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Música

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El último romántico

Aznavour (dcha.) junto a Édith Piaf, de la que fue amante, y el actor Eddie Constantine
Aznavour (dcha.) junto a Édith Piaf, de la que fue amante, y el actor Eddie Constantinelarazon

En sus comienzos como compositor, Charles Aznavour unió sus fuerza a un gran cantante y compositor, Gilbert Becaud. Juntos compusieron canciones de moda en los años cincuenta. Eran el recambio generacional de Charles Trenet y Maurice Chevalier en la «chanson». «Me-que, me-que» fue uno de sus grandes éxitos y bajo el protectorado amoroso de Édith Piaf ambos consiguieron poner de moda canciones con un regusto a jazz. El influjo de la música norteamericana de Glenn Miller y las Andrew Sisters, traída por las tropas con los populares discos de la Victoria, pusieron de moda en Europa el «boogie woogie». Para Piaf, Aznavour escribió «Jézébel», y como la mayoría de los jóvenes que adoptaba la artista fueron sus amantes: Yves Montand, Gilbert Becaud y Georges Moustaki. A todos ellos ayudó a conquistar el estrellato, como hizo con su último amante, el griego Théo Sarapo.

Con Gilbert Becaud nació en Francia el fenómeno de los fans, que culminará con los cantantes yeyé. Aznavour, sin embargo, parecía resignado a permanecer como un dotado compositor, hasta que Bruno Coquatrix lo convenció de que cantara en el Olympia de París en 1956 y grabó su primer éxito: «Sur ma vie». Su voz cascada, un poco ronca y rasposa, era perfecta para un nuevo tipo de canción romántica a caballo entre la «chanson» y la música yeyé. Pero la importancia de Aznavour como «crooner» residió en su enfoque de la canción romántica. Él fue el primero en hablar del acto amoroso de forma poética pero directa. El tema que lo convirtió en un autor distinto fue «Après l'amour», en la que, sin tapujos, habla de sexo, y de ese momento en el que los cuerpos se relajan, los miembros son pesados y la respiración jadeante.

En todas sus canciones, en especial en aquellas sobre el amor romántico, el desamor y la tragedia del abandono, se cuelan esas frases sobre «conjugar el verbo amar al prójimo» de «Trousse Chemise». Pero no fue hasta finales de los años 60 cuando compuso «Isabelle», un tema que se adelantó a «Je t´aime, moi non plus», en la que entre jadeos y suspiros simulaba un orgasmo sobre un fondo musical barroco. Fue editada en España pero fue prohibida su radiodifusión, aunque se editó en español. Otra de las facetas que lo distinguían de la «chanson», entendida al modo de los iconos como Édith Piaf y Jacques Brel era su tendencia a mezclarla con ritmos de jazz y el pujante rock, homologándose con la canción yeyé y el nuevo estilo de interpretar sus temas, sin renunciar al dramatismo, signo distintivo desde Piaf a Montand y Brel.

Como un pintor con su musa

Aznavour gustaba poner en escena sus canciones. Todas ellas tenían un fuerte componente narrativo, típico de la poesía de Prevert y Aragon. En «La bohême», escrita para una opereta parisina, el cantante gesticulaba como el pintor bohemio de Montmartre limpiando un pincel imaginario, retocando la curva de un seno o la cadera de su musa que posaba desnuda. El inicio de su carrera como cantante pop fue con «Il faut savoir» y «Et pourtant». Dos temas próximos a la generación yeyé. Participó en el filme «Cherché l'idole»(1964) junto a los máximos exponentes de la canción pop: Johnny Hallyday y Sylvie Vartan, para quien compuso dos de sus canciones más exitosas: «Retiens la nuit» y «La plus belle pour aller danser».

A partir de entonces, su carrera musical va en ascenso y culmina con dos composiciones que lo convirtieron en un ídolo internacional: «Que c'est triste Venise», que tuvo versión española como «Venecia sin ti», y «Hier Encore». Ambas se tradujeron al inglés, la primera con un éxito relativo en la voz de Bobby Darin, mientras que la segunda un verdadero bombazo desde que Dusty Springfield la versionara como «Yesterday When I was Young» e hizo de ella un éxito mundial. Cientos de cantantes interpretaron su versión de ese «Ayer aún» de Aznavour, desde Shirley Bassie y Andy Williams a Julio Iglesias. Como la mayoría de sus canciones románticas, Aznavour sufre con los amores contrariados y con los desencantos de la vida cotidiana, que vuelve ese fogonazo amoroso en rutina. Pero entre el desamor y la añoranza del tiempo perdido, fue el primer compositor en enseñar a varias generaciones a conjugar libremente el verbo amar sin renunciar a explicitar la sexualidad del acto amoroso, justo cuando los hippies descubrían a su vez el amor libre.