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Crítica de clásica

Evgeny Kissin en el Auditorio Nacional: Sonido, pasión y sobriedad

El pianista vuelve por donde solía: al Auditorio Nacional de la mano de Ibermúsica

Evgeny Kissin en el Auditorio Nacional
Evgeny Kissin en el Auditorio NacionalRafa MartínRafa Martín

Obras: de Bach, Mozart, Chopin y Rachmaninov. Piano: Evgeny Kissin. Ibermúsica, Serie Arriaga. Madrid, 13-II-2023.

Ha vuelto Kissin por donde solía; es decir, al Auditorio Nacional de la mano de Ibermúsica, con quien lleva colaborando prácticamente desde su más tierna juventud. Ahora el artista tiene ya 52 años; y se nota. Paulatinamente aquellas ínfulas de jovencito, aquellos gestos fulgurantes, nunca excesivos, cierto es, se han tornado más moderados, más maduros. La técnica sigue existiendo y avanzando en sus distintos órdenes. Y la sabiduría de la música, también.

El sonido, uno de los más bellos y corpóreos de la actualidad, la habilidad para los reguladores, los ataques, limpios y precisos, definen ahora en mayor medida el estilo. El fraseo nos parece siempre lógico, acabado, sustancioso, expresivo. Todo, es verdad, controlado; tanto por la mente como por el corazón. ¿Cabría una efusión mayor, un toque poético más acusado en el «Scherzo nº 2» de Chopin? Puede; quizá no esté todavía en el secreto del romanticismo más depurado y, pese a todo, más caluroso. Es opinable.

No lo es la presteza, el fulgor con los que acometió la famosa «Fantasía cromática y fuga BWV 903»de Bach, dibujada desde el mismo comienzo con una formidable variedad de dinámicas y de colores. Pulsación precisa y variada, picados-ligados exquisitos. El piano moderno en servicio nada iconoclasta a una pieza del barroco. El Cantor de Santo Tomás admite, aunque los discutan los puristas, acercamientos de este cariz.

Luego Mozart: «Sonata nº 9 K 311». Estilizado, rítmica bien marcada, distintas maneras de cantar el tema principal. Sutil cambio en la modulación. Admirable exposición, tan sobria como fantasiosa, y estupenda la manera de subrayar el tenue lirismo del «Andantino con espressione». Cristalino y ligero el «Rondó». La primera parte se cerraba con el «Scherzo nº 2» de Chopin, iniciado con sus característicos secos acordes, bien esculpidos. La maravillosa y delicadísima sección central fue expuesta con un fraseo minucioso y bien calibrado. Aun así, nos pareció que nos faltaba algo del abandono romántico.

La gran noche de Kissin tomó cuerpo en la segunda parte, dominada por Rachmaninoff. En «Lilacs nº 5 op. 21» admiramos el suavísimo y lento crecimiento. El «Preludio nº 8 en La menor op. 32» se nos expuso con una celeridad fuera de serie; de manera que en cuanto nos quisimos darnos cuenta estábamos ya en el «Preludio nº 10 en Sol bemol mayor op. 23», tocado pausada y parsimoniosamente.

Para el final, cinco piezas del segundo cuaderno, «op.39», de la colección de «Études-tableaux», obras variopintas, portadoras de dificultades de ejecución. Kissin las tiene muy en dedos. El intrincado «nº 1», «Allegro agitato», nos pareció algo borroso en su acelerada exposición. El «nº 2», «Lento assai», se tocó de manera luminosa, aunque sin disimular su aire dolorido. El «4», «Allegro asai», se adaptó en la interpr etación que comentamos al subterráneo aire de balada.

Con el «Appassionato» del «nº 5», uno de los más conocidos, Kissin se aplicó muy especialmente, acentuando de forma muy destacada las primeras partes del compás. La serie la cerró el «Allegro moderato» del «nº 9», una especie de marcha nocturna. Gran triunfo subrayado por los aplausos y ovaciones del respetable.