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Espinete da miedo

Eduardo Aldán aprovecha el final de la décima temporada de «Espinete no existe» para lanzarse al género de terror con «No tengas miedo», desde hoy en el Infanta Isabel
larazon

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El mero hecho de escuchar la risa de ultratumba de José Lifante ya da miedo. Venida del submundo. Sin amplificadores. Ni siquiera compartir el inocente mantel de una comida con él, una de las caras de Drácula años ha, le quita un ápice de fuerza. Ja, ja ja –entonen debidamente–. Así se enamoró Eduardo Aldán de un personaje que le llevó a lanzarse a la piscina y crear un papel a su medida, diseñado sólo para este emblema del terror en cine, televisión y teatro en nuestro país. «Lo escribí para Pepe», dice. No había contactado con él y ya había apostado todo a una carta. Para suerte suya, la respuesta fue «sí» y Lifante accedió a convertirse en el anfitrión de «No tengas miedo».
Tomaba forma una idea cuyos orígenes se forjaron hace más de un siglo: en 1909. Las llamas de un incendio reducen a cenizas el Teatro Infanta Isabel. Y con él 66 personas pierden la vida. Entre ellas, dos miembros de la compañía que se subía al escenario esa noche: Santiago Rivas, director, y Violeta, su hija de apenas seis años. ¿Sus cuerpos?
Desaparecidos... Hasta que cuatro años más tarde, durante la reconstrucción del edificio, aparecieron los restos de unos huesos humanos. ¿Santiago y Violeta? Imposible de saber, por ello, se decidió añadirlos a la masa con la que se levantaron las paredes de la nueva estructura y hacer de aquello su espectacular mausoleo... Una historia perfecta para alimentar las leyendas y que Aldán retoma para continuar a su manera. «Mezclamos realidad con ficción, datos reales con hechos inciertos», explica. Todo para hacer que «la gente no quiera ir al baño» porque «en el teatro no sabes ni a quien tienes detrás».
Así llega «un miedo sin sangre». Sugerencia conducida a través de juegos psicológicos. Un espectáculo pensado para «que la gente aprenda que el miedo es un artificio y que sólo hay que temer el tener miedo» y en el que Aldán se reinventa. Cambia las risas de «Espinete no existe» –que acaba de cerrar su décima temporada en la Gran Vía– por el terror porque, bromea, ya se ha «hartado de hacer feliz a la gente». Lo tiene todo medido: «No puedo asustar siempre en el mismo momento. No todo va en el tres, –un, dos, tres...– para que sorprenda, a veces, hay que dar el golpe en el dos. Y, por otro lado, el sonido también es muy importante. Por eso metemos un zumbido incómodo, casi imperceptible, que en el momento que se para te pone en alerta».
En el Infanta Isabel buscará que el disfrute llegue a través de pasarlo mal. Puede chocar el cambio, sin embargo, reconoce que el miedo es algo que le ha gustado desde pequeño, atrapado por tebeos y películas, y por el que ahora ha decidido darlo todo: «Tanto, como que si esto no sale bien se termina mi carrera». Si el total ascendía por elegir los horarios que tenía en mente se asumía el riesgo, y así ha sido.
Sobre el escenario, a pesar de jugar en un principio con la idea de subirse él mismo, el de Portugalete apostará por su «mayordomo oficial», José Lifante, y por tres actores desconocidos –«para que no hayaA referencias»–: Patricia Delgado, Ricardo Mata y Raúl Escudero. Además del teatro como un protagonista más, cuya leyenda es al final la que da de beber a todo el montaje. Tres historias –La subasta, La pensión y La niñera– que se mezclan con el pasado de la sala. La víctima siempre presente, aunque lo que encogerá el alma en el pecho será todo lo que revolotea a su alrededor y no se ve.

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