Gonzalo Alonso

Explosión del «seicento» italiano

Mingardo, durante su actuación
Mingardo, durante su actuaciónlarazon

Obras de Marini, Falconieri, Merula, Carissimi, Kapsperger, Monteverdi, etc. Contralto: Sara Mingardo. Forma Antiqva. Auditorio Nacional. Madrid, 3 -V-2018.

Jueves con llenos en las dos salas del Auditorio Nacional a pesar de jugar el Atlético de Madrid. Ibermúsica en la grande con la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo con Sakari Oramo en el podio, Nikolai Lugansky al piano y un programa popular con Brahms y Mahler. En la pequeña un recorrido por el «seicento» italiano, con muchas piezas de corta duración que permitieron comprobar la plena vigencia de unas músicas de hace cuatrocientos años, que supera la de otras obras muy posteriores. A principios de este año disfrutamos de un concierto similar, con la misma Forma Antiqva pero con Caterina Antonacci como solista. El conjunto, que comanda Aarón Zapico, colabora asiduamente con el CNDM y, de hecho, el propio Zapico dirigió al público unas palabras para elogiar y agradecer a Antonio Moral el haber tenido tan presente al barroco en sus programaciones. Dentro de unos días se podrá ver un documental en cines sobre María Callas y en él se considera que hay un antes y un después en la ópera. Esto es en parte verdad porque Callas recuperó el sentido al recitativo, un sentido que tuvo en los siglos XVI y XVII y que luego se fue perdiendo. En este periodo era fundamental la expresión, tanto en madrigales como en arias, y los artistas eran casi más actores que cantantes. Los espectáculos musicales de la época respondían a auténtico teatro. Tanto Antonacci, una voz en declive pero gran artista, como Sara Mingardo han tenido muy presente la necesidad de recitar y cantar expresando sentimientos. Esta contralto veneciana nos emocionó en todas las partes cantadas, por encima de alguna coloratura no muy precisa, pero muy especialmente en el monteverdiano «Lamento d’Arianna» por la profundidad con la que reflejo todos los estados de ánimo de la pieza.

Aarón Zapico aportó vitalidad desde el clave, siempre con el requerido sentido del ritmo y el color al grupo de dos violines, violonchelo, flauta de pico, tiorba y guitarra barroca. Fue media hora, sin descanso, en el paraíso del nacimiento de la música.