Elena Asins: se acabó la disidencia
La artista, una de las claves del arte conceptual español, falleció en su casa de Azpirotz, en Navarra, a los 75 años
La artista, una de las claves del arte conceptual español, falleció en su casa de Azpirotz, en Navarra, a los 75 años
El problema de Elena Asins ha sido que nació en un contexto equivocado. Y no solo porque ser mujer y artista constituye un factor que, si ahora es condicionante, hace unas décadas resultaba decisivo, sino porque España es un territorio artístico capaz de asumir una sola y hegemónica narrativa. Y la suya se reveló como la equivocada y no complaciente. La segunda mitad del siglo XX español ha quedado "atrapada"por la atracción asfixiante de dos polos estéticos igual de eficaces: el del gestualismo expresionista y existencial, de un lado, y el de la figuración crítica, por otro. Cualquier propuesta que explorara el espectro de registros existente entre ellos entraba de inmediato en el relato; la que, por el contrario, se atreviera a trabajar con elementos extraños a ambos vocabularios era desplazada a un margen de silencio e invisibilidad. Y, desde luego, el caso de Elena Asins supone un manual de disidencia insobornable y coherente al gusto establecido.
No es casual, además, que, entre todas las posibles formas de rebelión contra la ortodoxia artística local, la escogida por Asins se sitúe dentro de los parámetros de lo que genéricamente se conoce como "arte conceptual". Es indudable que, en un marco dominado por programas tan sensualistas como el de la figuración y el gestualismo, el conceptual haya constituido una nota menor y marginal. Pero, además, en comparación con declinaciones más performativas y humorísticas del arte de la idea como la de Valcárcel Medina, el lenguaje de Elena Asins se singulariza por una sobriedad sin concesiones. Aunque sus resonancias minimalistas resultan más que evidentes, sus obras carecen de esa dimensión más estética que hizo del movimiento norteamericano una corriente con cierta proyección e influencia en la sensibilidad estética popular. A poco que se repase la evolución de la artista madrileña, es fácil colegir que el imperativo que guió recalcitrantemente su trabajo fue el de conseguir un reflejo lo más exacto posible del rigor matemático. El suyo es un empeño inagotable por alcanzar la belleza de los números: pura, repetición, espacio, volumen y ritmo. No hay nada más ni nada menos en su ideario.
De hecho, lo privativo de su arte es el deseo casi agónico por desprenderse de lo artístico y llegar a un estado puramente cerebral, en el que el pestañeo, el temblor, la carnalidad, el error aparecen depurados de una vez por todas. La imperturbabilidad de Asins es un ejemplo extremo de heroísmo, de lealtad a las propias fuentes y a la belleza más gris y menos especulativa de todas: la de la mente.