Libros

Libros

Gervasio Posadas: «A veces nos vendemos al poder y acabamos pagando»

El uruguayo analiza su más reciente novela, «El mentalista de Hitler», inspirada en un personaje real y ambientada en la Alemania anterior a la II Guerra Mundial.

Gervasio Posadas: «A veces nos vendemos al poder y acabamos pagando»
Gervasio Posadas: «A veces nos vendemos al poder y acabamos pagando»larazon

El uruguayo analiza su más reciente novela, «El mentalista de Hitler», inspirada en un personaje real y ambientada en la Alemania anterior a la II Guerra Mundial.

Gervasio Posadas, creador y codirector del taller de escritura on-line Yo Quiero Escribir, es un escritor profesional y minucioso. Aunque tardó en decidirse a abandonar la publicidad para dedicarse por completo a la literatura, ésta siempre fue su pasión. Y, al entrar en los cuarenta, cuando el tiempo empieza a correr a toda velocidad, no dudó en convertirse, por fin, en ese novelista que siempre había querido ser. Comenzó con «El secreto del gazpacho» (Siruela), y luego llegó «La venganza es dulce y además no engorda» (Espasa); pero para su tercera obra quería dar un golpe de timón hacia la novela histórica y sin duda lo ha conseguido con «El mentalista de Hitler» (Suma de letras). «Siempre me ha llamado mucho la atención la época inmediatamente anterior a la Segunda Guerra Mundial. Somos muchos los que nos hemos preguntado cómo es posible que un país tan civilizado como era la Alemania de los años 30, con un nivel cultural elevado, donde la música y las artes eran tan importantes, de repente pudiera cambiar así por un iluminado que condujo al país al desastre y a muchas personas a los campos de concentración y a la muerte», cuenta el autor.

Frívolo y arribista

Lo cierto es que el propio Posadas también se iluminó al descubrir a un personaje poco conocido y fascinante con el que vehicular la historia que cuenta en su libro. «El mentalista Erik Jan Hanussen... La verdad es que a mí me resultaba mucho más interesante contar la historia a través de un personaje como él: frívolo, arribista, que juega con el ocultismo, pero también con el poder, y que sintetiza muy bien el espíritu de ese final de la República de Weimar que anticipa lo que va a venir de una forma muy acertada... No se habla mucho de cómo a veces nos vendemos al poder y acabamos pagando, ¿no?», reflexiona. Porque este mentalista, que se ocultaba bajo el nombre de Hanussen, era judío. Y aunque los nazis tardaron en darse cuenta, al final le costó caro: «Ocultó sus orígenes incluso en una autobiografía que había escrito unos años antes. Se hacía pasar por el hijo de unos aristócratas daneses. Y aunque se había casado varias veces por el rito judío, muy poca gente conocía su fe. Y fue capaz de esconderlo hasta que la noticia saltó».

La figura de Hanussen sirve a Posadas para describir con detalle ese tiempo previo a la Segunda Guerra Mundial, pero el mentalista no es el único personaje real que aparece en sus páginas. También lo hacen Marlene Dietrich, Fritz Lang y Thomas Mann, y, por supuesto, Hitler, además de otros nazis destacados con los que Hanussen entra en contacto y seduce gracias a sus predicciones. Todos ellos son, como digo, personajes reales, pero también encontramos alguno que no lo fue y que Posadas intercala con enorme acierto, como ese joven periodista llamado José Ortega. «Es un personaje con el que yo quería representar el mundo de los grandes periodistas españoles de los años 20 y 30. Una generación que hemos conocido recientemente a través del descubrimiento de Chaves Nogales, pero que tenía grandes profesionales que son referencia no sólo para los periodistas, sino también para muchos escritores», explica el autor. «Por otro lado, también me daba el punto de vista español de lo que estaba sucediendo en Alemania, que creo que permite traducirlo un poco más a nuestra realidad. Y, además, me venía bien para que contara las aventuras de Hanussen, al que admira, pero con el que tiene un cierto resquemor, porque comparten el amor por una baronesa, que era en ese momento la amante de Hanussen (un hombre muy mujeriego)».

Lo cierto es que el tal Hanussen, el mentalista de Hitler, tiene una enorme capacidad de seducción de mujeres, periodistas, personalidades e incluso nazis. Y esto tiene que ver con que derrocha dinero a manos llenas, pero también con esas predicciones que publica y que hacen que los nazis se vuelvan casi devotos del adivino: «Era un hombre inmensamente rico que además tenía un club con más de medio millón de seguidores y dos periódicos de gran tirada. Gracias a sus profecías entra en contacto con los nazis, pero a finales de 1932, éstos pierden dos millones de votos en las elecciones y algunos empiezan a pedir la cabeza del Führer. Hitler, desesperado, recibe al mentalista, que le convence de que un sortilegio le impide llegar al poder. Hanussen se ofrece a romper el hechizo y en 1933 Hindenburg nombra canciller a Hitler».

Incendio sospechoso

Si Hanussen tenía o no poderes es algo que no se podrá comprobar jamás, pero lo cierto es que incluso llegó a predecir el famoso incendio del Reichstag, según explica Posadas: «Lo hizo en una sesión de hipnosis con una actriz que, en trance, anunció el incendio de un gran edificio público. La mujer llegó incluso a señalar al Parlamento...». Si fue una predicción o si, en realidad, Hanussen estaba involucrado en ese incendio que abriría la puerta del poder a Hitler es imposible de saber. «Lo que sí se acaba sabiendo, como hemos dicho, es que es judío y eso le cuesta lo que le cuesta», dice el autor. Como era de esperar, esta historia no tiene un final feliz. Le pregunto a Posadas si, investigando y escribiendo, se le han «pegado» los poderes de Hanussen y si, puesto que esta entrevista sale hoy, día de las elecciones, se atreve a hacer un pronóstico. Gervasio se ríe, se pone en modo mentalista-analista y dice: «Pues creo que las encuestas se van a equivocar un poquito. Me parece que se están infravalorando las posibilidades del PSOE e hinchando las de Podemos... Aunque no sé si es intuición o deseo...».

Personal e intransferible

Gervasio Posadas nació en Montevideo, Uruguay, en 1962. Está soltero, no tiene hijos y se siente orgulloso «de haber encontrado una afición que me guste tanto como escribir». No se arrepiente de nada: «Creo que es una chorrada arrepentirse, no merece la pena». Intenta perdonar –«a veces, demasiado», confiesa– y olvida «porque que casi todo se acaba olvidando con la edad». Es de risa fácil: «Intento ver el lado divertido de las cosas». Y en cuanto a llorar, dice: «En ocasiones me desespera la mediocridad». A una isla desierta se llevaría «un libro electrónico con muchas obras y un cargador con placa solar». Le gusta comer «huevos fritos con arroz» y beber un buen vino tinto. Dice que está lleno de manías: «¡Cómo no estarlo! Voy a cumplir 54 años y estoy soltero». Su vicio es el tabaco, de mayor le gustaría vivir de la escritura, su sueño recurrente es «que no he acabado la carrera y que salgo desnudo a la calle», y, si volviera a nacer, le gustaría ser artista plástico.