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Elisa Levi: “Somos un país con bastante libertad sexual, pero quedan sitios donde aún hay muchos complejos”

La escritora ha publicado “Por qué lloran las ciudades” (Planeta), un canto a la vida y a las dificultades que la juventud y la sociedad afrontan actualmente

La escritora Elisa Levi / Fotos: Cristina Bejarano
La escritora Elisa Levi / Fotos: Cristina Bejaranolarazon

La escritora ha publicado “Por qué lloran las ciudades” (Planeta), un canto a la vida y a las dificultades que la juventud y la sociedad afrontan actualmente

Aquella librería del centro de Madrid respiró naturalidad y sinceridad cuando comenzamos la entrevista. Sea por su juventud, su carisma o su cercanía, la conversación fue un puro canto a la forma de vivir y de ver el mundo de las nuevas generaciones actuales: preocupaciones, gustos, tendencias, creatividad y un toque de inquietud. Elisa Levi nació en 1994 y acaba de publicar “Por qué lloran las ciudades” (Planeta), una novela en la que Ada debe viajar a Japón para despedirse de su mejor amigo Denis, que se ha suicidado. Siendo su única albacea, Ada se encuentra sola, en la otra punta del mundo y transmite en las líneas de este libro sus pensamientos de nostalgia, melancolía e incertidumbre que va experimentando durante su viaje. Ella llora, y también las ciudades.

“La novela hace alusión a las preguntas que te hace la vida, que para poder contestarlas tienes que crecer”, explica Levi, “entonces, realmente, yo aún no sé por qué lloran las ciudades”. Ella no ha crecido lo suficiente aún, o al menos para contestar a esa pregunta que plantea la narración. Pero sí lo ha hecho para atreverse a tocar temas que son generalmente tabú. Por ejemplo, el suicidio. “Al no encontrar mi propio criterio sobre este tema quise saber qué pensaba exactamente y me apeteció mucho abordarlo”, continúa la escritora, “y me salió muy natural. Aunque me parece un tema con el que la gente no empatiza, creo que yo misma sí lo hago”. No es cuestión de normalizarlo, sino de que se pueda hablar de ello con normalidad. Según Levi, es importante ya no hablar sobre el suicidio, sino más bien hablar sobre los motivos del mismo, “porque igual, si se hablan y dejan de ser tabú, se puede conseguir llegar a otra perspectiva”, argumenta.

Este libro aborda varios temas complicados. Y no por sus niveles de dificultad, que también puede ser, sino porque, como el mencionado, pueden resultar incómodos si salen en una conversación. Uno de ellos, ¿es el sexo? Según la escritora, “ya no es tabú y eso es muy guay”, confiesa, “mi generación es mucho más libre sexualmente y ya no hay tanto juicio de valor alrededor de ello”. Desafortunadamente, no ocurre lo mismo con la homosexualidad que, según el punto de vista de Levi, “somos un país bastante libre a nivel de libertad sexual pero también quedan muchos sitios donde todavía hay muchísimos tabús y complejos”, y puntualiza: “Sobre todo, ocurre más con las parejas de mujeres, ahí hay más pudor”.

Ada y el cruce de Shibuya

Ha pasado de la poesía a la narrativa, un cambio que ella define como “muy natural”. Cuando acabó con la promoción de “Perdida en un bol de cereales” (Espasa), un poemario que transmite el diálogo entre cuerpo y cabeza, la escritora se planteó seguir escribiendo versos. “Pero la poesía llega en un momento y si no llega, no llega”, confesó. Por ello, se lanzó a la aventura de escribir una novela sin tener absolutamente nada claro. “Hasta que, de repente, me llegó la imagen del cruce de Shibuya y una mujer parada esperando a cruzar”, explica. A partir de ahí, Levi comenzó a escribir, “el primer capítulo me salió solo: decir que esa mujer no estaba llegando, sino que se iba al aeropuerto, entonces, ¿de dónde viene?”, continúa, “y comencé a hacer una creación de personajes y me metí en la historia”.

Empezó a tomar decisiones, acción a la que la joven escritora no teme y cree “que es un punto a favor para una persona y para el mundo creativo también”. Creó a Ada, su historia, su personalidad y también sus tics y sus vicios: cuando ella toca todas las yemas de sus dedos con su pulgar derecho, como si contara algo, “conecta con su propio cuerpo, de manera involuntaria, y le hace recordar que esa es ella y está ahí”, explica Levi. Además, la protagonista tiene vicios: el lexatín. “Me parecía interesante poner a una persona que lo toma como quien toma un caramelo”, dice la escritora argumentando que podía llegar “ese momento en la sociedad en la que tomásemos los antidepresivos de forma inconsciente”. Así se podrían solucionar los problemas, con un “dame química y ya está”, fácil y sin compromisos.

La juventud y el correo tradicional

“Soy más de la cosa del aquí y ahora”, confesaba la escritora haciendo alusión a internet, explicando que “es maravilloso pero también te aleja muchísimo”. Las nuevas tecnologías y las nuevas generaciones van prácticamente de la mano. Sin embargo, esto no quiere decir que todos los jóvenes tengan unas redes sociales actualizadas en todo momento. “Yo soy una persona que sin más, no publico todo el rato y tampoco me interesa y pienso que internet aún sigue siendo el gran desconocido”.

En “Por qué lloran las ciudades” (Planeta), Levi combina esta vía tecnológica con otra completamente tradicional: el correo convencional: “Está muy bien que nuestra generación pertenezca al mundo de internet, pero necesito algo que me vincule con el mundo de mis padres”, confiesa. Su gusto por lo analógico lo ha hecho evidente al meter entre las líneas de la novela ese detalle de los sellos y el correo, “que me parece romántico y bonito, un canto a lo que era y a que también podría funcionar ahora”.

Siendo una escritora tan joven y, a la vez, con tanto recorrido, representa con sus creaciones a la juventud y a la necesidad que ésta tiene de tener en cuenta su pasado, así como el de sus padres: “tuvimos acceso a una educación mucho mejor y teníamos todas las oportunidades del mundo”, argumenta, “y, de repente, llegó la crisis: fue ante esa gran decepción cuando nació la capacidad de adaptación que existe en mi generación”. Ella afirma que con su obra “le doy voz a mis preocupaciones porque siento que tengo algo que decir”, continúa”, “pero no siento que doy voz a alguien, otra cosa es que puedan ser compartidas contigo, pero eso ya depende de cada lector”, concluye.