Espasa despeja la X
La escritura de Irene X es un perfecto paradigma de una generación abrumadora que, desde la honestidad experiencial y el descaro, ha conseguido sacar a la poesía del confinamiento minoritario en el que siempre ha vivido
La escritura de Irene X es un perfecto paradigma de una generación abrumadora que, desde la honestidad experiencial y el descaro, ha conseguido sacar a la poesía del confinamiento minoritario en el que siempre ha vivido.
La obra «La chica no olvida», de Irene X, obtenía ayer el Premio Espasa en su primera edición. Dotado con 20.000 euros, este reconocimiento supone ya no solo la consagración «oficial» de una de las voces más seguidas de la literatura actual, sino el espaldarazo definitivo a un tipo de «poesía pop» que no concita precisamente halagos entre los sectores más puristas. La escritura de Irene X es un perfecto paradigma de una generación abrumadora que, desde la honestidad experiencial y el descaro, ha conseguido sacar a la poesía del confinamiento minoritario en el que siempre ha vivido. Jóvenes que jamás han leído poemas se entregan de súbito y con auténtica voracidad, a textos directos que no se parapetan tras metáforas soporíferas, cultismos o «vivencias de madurez». Hasta el momento, cualquier joven que buscara historias con las que identificarse, acababa muriendo en la música.
De hecho, ¿quién hay que no tenga una o varias canciones de «su vida»? Ahora, en cambio, a partir de las fórmulas expresivas popularizadas por la música, estos jóvenes poetas han proporcionado un nuevo asidero emocional en el que poder agarrar sus alegrías, frustraciones, procesos de dolor, desamores, desencantos... La particularidad fundamental de la poesía de Irene X y de toda aquella generación que le ofrece contexto es la de escribir como se vive acompasando con naturalidad las palabras a las vivencias. A través de un lenguaje sencillo se construyen imágenes de una sorprendente cotidianidad; imágenes que tienen la capacidad de responder a una intimidad específica y, a la vez, de actuar como espejo de toda una época. Los retruécanos abundan por doquier, rebajan la paradoja y las dudas existenciales al nivel de la piel. Es habitual la repetición musical de una misma idea, la combinación de la delicadeza con la visceralidad, la irreverencia y la crítica política. Al igual que otros representantes de esta nueva poesía, Irene X ha consolidado su imagen en las redes sociales: cualquiera de sus versos podría funcionar como un tuit, como una frase emblemática capaz de definir el estado de ánimo de decenas de miles de personas.
El «entrenamiento» en este tipo de foros le ha servido para depurar al máximo su lenguaje, desnudarlo de cualquier artificio que añadiera un exceso literario al puro acto de la confesión. El lector ya no interpreta, se identifica a flor de piel con lo expresado por la poeta. De él no se espera un compromiso intelectual, tampoco estético, sino físico y emocional. La vida importa más que la poesía, parecen proclamar con orgullo estos «poetas pop». Con ellos y por ellos, ésta también ha llegado a ser patrimonio de los jóvenes, una elección gozosa y no la imposición peñazo de turno con que se acercan a ella por primera vez en las escuelas.