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Fernando Cayo: “Meterme en la piel del Rey me los puso de corbata”

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Acaba de salir del rodaje de la nueva temporada de «La casa de papel», donde interpreta al coronel Tamayo, y llega al bar Viva Madrid con la lengua fuera. Motivos no le faltan porque además, ahora, se acaba de sumar en el teatro a «La culpa», de David Mamet, «un thriller psicológico apasionante», dice. Fernando Cayo es uno de esos actores que con discreción y respeto a la profesión ha formado parte de los elencos de las series más exitosas. «Nunca he cobrado el paro», presume.
Ha tocado todos los palos, ¿nunca ha hecho un casting para actuar en el Congreso ? Allí hay mucho intérprete...
Desde luego que hay mucho actor. Durante cuatro años he hecho «El príncipe» de Maquiavelo con el que se puede saber todo sobre la política. No es algo sencillo, pero los actuales no lo hacen nada bien. Primero hay que pensar en quién te ha votado, pero ellos anteponen sus intereses personales y sus partidos. Yo prefiero el voluntariado antes que la política. De hecho, estoy implicado en varios proyectos como, por ejemplo, Global Humanitaria, donde ahora estamos haciendo un «crowdfunding» para Fátima, un bebé con una enfermedad rara.
¿A qué político le daría el Goya a mejor actor revelación?
Sinceramente no se lo merece ninguno. No les preocupa ni el paro ni la subida de los alquileres. Veo políticos que arriman el ascua a su sardina, que hacen pactos inverosímiles y que derrochan el dinero publico. Así que ninguno se merece un premio.
¿Cuánto hay de pompa en su mundo y cuánto de postureo?
La realidad de cada actor es distinta, algunos son más «influencers» que actores, pero todo es respetable y de todo tiene que haber. Mi realidad es la de un artista multidisciplinar, yo empecé en Valladolid en el teatro independiente. Amo mi profesión y mi vida ha sido la de un gran trabajador con una formación constante e intensa para ofrecer al espectador una calidad creciente. Aunque también es cierto que de repente te encuentras con una alfombra roja y eso también es trabajo. Elegir un traje o un vestido no es sencillo, hay que dedicarle tiempo, y todo es parte de la profesión.
Pero también hay vacas flacas...
A veces, tendemos a una exposición más grácil, sin peso, para que la gente hable de los guapos que vamos y del glamour que desprendemos en determinados contextos. Pero detrás hay mucho esfuerzo y riesgo. Nuestra profesión está llena incertidumbre e inestabilidad.
¿Es de los que le salen sarpullidos con las promociones o las tolera bien?
La promoción para mí es parte del trabajo, atiendo a todo el mundo siempre que puedo, ya sea para un «prime time» o para la hoja parroquial. Cuando me piden una foto por la calle, me la hago, eso supone cariño y que te valoran. Hay compañeros que están sobrexpuestos, se sienten saturados y los entiendo... Cuando me encuentro así, que es algo que no me suele pasar con frecuencia, me voy a mi casa de campo y salgo a montar en bicicleta con mi hija.
Es de los actores que más veces han interpretado a Don Juan Carlos. ¿Se ha convertido en su alter ego?
De hecho, fui el primero en encarnarlo y lo he hecho en tres ocasiones. La verdad es que la primera vez fue muy complicado. Meterse en la piel de un personaje inspirado en alguien real te los pone de corbata, porque todo el mundo te va a juzgar. La clave para salir airoso fue no hacer una parodia ni una imitación del Rey y eso creo que fue lo que más gustó y por eso me volvieron a llamar. Es más, me han seguido llamando en varias ocasiones pero decidí dejarlo, no quería encasillarme. Con tres veces creo que fue suficiente.
¿Cómo solucionó las diferencias físicas con Don Juan Carlos?
Fue un reto, sinceramente, porque él mide 1,95 cm y yo 1,75, así que tuvimos que fabricar unos coturnos, unos zapatos con altura de 20 cm para igualar la altura y, además, solo me sacaban de rodillas para arriba para que la relación de altura con el resto de personajes fuera equivalente.
¿Recibió «feedback real»?
Cuando se estreno «Adolfo Suárez, el presidente», en Antena 3, me llegó un comentario que había hecho sobre mi papel en la serie. «Este chico lo hace bien». No hubo ninguna otra apreciación, pero no me puedo quejar.