Grace Jones: icono andrógino y sofisticado de la música disco
Portadora de una imagen pretendidamente andrógina, la modelo jamaicana moldeó su aspecto en numerosas ocasiones jugando con los roles de género
Valencia Creada:
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Si la deconstrucción pone el énfasis en la apariencia o sugiere que la esencia se encuentra en la apariencia, todas las estrellas, mitos y divas del espectáculo se han «deconstruido» hasta lograr su propósito: ser su apariencia ideal. Derrida reinventó con la performancia posmoderna la presencia sin esencia. Grace Jones se diseñó dos veces. La primera transfiguración, durante los años que fue modelo se afeitó el pelo y las cejas: «Me hacía parecer más abstracta, menos atada a una raza, género o tribu…» Pero era justo lo contrario: Grace Jones es jamaicana, de una negrura caoba pulimentada. El artífice del cambio, a parte de su voluntad de transformarse en sí misma, fue el peluquero brasileño Andre: «El pelo se convertiría en parte fundamental de mi performance. Se podía ajustar y editar del mismo modo que, posteriormente, se haría con mi cuerpo», escribió en su bio «I’ll never write my memories».
Esos años de modelaje fue imagen de modistos y fotógrafos como Lagerfeld y Avedon, enamorados de la androginia de la modelo, el pelo cubista («flat-top») y su boca de labios gruesos y sexuales, ideal para morder un habano. Tanto masculinizada con un traje negro de Armani como tribalizado su cuerpo por Keith Haring. Fueron los años de Warhol y el grafismo pop de su revista «Interview» y las locuras del Studio 54. Hasta que apareció el diseñador y fotógrafo Jean-Paul Goude, que la fotografió, la «deconstruyó» fragmento a fragmento en cada cliché y luego la retocó con aerógrafo hasta alargar sus cuerpo y convertirla en una belleza armoniosamente descoyuntada. Como una mujer jirafa birmana o como una zulú, con un hueso atravesándole la nariz.
El «afrofuturismo» la convertía en una diva desmesurada, irónica, causa del efecto posmo: Goude la maquillaba, fotografiaba y manipulaba su imagen recortando los clichés hasta hacer de ella una mujer imposible. En un anuncio de un coche utilizó su cara para que el coche entrara y saliera de su enorme boca. Con Grace Jones nacía una nueva diva gay que, en vez de operarse el cuerpo lo manipulaba a través de su imagen. Una operación extrema de retoque fotográfico previa a la era del Photoshop. Desde entonces, la nueva diva posmoderna homosexy se caracterizará por un cuerpo andrógino, que busca con su imagen masculinizada provocar y confundir. Es pues lo opuesto al travesti warholiano y al transexy de género, ambos tratan de ocultar con sus oropeles femeninos su condición masculina.
Es lo opuesto al travesti warholiano y al transexy de género, pues ambos ocultan sus oropeles femeninos
Grace Jones es viril y altanera y siempre ha jugado con el misterio de su falsa transexualidad. Su marido, Jean-Paul Goude –confesó ser una «mariquita heterosexual»– creó una imagen doble en la que una Jones femenina se desdoblaba en otra masculina. Afianzando la leyenda de ser un hombre transexualizado. La diva andrógina de los 70 fue la modelo de «mujeres» dominantas pero glamourosas, como Amanda Lear y Bibiana Fernández: divas del cabarét. Su participación en «Conan el destructor» (1984) con su personaje de la combativa Zula, más dura que el mismo Arnold, y la malvada May Day en «Panorama para matar» (1986) la han hecho pasar a la historia como una viril amazona guerrera. Pero donde Grace Jones supo encauzar su potencial agresivo y a su vez femenino fue a través de la música disco, donde triunfó desde finales de los años 70 con canciones en las que proclamaba su virilidad afeminada. Ella fue la Diva gay de la disco más sofisticada, que actuó en Studio 54 con canciones como «I Need a Man», cuando las mariquitas neoyorquinas más enrolladas de la jet set warholiana más lo necesitaban.
En Studio 54 vivió su momento de esplendor y decadencia pop hasta que su marido, Jean-Paul Goude, la deconstruyó para renacer como una diva posmoderna irónica, al estilo parisién postestructuralista. Las portadas de sus discos son testimonio de su nuevo cambio radical: una femenina masculinidad que fue la llama que alumbró a las futuras divas de la disco gay: desde Madona a Lady Gaga. Ninguna diva escapa a su influjo en la renovación de la Disco que floreció en los años 80. Como cantaba en «Walking in the rain»: «Sentirse como una mujer, verse como un hombre». Así era Grace Jones en sus años de diva de ambiguo esplendor.
Canciones de la reina gay
«I Need a Man» (1975) fue su primer éxito. Grace Jones no buscaba amor, sino un hombre, y bajo ese discurso comenzó la diva de la Disco posmo. «La vie en rose» (1977) fue éxito mundial de la chanson de Édith Piaf con suave ritmo de bossa nova discotequera y desgarrado final. «Libertango» (1981), fue compuesto por Astor Piazzolla e interpretado a ritmo de reggae por Grace Jones en inglés y recitado en francés. «Walking in the Rain» (1985) es una canción de Flash and the Pan recitada a ritmo de disco-reggae por la cantante jamaicana. «Slave to the Rhythm» (1985) figura como una impresionante producción de Trevor Horn y vídeo-clip de Goude donde experimenta visualmente con la cantante.