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García-Alix está de vuelta

«Veo mi pasado como un lienzo de melancolía». Lo ha vivido todo y no se lo perdió por estar mirando a través del objetivo de una cámara. En sus excursiones al infierno, se detenía y hacía una foto. Algunas de ellas forman parte de su exposición más personal, que se inaugura en Madrid
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Cada palabra que dice le cuesta trabajo, una pronunciación áspera, la cazalla de toda la vida raspando en la garganta de Alberto García Alix (León, 1956), que acaba de inaugurar en el Círuclo de Bellas Artes de Madrid la exposición «Autorretrato». Por eso habla corto, pausado, eligiendo las palabras exactas igual que desde hace tres décadas, cuando comenzó en la fotografía y atesoraba negativos pensando bien antes de disparar, para que el carrete durase una semana. Hoy sigue trabajando con la cámara analógica porque es como montar en moto. Es notar, en la carne que la sujeta, la mecánica milagrosa. Tiene una razón más: «Cuando has hecho una foto, mientras revelas y positivas el carrete, tienes tiempo para soñar con lo que viste. Y eso con la digital no se puede».
-Está claro que la palabra «pudor» no está en su diccionario.
-Cuando miro a través de la cámara, no. Me dan pudor muchas cosas, pero no temo retratarme desnudo y esas cosas que a otra gente dan vergüenza. Sí tengo pudor frente al dolor ajeno y la muerte. Y me gustaría serlo menos en esos términos.
-¿Ése es el límite de lo que se puede mostrar y lo que no?
-Todo es enseñable. El problema es lidiar con lo que rodea a eso. Por ejemplo, retraté en México hace dos años a una mujer asesinada de 18 puñaladas, y eso, que es un altar a la barbarie, no lo puedo exponer porque a la gente le desagrada. En cambio, si pudiera meterme en más lugares con la cámara, lo haría. Y ahí surge otro pudor, cuando los que están alrededor se preguntan qué está haciendo ese tío allí con una cámara. Toda intención que no conoces es sospechosa, y eso también me preocupa.
-¿Cómo transforma la realidad una cámara de fotos?
-Cuando miras por una cámara, ésta enfría todos los sentimientos. Concentra lo que estás mirando, te mete en el objeto y te aprisiona. Ahí no existe pudor, aunque existen sentimientos.
-¿Ser fotógrafo es su profesión o una manera de vivir?
-Ha sido un camino. Un aprendizaje.
-¿Tiene la fotografía alguna función?
-Cualquier imagen siempre lleva implícita información, que en el futuro se convierte en documentación del tiempo, y más mi fotografía, que se nutre de la realidad.
-Pero ése no es su propósito. ¿Cuál es para usted?
-Es un espacio en el que inventarme. Es mirar en el marco y comprenderlo, e inventarte.
-¿Le sirve para contar su historia más que la de otros?
-Desde luego, hay muchísimo de mí mismo.
-¿En esta exposición sale usted al completo?
-Es curioso, porque es un conjunto de fotos buscadas con el fin de formar un autorretrato. Pero no es completo. Y lo interesante es que podría haber hecho otra exposición con 80 fotos diferentes y el resultado sería el mismo.
-¿Está la droga muy presente, se arrepiente de algo?
-No. Ni de enseñarlo en las imágenes. Es lo que hice y no puedo enseñar otra cosa, porque no hay más. Y no lo veo como una tragedia. Era algo lúdico, y no; no tengo remordimientos.
-¿Lo hizo por placer?
-Y por aprendizaje. Vivía en un mundo y lo hice propio. Miraba en lo que me era propio, porque nunca cogí la cámara para irme a buscar otras cosas ajenas a mí.
-Hay una imagen en la que sale inyectándose y el título dice que es su primera vez. ¿Qué se siente?
-Bufff. Pues es que luego vinieron mil más, así que no te puedo decir...
-¿Fue realmente la primera?
-De las primeras. Si no es la primera será la segunda o la tercera, pero lo que me hubiera gustado es hacer más fotos en aquellos años. Pero era muy joven y pensaba que los carretes me tenían que durar un mes. Hacía una foto al día. Era muy ingenuo.
-¿Qué aprendió de esos años canallas?
-Pues ahora miro atrás y no me importa tanto si fueron canallas. Eran años de una juventud desbordante, ilusionantes... más canallas son los tiempos que vivimos ahora, la gran estafa política.
-La situación le enfada.
-Vivimos un nuevo tardofranquismo. ¿De qué valió todo? Duele mucho comprobar cómo nos miran fuera. Nos creímos que éramos alguien y ahora vemos que aquí reina la impunidad absoluta.
-En sus fotos, parece una España sórdida y triste. ¿No lo era?
-Era pobre, sí. Pero creíamos en el futuro y en la democracia. Ahora tengo la sensación de que nos han engañado. No hay esperanza, solo hay supervivencia.
-¿Cómo era Madrid entonces?
-Tengo la sensación de que era más vital y abierta. Ahora estamos adocenados, sufrimos una grave parálisis.
-Aunque fuera autodestructiva o peligrosa.
-No era peligrosa, era hedonista. Y con alegría y salero.
-¿Cómo salió de las drogas?
-No lo sé. La verdad es que me siento muy afortunado. Siempre tuve mucha fuerza de voluntad. Cuando me veía mal, hacía un esfuerzo y lo dejaba y luego volvía. Estoy contento de estar vivo después de lo que he pasado. Siempre me gustaron los opiáceos, aunque ahora ya no tomo, pero hay gente a la que gustan cosas peores.
-Mucha gente se quedó por el camino por culpa de la jeringuilla.
-Eso fue lo triste. Yo perdí a mi hermano. Y si sólo hubiera sido mi hermano... pero de verdad que no siento arrepentimiento porque no llegó a destruirme ni a cometer inmoralidades, así que no tengo por qué hacerlo. Visto en las fotos, esas escenas son un lienzo de melancolía.
-Desde luego las jeringuillas son imágenes poderosas.
-Esos años de las primeras fotos no fueron tan terribles como los que llegaron después, cuando la droga tomó más la calle. Éramos jóvenes y queríamos experimentar, pero hay que verlo en el contexto de la época.
-Eran años de claroscuros, como tus fotos.
-Insisto: para mí eran luminosos.
-Cuando montó la exposición, ¿le dio miedo verse envejecer?
-Cuando veo el vídeo, pesa más; en cambio, las fotos me traen melancolía.
-Sigue con la cámara analógica, ¿por qué?
-No hago otra cosa porque no sé. Pero después de tirar la foto, mientras la revelas y la positivas, me da tiempo a soñar con lo que vi. Como soy una persona permanentemente insatisfecha, con la digital estaría siempre tratando de corregir. Con la analógica tratas de ser preciso en el cuadro y hacer pocos disparos. Eso sí, la fotografía sigue siendo lo mismo en analógica que en digital.

«No quise ser nada»

Ni encargos, ni fotografías a políticos
García-Alix ya no hace trabajos por encargo, aunque los ha hecho. «También fotografía publicitaria, si es que tenía el absoluto control creativo». De lo que no quiere oír ni hablar es de hacer fotografías a políticos. «Zapatero, a tus zapatos, me digo siempre. No quiero saber nada de ellos». Y protesta: «Desde que se editaron mis textos todo el mundo quiere que escriba. Y me cuesta mucho esfuerzo. No sabes lo mal que lo estoy pasando para una exposición en París, que me piden un discurso». ¿Alguna vez quiso ser poeta o escritor? «Yo nunca quise ser nada».

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