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El último aliento de Mac Miller

De los éxitos de "Billboard" a las listas de ventas, el nuevo álbum póstumo del artista, "Balloonerism", sigue acaparando los primeros puestos

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Un buen amigo me dijo que todos tenemos una parte de Mac Miller en nuestra personalidad. No puedo estar más de acuerdo. Fue ejemplo de madurez, redención y superación. Fue tan humano que cayó en vicios –aunque gravísimos–, y después trató de enfrentarlos. Alardeaba de ser despreocupado, de fluir, cuando con sus letras calaba las almas de forma torrencial. Tuvo coraza, pero fue tan real, con una energía tan contagiosa, que su música sigue conectándonos aún tiempo después de su muerte. Malcolm James McCormick, de nombre artístico Mac Miller, falleció con 26 años el 7 de septiembre de 2018, por sobredosis. Estaba, afirmaron sus compañeros y amigos, en su mejor momento personal y artístico. Tenía una gira pendiente, y mucha música por dar a conocer. Y afortunadamente continuamos accediendo a ella. En 2020 pudimos disfrutar de «Circles», su sexto álbum de estudio y en el que trabajaba el artista tiempo antes de fallecer. Fue un auténtico éxito en recepción y crítica. Los seguidores de Miller aplaudían sin hallar consuelo hacia el cielo, lamentando lo que la música, el universo del jazz, el hip hop y el soul, perdieron con su joven partida. Pero quizá sí que se pueda hallar consuelo, sí que exista una forma de alivio, y una forma de encontrarlo, lo que les puede servir de aliento es su segundo álbum póstumo que tampoco ha pasado desapercibido: «Balloonerism».

El 17 de enero se publicaban a nivel mundial catorce nuevas y excelentes canciones de Miller. Un álbum que, como la vida misma, se ratifica como un último aliento de madurez y de autenticidad. Descubrimos en él a un Miller que, años después de drogarse, de perderse, de recuperarse o de equilibrarse, llegó a conquistar una energía artística sin perder su áspero encanto. Lo escribió entre 2013 y 2014, una época de brillante juicio para Miller, y en la que, pese a su bajo estado de ánimo, no cesaba a la hora de seguir escalando su merecido estatus en el olimpo del rap. «En ese período estaba empezando a descubrir su verdadero yo. Fue como un renacimiento creativo para él, era una máquina de hacer canciones», recuerda Eric Dan, productor que trabajó junto a Miller desde su adolescencia. Define al álbum como «crudo y emotivo», y asegura que las canciones estaban en su gran parte tal y como el artista las dejó, con tan solo algunos retoques necesarios para su edición y lanzamiento.

Desde su lanzamiento, el álbum se ha colado entre los primeros puestos de las listas de éxitos y ventas, desde "Billboard" hasta la "Top Rap Albums". Se trata de un disco muy instrumental, que se nutre de ritmos y sonidos del jazz, y que para sus más férreos seguidores ha debido de servir tanto de bálsamo como de cierto dolor y nostalgia. Ante todo, en la parte final del disco. «Manakins», que grabó junto a Dylan Reynolds, «Rick’s Piano» y «Tomorrow will never know» –esta última es una declaración de intenciones de doce minutos de duración–, suponen un cierre del disco que gira en torno al sonido de una despedida, a la vida celebración de lo vivido y al temor hacia la muerte. Sin saberlo, Miller estaba componiendo un último fenómeno artístico y musical con el que ha podido abrazar por última vez a sus seguidores, invitándoles a una bella introspección individual donde, seguro, encontrarán parte importante de su legado.