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Giorgio de Chirico: el ojo metafísico

CaixaFórum Barcelona acoge la mayor antológica vista nunca en España del genio italiano, que cuenta con 142 obras, entre óleos, dibujos, litografías y esculturas.

De Chirico posa en su estudio
De Chirico posa en su estudiolarazon

CaixaFórum Barcelona acoge la mayor antológica vista nunca en España del genio italiano, que cuenta con 142 obras, entre óleos, dibujos, litografías y esculturas.

En el otoño de 1910, un joven Giorgio de Chirico de apenas 22 años estaba sentado en una plaza de la Santa Cruz de Florencia. Sus ideas sobre qué es el arte y, sobre todo, sobre qué debería ser, parecían haber llegado a un punto muerto. Entonces, sintió un pequeño escalofrío y empezó a girar la cabeza con asombro. ¡Qué era aquello! Lo que hasta unos instantes antes había estado a su alrededor mutaba de forma. Inaudito. Ni siquiera era eso, sino que parecía que el espacio se había desnudado, desubriendo así sus secretos. «¡Es una revelación!», gritó para sus adentros, a modo del «¡eureka!» de Arquímedes. Vio, con euforia y total claridad, lo que tendría que hacer el resto de su vida. El impacto visual, emocional e intelectual fue de tales proporciones que le ayudó a crear una nueva forma de aproximarse al arte. Él lo llamó pintura metafísica y con ello dio el primer puntapié hacia el infinito a la historia del arte. «Muchos creen que la fantasía es el don de imaginar cosas no vistas. Para un pintor o artista en general es el poder de transformar lo que se ve», declaró el artista.

El primer cuadro metafísico lo pintó muy poco después, «El enigma de una tarde de otoño» respondiendo a lo que había visto y sentido. A partir de aquí comenzó una longeva carrera que incluye más de 4.000 pinturas y 2.000 dibujos, con su continua revisión de un léxico particular basado en plazas italianas, baños enigmáticos y maniquíes. Es el gran antecedente del surrealismo. En realidad, estaba furioso con los surrealistas puesto que se apropiaron de sus ideas sin el adecuado reconocimiento. A veces ocurre. La suerte se ceba con los buenos.

En 1917, mientras residía en Ferrara, sin posibilidad de pagar el alquiler de su estudio, los propietarios destruyeron o vendieron toda su primera obra al sentirse dueños de todo lo que había en su interior. Recién alistado en el frente italiano de la I Guerra Mundial no pudo reaccionar a tiempo y vio cómo su pintura metafísica se perdía momentáneamente. Solamente fue un lapsus, claro, y su influencia hoy únicamente puede compararse con los grandes nombres de la historia del arte.

El CaixaFórum de Barcelona acoge ahora la mayor antológica dedicada al maestro italiano vista nunca en España. Bajo el título «Giorgio de Chirico, sueño o realidad», la muestra acoge 142 obras entre óleos, dibujos, litografías y esculturas, datadas entre 1913 y 1976, aunque la mayoría se centran en las últimas etapas del longevo creador, que a sus 90 años todavía dibujaba en la cama del hospital pocos días antes de su muerte. «No se puede negar que la forma es una expresión esencial de las artes plásticas. Cuanto más perfecta es una pintura o escultura, más lo es la expresión de la forma, que confiere nobleza, belleza y misterio a una pintura o escultura», decía siempre De Chirico. Su obra está plagada de nobleza, belleza y misterio.

La exposición repasa todas sus fases creativas y su icónica simbología que ha pasado a formar parte del inconsciente colectivo universal. Las piezas han sido cedidas por la Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, que custodian su legado. «Picasso y él conforman las dos columnas principales donde se sustenta todo el arte moderno. Son dos fuerzas complementarias. De Chirico es la muerte, la larga noche, el inconsciente transformador, siempre con la dulzura y melancolía de la madre. Picasso es el consciente, la claridad y la fuerza cruel del padre», señaló ayer Paolo Picozza, presidente de la Fundazione Giorgio e Isa de Chirico.

Quien visite CaixaFórum realizará un auténtico viaje inmersivo a la geometría fantasmal del inconsciente. Dividida en seis segmentos temáticos, la exposición comienza con sus irónicos retratos y autoretratos. En 1929 viaja a Madrid y recorre las galerías del Museo del Prado. Fascinado por Velázquez, Rubens y los demás maestros barrocos, abandona momentáneamente su pintura metafísica y regresa a un clasicismo formal muy consciente y a veces hasta un tanto paródico. «Busca las técnicas renacentistas y barrocas para dotar de una gran teatralidad a sus retratos y conseguir nuevos registros», señaló Mariastella Margozzi, comisaria de la exposición junto a Katherine Robinson.

Doble datación

Después llegan los otros ejes temáticos como «Interiores metafísicos», «Plaza de Italia y maniquíes», «Baños misteriosos», cuadros tan misteriosos que ni siquiera los expertos saben explicar bien qué simbolizan, «Historia y naturaleza», y, por último, «El mundo clásico y los gladiadores», donde el juego irónico de De Chirico queda más patente.

Muchos de los cuadros presentes tienen dos dataciones, la real –en el momento en que se pintaron– y la de cuando surgió la idea. «De Chirico también tenía una relación irónica con las reglas del mercado. Muchos coleccionistas le pedían cuadros basados en sus primeras obras y él los aceptaba firmándolos bajo la fecha del cuadro original. Era una forma de reírse de este mundo», aseguró Robinson. El problema de este repetición y obsesión de temas es que en los años 40 ya empezó a considerarse al artista como un autor viejo. La gran cantidad de obra firmada por él tampoco ayudó, así como otro de los problemas que surgieron en la segunda mitad del siglo XX, el de las copias y falsificaciones. Sin embargo, tras su muerte en Roma en 1978, su leyenda no ha hecho más que crecer y agigantarse y en países como Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia es otro Picasso.