataranietos de Odiseo.

¿Fue el gran poeta de la «Ilíada» el mismo autor que, a fines del siglo VIII a.C., compuso nuestra «Odisea»? Ya lo dudaban los antiguos, y puede defenderse una y otra tesis. Tanto una como otra epopeya se han construido sobre un fondo mítico tradicional, y Homero es el epígono genial de una larga serie de poetas cuyos cantos se transmitían oralmente hasta la introducción del alfabeto y la escritura en el siglo VIII. Los héroes micénicos ya estaban ahí en el imaginario popular mucho antes de Homero. Pero no tan magníficos y humanos. Lo que subrayo es que Aquiles es anterior a Héctor, y la «Ilíada», bastante más antigua que la «Odisea», porque el héroe, incluso en la épica tradicional, refleja a su manera el paradigma preferido en cada época, así que al guerrero que duro y egoísta busca gloria y botín le sucede el defensor de la ciudad, y a éste el aventurero astuto y fantasioso, mientras que los dioses, siempre en la trastienda del escenario épico, se van alejando y resultan cada vez más respetables y menos peleones y frívolos .