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El yihadismo quiere callar la música

larazon

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Las amenazas de ISIS han tenido consecuencias: U2, Foo Fighters, Deftones y Eagles Of Death Metal han cancelado giras y conciertos.
Cuatro hombres entraron en la sala Bataclan de París armados con automáticas y gritaron «Alá es grande» antes de masacrar a un centenar de personas que estaban presenciando un concierto de rock, el de la banda californiana Eagles of Death Metal. Varios hechos determinaban que la sala de conciertos pudiera ser objetivo terrorista, como que el propietario sea judío o que en su interior se hayan celebrado un homenaje a las Fuerzas de Seguridad israelíes. Sin embargo, también es el templo del rock y de la noche en la capital francesa y existe otro factor decisivo: las interpretaciones más radicales del islam en las últimas décadas persiguen manifestaciones artísticas consideradas degeneradas. Las ruinas de Palmira y el museo del Bardo en Túnez son sólo dos ejemplos célebres. Su objetivo es acabar con el legado cultural de pueblos considerados infieles. ¿Puede el rock convertirse en el siguiente objetivo? Ponerse en la mente de un terrorista es imposible, pero su locura sanguinaria ya tiene consecuencias: U2 anunció ayer la cancelación de dos conciertos en París (la pasada noche y hoy, domingo, para los que las entradas estaban agotadas), al mismo tiempo que Foo Fighters hacía lo mismo con el resto de su gira (incluida su única fecha en España, en Barcelona, el miércoles próximo). Se vuelven a casa, como parece que harán Eagles Of Death Metal, según declaraciones de su mánager, a los que se sumó otro grupo americano, Deftones, quienes tenían previstas varias noches seguidas de actuaciones en la Bataclan este fin de semana. Todos vuelven a casa por dos razones: el miedo y el asco.
Radicalización
La actitud del islam ante la música depende de las interpretaciones, como casi todo en la religión, pero es una cuestión controvertida. El Corán no prohíbe la música, sino que, al contrario, presenta al islam como una religión que ama la belleza. Si el arte genera belleza, no puede estar censurado por la religión, en tanto que «Dios es bello y le agrada la belleza» (Muslim, «El Libro de la Fe»). Sin embargo, en la relación entre la religión y el arte, la moral tiene preferencia sobre la belleza, según el islam.
El arte es aceptable sólo si está conforme y se basa en sus preceptos. Así, el Corán, en muchos de sus versículos o aleyas ensalza la creatividad, la perfección, la simetría que caracterizan al universo y al creador. Según muchas interpretaciones, el arte es aceptable si tiene como objetivo elevar el espíritu y acercar al fiel a Dios. En cambio, si la música busca la distracción, la enajenación o el culto al cuerpo y a los «malos» instintos, ese arte es pecaminoso. En la tradición musulmana ha existido música desde los primeros tiempos y probablemente su máximo esplendor y refinamiento se alcanzó en la sociedad andalusí. «No es posible entrar en el corazón humano sino pasando por la antecámara de los oídos. Los asuntos musicales, medidos y placenteros, destacan lo que hay en el corazón y revelan sus bellezas y defectos», escribió el jurista, filósofo y polígrafo del islam Al-Gazalí, que, eso sí, era un místico o sufí. También Averroes y Avicena escribieron alegatos a favor de que todo lo bello proviene de Dios. Durante la historia, las sutilezas han marcado las interpretaciones de la religión hacia la música: para algunos, es tolerable si lo es su contenido; para otros, la música es pecado simplemente si la forma de cantar o de interpretar, de bailar o de exponerse, inspira deseo o fornicación.
Sin embargo, en la era de la radicalización del islam, multitud de «fatwas» emanadas de clérigos o muftíes radicales han llamado a la prohibición total de la música, la consideran «haram»: «El islam prohíbe la música, porque ella desvía el corazón, le penetra y le distrae de la invocación de Alá. Y el hombre ha sido creado para adorar a Alá, así que si su corazón está prendado de la música, ella le desviará del recuerdo de Alá», consta en un blog escrito en castellano entre muchos ejemplos sobre la materia. Así, el Estado Islámico (el mismo ISIS que ha reivindicado la matanza en París) decretó formalmente este año en su autoproclamado califato la prohibición de escuchar música y de vestir pantalones ajustados, como si ambas cosas fueran las dos caras de la misma moneda. «La música y los divertimentos sumergen al hombre en los placeres físicos y le impiden acceder a los verdaderos beneficios espirituales», dicen estas interpretaciones radicales, que sólo consideran dos tipos de música como tolerables: las que llaman a la oración o las que llaman a la guerra en nombre de Alá.
Esto nos conduce a los hechos de Bataclan, y al escenario donde Eagles Of Death Metal tocaban su música lisérsigica, rockera y sexy. Sus canciones son una celebración de la vida, un alegato a favor de la fiesta y el gozo. La portada de su último disco muestra a una mujer que ha bajado la cremallera de su mono negro de cuero ajustado (se titula «Zipper Down», que es algo así como «cremallera para abajo») y enseña los pechos. Las caras sonrientes de Josh Homme y Jessee Hughes tapan sus pezones. En el comunicado con el que el ISIS ha reivindicado la autoría de los atentados explicaban las razones de la masacre: «La sala Bataclan era un objetivo porque estaban reunidos centenares de idólatras en una fiesta perversa». No se puede ser más claro al respecto. El argumento de lo sucedido anoche no es otro que la decadencia moral de los aficionados al rock, aunque habría dado igual la banda que actuase en viernes 13. El rock es la causa, una música degenerada. «Esto es una locura y apesta. Nuestros pensamientos y oraciones están con todos los que resultaron heridos o perdieron a un ser querido», decía el comunicado que difundió la banda Foo Fighters. «A la luz de esta violencia sin sentido, el cierre de las fronteras y el luto internacional, no podemos seguir en este momento. No hay otra manera de decirlo», y anunciaban la cancelación del resto de la gira, cuyas entradas estaban agotadas.
Una tempestad
Irónicamente, el ISIS cuenta entre sus filas con portavoces músicos autores de canciones que llaman a la Guerra Santa. Uno de ellos, el rapero Denis Cuspert (conocido como Desso Dog, pero que utilizaba el nombre de Abu Talha al Almani, que se puede traducir por «el alemán») fue declarado oficialmente terrorista por el Departamento de Estado de EE UU. El músico se convirtió al islam en 2010 y fue gradualmente radicalizándose y ensalzando la figura de Osama Bin Laden. En 2011 era acusado de posesión de armas, por lo que huyó a Egipto y no volvió a ser localizado hasta 2013, en plena guerra de Siria. Washington lo consideraba un «reclutador» del Estado Islámico y, por lo tanto, cualquiera que comprase o descargase sus canciones en suelo estadounidense sería perseguido por la ley. El Pentágono le dio oficialmente por muerto el pasado octubre tras un bombardeo en Raqa (Siria). «Este ataque no es más que el principio de la tempestad», advierte el comunicado, después de dejar claro que el objetivo de los yihadistas es, en realidad, acabar con cualquier expresión de libertad.